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Full text of "Conocimiento y acción"

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Vaz  Ferreira,  Carlos 
Conocimiento  y  acción 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN 


POR 

CARLOS  VAZ  FERREIRA 

Profesor  de  Filosofía 

Maestro  de  Conferencias  en   la   Universidad 

de  Montevideo 


MONTEVIDEO 

«Casa  A.  Barreiro  y  Ramos»  S.  A. 
1920 


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t^AZ^lc^  v    (. 


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CONOCIMIENTO   Y    ACCIÓN 


PLAN  DE  LA  EDICIÓN  TIPO 
DE  LAS  OBRAS   DE   CAlíLOá  YAZ  FERREÍRA 


Los  Problemas  de  la  Libertad. —  (La  obra  reformada  y  comple- 
ta.  Un    volumen    esencia]   y   otros  complementarios). 

Ei  Fermentarlo.  —  (Publicación  permanente,  en  forma  <le  re- 
vista   o  por  fascículos) . 

Conocimiento  y  Acción.  —  Conocimiento  y  Acción.  —  En  los 
márgenes  de  "La  Experiencia  Religiosa". — Conferencias 
sobre   el   Pragmatismo . 

Lecciones  sobre  Pedagogía  y  cuestiones  de  enseñanza.  —  (Con 
aplicación  especial  a  la  Secundario-Preparatoria).  —  l.er 
volumen:  Ideas  generales.  —  2.°  volumen:  Enseñanza  pri- 
maria: parte  general.  —  o.er  volumen:  Enseñanza  secun- 
daria: parte  general.  —  4.°  volumen:  Enseñanza  secun- 
daria: parte  especial.  (Enseñanza  de  las  ciencias  mate- 
máticas, físicas  y  naturales).  —  5.°  volumen:  ídem  (En- 
señanza de  idiomas  muertos  y.  vivos,  lenguaje  y  litera- 
tura). —  6.°  volumen:  ídem  (Enseñanza  de  la  Historia 
de  la  Filosofía,  etc.).  —  7."  volumen:  Enseñanza  supe- 
rior: parte  general.  ■ —  Contralor  de  la  enseñanza.  —  8.° 
volumen:  Apéndices  y  ampliaciones  a  la  obra.  Proyectos, 
Actuación,    Documentación,    ete . 

Lógica  viva.  —  Paralogismos  comunes. — Modos  de  pensar.  (Adap- 
tación práctica  y  didáctica).  —  (Revisada). 
Otros    volúmenes. 

Moral  para  intelectuales.  —   (Revisada). 

Sobre  la  propiedad  de  la  tierra. 

Sobre  los  problemas  sociales. 

Sobre  la  percepción  métrica.   —    (Revisada). 

Estudios  pedagógicos  1.»  Serie.  —  Paralogismos  Pedagógicos.  — 
Ideas  Directrices  Pedagógicas. 

2.a  Serie.  —  La  Exageración  y  el  Simplismo  en  Pedagogía. 

Un   exclusivismo   pedagógico. 

3.a  Serie.  —  Un  proyecto  sobre  escuelas  y  liceos. 

Otros  estudios.  —  (Filosóficos.  Pedagógicos.  Literarios.  Sociales). 
(Varios   volúmenes). 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN 


POR 


CARLOS   YAZ  FEMEIRA 

Proíesor  de  Filosofía  y 

Maestro  de  Conferencias  en  la  Universidad 

de  Montevideo 


^^ 


1 

F  R  A  N  C 

LIB 

A. 

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1  2 

MONTE1 

r»*o 

C  JAR 

ZIM 

74: 

IMPRENTA     «  EL     SIGLO     ILUSTRADO  » 
938— CALLE  SAN  jos£— 938 

1920 


DEC  1119). 

■%5/ry  of  te- 


Advertencia 

De  los  tres  estudios  qu(  forman  estt  libro,  los  <¡lls 
primeros  fueron  publicados  >  ,t  <  I  fascículo  I  de  "Carlos 
Voz  Ferreira,  Mcvievideo,  Enero  de  1908".  El  último. 
formado  por  la  versión  taquigráfica  de  algunas  lecciones 
<¡iu  dediqué  a  la  exposición  y  critica  del  Pragmatismo 
ni  mi  curso  (l<  Filosofía  (Enseñanza  Secundaria)  del 
mismo  año,  se  publicó  en  ios  "Anales  <l<  la  Universidad 
d(  Montevideo",  y  <  u  volumen  separado,  en  el  año  si- 
guiente. Reúno  estos  trabajos,  por  su  conexio^i,  y  por- 
que ellos,  en  partí  considerable,  resultaron  di  mi  reac- 
ción iinti  la  filosofía  de  Wittiam  James,  u  medida  que 
fui  conociendo,  sucesivamente:  su  estudio  "The  AVill  to 
Believe",  que  motivó  en  parte  el  primero  de  los  míos; 
Su  obra  "La  Experiencia  Religiosa"  (en  la  traducción 
francesa  ele  Abauzit,  con  prólogo  'le  Boutroux,  a  la 
cual  se  refiere^  también  mis  anotaciones),  a,  final- 
mente, la  obra  ' -  Prairmíitism ".  <  n  <¡u<  reunió  James 
sus  conferencias,  que,  inmediatamente  de  publicadas, 
analicé  g  critiqué  en   las   mías. 

Para  la  présenti  "lición  definitiva,  n<>  kago  en  estos 
estudios  ninguna  modificación  (sal cu  las  correcciones 
•  h  detalle  que  puedan  ofrecersi  >.  ¡  la  revisión  de  las 
pruebas),  no  sólo  porque  asi  fui  ion  ya  publicados,  sino 
porque  lo  esencial  de  ellos  me  siguí  pac  <i>  ndo  verdor 
dero.  Estudios  y  observaciones  correlacionadas;  amplia- 
ciones, y,  eventualmente,  alguna  corrección,  si  publica- 
rán en  mi  revista  persa  tal. 

("'.  V.   F. 
Montevideo,   1020. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/conocimientoyaccOOvazf 


Conocimiento  v  acción 


Cuando  emalquieír  inteligencia  no  cristalizada  y  toda- 
vía plástica  se  aplica  a  profundizar  los  problemas  noble.s. 
cierto  escepticismo  empieza  fatalmente  a  penetrarla. 
Desde  ese  momento.,  pueden  suceder  dos  cosas :  o  bien  ese 
escepticismo  infiltra  todo  el  espíritu  (entonces,  a  veces  lo 
pudre,  y  otras  lo  embebe  de  una  tolerancia  dulce,  pero 
hiriéndolo  de  inacción),  o  bien  se  organiza  por  separado. 

En  este  último  caso,  se  forma  un  órgano  mental  di- 
rigente, de  función  reguladora  y  algo  inhibitoria  como 
es  la.  de  los  centros  superiores.  Cuando  nos  deja  obrar, 
hacer  el  bien,  como  deja  el  cerebro  a  la  médula  abrochar 
los  botones  y  llevar  la  comida  a  la  boca ;  cuando  no  nos 
inhibe  sino  para  hacernos  más  benévolos  y  piadosos  en 
la  acción,  resulta  una  de  las  variedades  más  simpáticas 
y  respetables  de  hombre  que  pueden  encontrarse. 

El  escepticismo  organizado  así.  no  paraliza  la  acción  : 
la  suaviza. 


Ante  todo,  mis  tres  clases  de  escépticos.  naturalmente, 
son  esquemas  típicos:  servirán  para  que  sea  posible 
hablar  del  asunto  en  general,  estableciendo  descripcio- 
nes y  conclusiones  abstractas,  utilizables  después  para 
describir,  comprender  y  apreciar  mejor  cada  caso  par- 
ticular, concreto  y  real. 

Entendido  esto,  parece  «pie  los  dos  primeros  ti;    - 


8  CARLOS   YAZ   FERREIRA 

excépticos,  deberías]  ser  los  más  camiunes,  casi  les  únicos. 
y  que  el  tercero,  en  rigor,  no  debería  ser  posible:  que 
la  duda,  que  la  conciencia  de  la  ignorancia  sobre  las 
cuestiones  en  los  planos  más  hondos,  debería,  por  una 
parte,  ocasionar  la  duda  en  los  planos  superficial 
prácticos,  y,  por  otra,  matar  la  acción.  Y  así  sería, 
en  efecto,  lógicamente :  pero  psicológicamente  y  de  hecho, 
pasa  una  cosa  muy  distinta.  Ocurre  con  la  idea  de  la 
ignorancia,  lo  que  con  la  idea  de  la  muerte. 

Si  la  psicología  de  los  hombres  estuviera  gobernada 
por  una  consecuencia  estricta,  si  la  ideología  rigiera  su 
espíritu  con  lógico  rigor,  ninguno  de  ellos  podría  formar 
un  proyecto  ni  gozar  un  placer,  y  el  estado  mental  nor- 
mal de  la  humanidad,  sería  el  de  ciertos  personajes  da 
Tolstoi.  Bien  sabemos,  entretanto,  cuan  débil  influencia 
ejerce  esa  idea:  en  la  psicología  de  los  hombres  comiusues, 
nula;  y,  en  la  de  algunos  más  reflexivos,  una  acción 
de  presencia  que,  fugaz  o  permanente,  tiñe  sin  duda  el 
alma  de  melancolía  y  de  ternura,  con  un  matiz  atfectiv» 
diverso,  según  los  temperamentos,  pero  sin  destruir  sino 
por  rara  excepción  el  goce,  ni  la  actividad,  ni  la  pasión, 
ni  la  esperanza,  ni  la  puerilidad. 

Y  bien  i  cuando  se  afirma  que  el  dogmatismo  es  indis- 
pensable para  la  acción,  y  que  el  escepticismo  fatalmente 
la  paraliza,  ¿no  se  hatrá  una  afirmación  falsa  o  extre- 
madamente exagerada,  basada  en  lo  que  podría  suceder, 
o  en  lo  que  parecería  razonable  (pie  sucediera,  más  que 
en  lo  que  sucede  de  hecho;  más  en  el  raciocinio  que  en 
la   observación  ?   Es   precisamente   lo   que   sostengo. 

Yo.  por  ejemplo,  he  escrito  e.ste  pensamiento : 

"I' a  liologista  nos  enseña  <jne  teclas  los  células  del 
cuerpo  so»  bipolares:  toda*,  salen  una  sola  clase  de  ellas, 
qin  son  unipolares,  incompletas:  éstas  son,  precisamente, 
las  células  >'<  productrices . 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  9 

¡Curiosa  semblanza  del  mundo  mental!  Parece  que 
cierta   imilatemlidad,   cierta    estrechez,    son    necesarias 

para  producir,  como  condiciones  cU    la  convicción   y  el 
entusiasmo.  El  sentimiento  del  "tonda  de   verdad  y  de 
bondad"  de  lo  que  se  combate,  inhibe. 
Y  cree,  que  los  ómnieomprensivos  no  pueden   criar." 

Sin  duda,  hay  bastante  verdad  en  eso.  La  primera 
parte,  es  indiscutible:  muchísimos  de  los  grandes  creado- 
res, fuieron  espíritus  más  o  menos  unilaterales  y  cerrad oa 
a  la  (percepción  o  al  sentimiento  de  \  aria  dos  aspectos  do! 
mundo;  pero  que  la  omnicojnprmsión  (la  humilde  omni- 
comjprensión  relativa  que  está  a  nuestro  alcance  i  hiera 
dte  esterilidad,  no  es  cierto,  así  en  absoluto.  PumImV  h.- 
qtie  haya  alguno  en  quien  tal  efecto  se  produzca  per- 
manentemente :  pero  lo  real,  lo  humano,  es  qus  él  se  ma- 
nifieste hasta  ese  punto  sólo  en  ciertos  momentos  excep- 
cionales, fuera  de  los  cuales  pensamos,  afirmamos,  dis- 
cutimos, demasiado  dogmáticos  e  intolerantes  todavía,  y 
obramos,  aún  impulsivos  demás  probablemente;  el  senti- 
miento de  nuestra   ignorancia   en   los  planos  profundos. 

recta  nuestro  creer  en  los  planos  superficiales,  id 
paraliza  nuestro  obrar  en  el  plano  de  la  acción,  y  ape- 
nas s¡irve  para  poner,  ni  tal  vez  en  grado  bastante,  en 
aquel,  un  poco  de  ductilidad,  y,  en  éste,  un  poco  de  dul- 
zura . 

Los  hombres  de  nuestro  tercer  tipo,  en  el  plano  de  la 

ti,  obran,  como  los  dogmáticos:  quizá  su  acción  no 
pueda  llegar  a  ser  tan  extrema:  pero,  en  cambie,  ofrece 
mayores  garantías  de  acierto,  por  lo  cual,  aunque  los 
unos  dieran  una  mayor  ruma,  de  acción,  en  bruto,  los 
(tros  dan  una  mayor  suma  de  acción  buena.  Represen- 
témonos a  uno  de  estos  hombres  en  la  realidad:  es.  por 
ejemplo,  funcionario:  Director  de  una  cárcel,  conoce  to- 
dos los  sistemas  penitenciarios,  y  no  está  convencido  de 


1 1 1  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

que  uno  es  excelente  y  los  demias  pésimos,  sino  que 
conoce  bien  las  ventajas  e  inconvenientes  de  cada  uno, 
y  quizá  nunca  lia  podido  formarse  una  opinión  lija  al 
respecto;  en  un  plano  un  poco  más  hondo,  duda  tam- 
bién sobre  la  legitimidad  de  los  castigos  y  el  derecho  de 
la  sociedad  para  imponerlos;  ha  leído  ■'Resurrección", 
de  Tolstoi,  une  comprende  y  siente,  sin  perjuicio  de 
comprender  y  sentir  también  a  los  Cámara  y  los  Lom- 
broso  de  su  biblioteca  oficial:  sobre  todo  eso,  duda,  dis- 
tingue, oscila ;  parece,  teóricamente,  que  ese  hombre,  o 
lia  de  renunciar  su  cargo,  o,  si  lo  ejerce,  será  un  mal 
funcionario;  entretanto,  en  la  práctica,  de  hecho,  el  hom- 
bre inferior  de  ese  hombre,  funcionará  tan  eficazmente 
como  otro  hombre  cualquiera,  sin  sufrir  del  hombre  su- 
perior más  influencia  que  esa  inhibición  moderada  y  útil 
que  ejercen  sobre  los  centros  inferiores  los  centro-  su- 
periores, la.  cual,  sin  paralizar  la  actividad,  le  da  ducti- 
lidad, justeza  y  verdadera  eficacia ;  y  así  nuestro  Di- 
rector de  cárceles  resultará  en  la  práctica  un  funcio- 
nario tan  activo  como  sus  colegas,  y  más  capaz  que  ellos 
de  atenuar  un  rigorismo  inútil,  de  suprimir  una  cruel- 
dad, de  idear  una  buena  reforma  o  ele  aplicarla.  Si 
nuestro  funcionario  tiene  un  puesto  dirigente  en  la 
instrucción  Pública,  habrá  reflexionado  miles  de  veces, 
y  habrá  dudado,  sobre  todas  las  cuestiones  con  que  se 
relaciona  lo  que  él  hace  y  ordena  hacer:  ha  leído  a  los 
que  preconizan  la  instrucción  como  una  panacea  uni- 
\  ersal,  a  los  que  la  ven  casi  como  un  mal,  y  a  los  que 
entre  esas  opiniones  extremas  establecen  conciliaciones 
en  todos  los  gradas:  en  cuanto  a  las  detalles  de  la  prac- 
tica, conoce  las  razones  que  hay  para  enseñar  colectiva- 
mente y  para  enseñar  individualmente,  para  objetivar 
mucho  y  para  objetivar  poco,  para  usar  textos  y  para 
prescindir  de  ellos:  y,  precisamente  porque  ha  profun- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  1  1 

dizado  bien  todas  esas  cuestiones,  no  tiene  sobre  algunas 
de  ellas  ideas  generales  tan  resueltas  corno  tal  colega 
de  espíritu  estrecho  y  firmísimas  convicciones  con  quien 
tiene  el  desagrado  de  verse  obligado  a  discutir  todos 
los  días:  pero,  por  eso  mismo,  tiene  más  libre  el  espí- 
ritu para  resolver  con  acierto,  oportunidad  y  buen  men- 
tido, un  asunto  práctico  cualquiera  relacionado  con 
esas  cuestiones  en  que  ha  pensado  a  fondo,  y  que 
ha  examinado  de.sde  diversos  puntos  de  vista:  y  si 
bien  parece  que  una  consecuencia  ideal  debería  lle- 
varlo, sea  a  no  resolver  nada,  por  el  sentimiento 
del  error  posible,  sea  a  abandonar  un  papel  en  que  no 
entra  toda  su  persona  —  en  la  práctica  'los  que  gustan 
de  engañarse  con  palabras,  podrán  hablar  de  ineon>e- 
cuencia.  de  inercia,  de  buen  sentido.  .  .  ;  yo  me  limito  a 
constatar  que  los  hombres  son  así),  él  obrará,  discutirá, 
luchará,  sostendrá  proyectos,  con  más  probabilidades  de 
acertar  y  menos  de  caer  en  errores  o  exageraciones  que 
el  colega  aquél.  Esto,  en  el  mundo  de  la  acción.  En  el 
del  pensamiento,  pasa  algo  parecido.  Vn  filósofo  que  ha 
llevado  el  análisis  de  los  problemas  hasta  el  grado  *  n 
que  se  hace  imposible  pensar  claro,  parece  que.  con 
arreglo  a  una  lógica  estricta,  no  debería  enseñar  ni  es- 
cribir más.  De  hedió,  enseña  y  escribe,  aunque  ¿Descon- 
tento de  su  enseñanza  y  de  sus  libros:  una  y  otros  a 
esquemáticos  y  simplistas  con  relación  a  lo  que  ese  filó- 
sofo piensa  en  los  planos  más  profundos,  pero  son  menos 
esquemáticos  y  simplistas  cpie  la  enseñanza  y  los  libros 
de  otros  filósofos  ique  ven  tocias  las  soluciones  rencillas 
y  claras. 

En  cuanto  a  mí.  la  experiencia  de  la  vida  y  lo  que 
sé  del  alma  de  los  hombres,  me  hacen  esperar  en  la 
práctica,  de  ese  tipo  de  seres,  aunque  no  se  puedan 
hacer  al  respecto  demostraciones  ni   cálculos,   un  mayor 


12  CARLOS  YAZ  FERREIRA 

promedio  intelectual  y  moral  que  de  los  afirmativos  dog- 
máticos. 

¿Alguien  quiere  ver  la  diferencia  entre  los  eseép-ticos 
de  la  lógica  y  los  escépticos  de  la  vida  .'  Compárense  los 

personajes  de  Anatole  Franco  con....  Anatole  France. 
Entre  aquéllos  estaban  el  escéptico  en  quien  el  exceso  de 
análisis  corrompe  el  alma,  tipo  más  teórico  que  real, 
y  el  amable  escéptico  indulgente  puramente  contempla- 
tivo. Pero,  en  la  realidad  de  la  vida,  el  hombre  que 
había  hecho  esos  tipos  poniendo  en  ellos'  tanto  de  su 
propia  mentalidad  intelectual,  pensó  y  obró  de  manera 
bien  distinta,  cuando  le  tocó  obrar;  y  sólo  después  de 
esa  aiitoexperiencia  fué  bastante  buen  psicólogo  para  em- 
pezar a  poner  en  uno  de  ellos  más  abundantemente  la 
ríase  de  sentimientos  y  la  clase  de  acción  que.  de  hecho, 
armonizan  mejor  con  el  buen  escepticismo. 

Pero  estoy  notando  que  he  escogido  una  bien  pobre  e 
inapropiadia  y  triste  palabra,  y  que  tal  vez  por  ello 
no  he  podido  expresar  lo  que  dsieeaba.  "•Escepticismo" 
sugiere  algo  de  sistemático,  de  seco,  de  estrecho  tam- 
bién, casi  de  profesional;  y  de  dogmático,  sin  que  sea 
paradoja:  es  el  dogmatismo  de  la  ignorancia,  el  más 
incomprensible  de  todos.  ;  Por  qué  hablar  de  escepti- 
cismo, cuando  se  trata  de  la  única  actitud  mental  en 
que  el  hombre  puede  conservarse  sincero  ante  los  otros 

y  ante  sí  mismo  sin,   por   eso.   mutilarse   el   alma ! 

Nil.cr  qué  es  lo  que  sabemos,  y  en  qué  plano  de  abs- 
tracción lo  sahcuios:  creer  cuando  .se  debe  creer,  en  el 
^rado  en  que  se  debe  creer:  dudar  cuando  se  debe  dudar, 
y  graduar  nuestro  asentimiento  con  la  justeza  que  esté 
a  nuestro  alcance:  en  cuanto  a  nuestra  ignorancia,  no 
procurar  ni_yelarla.  ni  olvidarla  jamás-  y,  en  ese  es- 
tado de  espíritu,  obrar  en  el  sentido  que  creemos  bueno, 
¡oT  seguridades  o   por  probabilidades  o  por  posibilida- 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  13 

des,  según  corresponda,  sin  violentar  la  inteligencia, 
para  no  deteriorar  par  nuestra  culpa  éste  ya  tan  im- 
perfecto y  frágil  instrumento.  —  y  sin  forzar  la  creencia. 


Forzar  la  creencia:  es  lo  que  pretendería  el  "Prag- 
matismo", nombre  nuevo  de  una  de  las  más  viejas  cosas. 
Pero  ante  todo,  ese  nombre  tiene  varios  significados. 

Tiene,  por  lo  menos,  tres  (1)  :  en  el  primero,  es  una 
doctrina  que  afirma  que  la  verdad  es  cosa  humana,  cosa 
que  depende -de  nosotros;  que  la  que  conocemos  o  pede- 
mos conocer,  es  nuestra  verdad.  En  este  sentido,  el 
''Pragmatismo,  es  una  teoría  del  conocimiento,  teoría 
afín  del  "Relativismo",  forma  alotrópica  de  esa  otra 
doctrina,  en  verdad,  y  que  sólo  se  diferencia  de  ella  pol- 
la mayor-  o  menor  originalidad  con  que  haya  hedió  en 
cada  caso,  cada  adepto,  cada  desarrollo  particular.  En 
este  primer  sentido,  la  adopción  del  punto  de  vista  prag- 
matista no  afecta,  o  por  lo  menos  no  afecta  forzosa- 
mente, ni  nuestras  reglas  de  conducta  en  cuanto  a  la 
creencia,  ni  nuestras  reglas  de  conducta  en  cuanto  a  la 
acción :  siempre  se  impone,  o  por  lo  menos  es  una 
actitud  admisible,  buscar  esa  verdad  humana,  evitar  en 
lo  posible  eso  que  es  error  para  nosotros,  y  obrar  en 
consecuencia  ele  nuestra  verdad. 


(1)  Tiene  muchos  más.  en  realidad.  Véase  por  ejemplo 
(•para  hacer  urna  referencia  breve)  el  interesantísimo  artículo 
de  Lalande  en  la  -Revue  Philor-ophicme*'  l'X."  362).  Allí  se 
explican  algunos  de  los  sentidos  del  ténmino :  se  historia  cómo 
nació  el  "Pragmatismo",  para  reaccionar  contra  las  sutilezas 
de  las  filósofos  que  todo  Lo  distinguen,  y  cómo  e  fundador 
Peirce  ha  creído  necesario  distinguir  entre  "Pragffnatismo"  v 
"Praumaticismo".  .  . 


]4  CAKLOS    VAZ    FERREIKA 

El  que  iics  interesa  aquí  e.s  otro  pragmatismo,  que 
afecta  los  planos  de  la  acción  y  de  la  creencia  práctica: 
es  la  doctrina  que  admite  como  legítima,  y  preconiza,  la 
actitud  mental  consistente  en  forzar  la  creencia  por  la 
voluntad ;.  ejemplo,  el  conocido  artículo  de  James  The 
Will  to  Believe,  y  otros  muchos  pasajes  de  ese  autor. 
Voy  a  hacer  algunas  reflexiones  sobre  el  pragmatismo  en 
este  segundo  sentido  (después  diré  cuál  es  el  tercero) 
.Motivare  esas  reflexiones  con  algunas  citas: 

1.  "Nuestra  naturaleza  pasional  no  sólo  puede  legítimamen- 
te, sitio  que  debe,  decidir  ana  opción  entre  proposiciones,  siem- 
pre que  se  trate  de  una  opción  genuina  (1)  que  no  pu3de 
por  su  naturaleza  ser  decidida  por  razones  intelectuales;  por- 
que  decir,   en   tales   circunetancias.   "no   decidamos;    cejemos  la 

ion  abierta",  es  también  una  decisión  pasional,  justamen- 
te como  decidir  que  sí  o  que  no.  y  acompaña  a  esta  decisión 
.1  mi. simo  riesgo  de  perder  la  verdad."    (2) 

2.  '"He  dicho,  y  repito  ahora,  que  no  solamente  experimen- 
tamos de  hecho  la  influencia  de  nuestra  naturaleza  pasional 
en  nuei-tras  opiniones,  sino  que  hay  algunas  opciones  entre 
opiniones  en  las  cuales  esa  influencia  debe  ser  considerada  a 
la  vez  como  un  inevitable  y  ceno  un  legítimo  determinante 
de  nuestra   elección."    (3) 

:¡.  '"En  las  cuestiones  científicas,  este  es  casi  siempre  el  ea':»o 
(el  de  poder  esperar,  para  librarnos  de  caer  ei  errar,  a  que 
sobrevenga  la  evidencia  objetiva )  ;  y  aún  en  los  ¿¿untos  hu- 
manes en  general,  la  neeeeidad  de  o'brar  es  rara  tz  tan  ur- 
gente que  una  falsa  creencia  para  obrar  sea  mejor  que  no 
creer  absolutamente".    (4)    (A   contrario,  habrá  casos  especiar 


(1)  El  autor  da  a  este  término  un  sentido  especial;  véanse 
páginas   2    a    4    de   la   olbra    que    estoy    citando. 

(2)  The   Will  to  Belive,  and  other  essays...    Pág.   11. 

(3)  Ibíd..  pág.  19. 

(4)  Pág.   20. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  15 

les.  y  es  lo  que  el  autor  admite,  en  que  no  suceda  como  en  'a 
ciencia  y  en  la  vida  ordinaria). 

4.  "¿No  existen  en  algún  cafso  opciones  forzosas  en  nuestras 

cuestiones  especulativas,  y  podemos  uosota-os  (como  hombres 
que  podemos  tener  tanto  interés,  por  lo  menor-,  en  alcanzar 
positivamente  la  venia'!  como  en  evitar  simiplernenre  el  error) 
esperar  impunemente  hasta  que  la  imperiosa  (coercive)  evi- 
dencia sobrevenga ?"    ( 5  ) 

5 .  "...  vemos,  en  primer  lugar,  que  la  religión  se  ofrece 
como  una  opción  de  gran  importancia  i  momenTous)  .  Se  trata, 
para  nosotros,  también  en  este  caso,  de  ganar  por  nuestra 
creencia,  y  de  perder  por  nuestra  no  creencia,  un  cierto  bien 
vital.  En  segundo  lugar,  la  religión  asi  una  opción  forzosa  so 
jar  as  that  good  goes.  No  podemos  escapar  a  ella  permane- 
ciendo ese-ópticos  y  esperando  mayor  luz,  porque,  si  bien  evi- 
tamos el  error  por  este  medio,  si  la  religión  fuera  falsa,  per- 
demos el  bien  si  ella  fuera  verdadera,  tan  real  y  verdaderamente 
como  si  hubiéramos  elegido  posátivamenta  el  no  creer  eai  ella. 
Es  como  si  un  hombre  hesitara  infinitamente  en  pedir  a  una 
mujer  en  matrimonio,  por  no  ei-'tar  perfectamente  seguro  dr 
que  ella  se  conduciría  como  un  ángel  una  vez  en  el  hogai. 
¿No  se  haría  tan  imposible  piara  él  esa  posibilidad  angélica 
como  si  se  casara  con  otra  mujer?"    (1) 

De  qué  manera  honda  y  vital  presenta  James  la  cues- 
tión, es  algo  .que  se  siente  ya  por  esos  pasajes  (si  bien 
es  realmente  necesaria  la  lectura  de  los  artículos  enteros. 
y  temo,  tal  vez.  no  hacerme  comprender  coimpletamente 
del  lector  que  no  conozca,  de  las  obras  del  eminente 
psicólogo  y  moralista,  por  lo  menos  la  que  estoy  citan- 
do) .  Sin  embargo,  existe  ahí  más  de  una  confusión,  y 
voy  a  indicar  las  que  me  parecen  más  fundamentales. 

Ane  todo,  hay  que  empezar  por  eliminar  previamente. 


(5)  Pág.  22. 
(1)  Pág.  26. 


16  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

para  que  no  enturbie  los  otros  análisis,  una  que  es  pa- 
tente,  líela  aquí : 

La  intervención  de  hechos  afectivos,  instintivos,  o,  en 
general,  de  hechos  psicológicos  no  racionales;  la  inter- 
vención de  nuestra  ''naturaleza  pasional"  en  la  fornia- 
ción  o  en  el  sostenimiento  de  nuestras  creencias,  puede 
ser  perfectamente  conciliable  con  una  actitud  racional, 
y  hasta  podría  decirse  qwe  es  un  elemento  de  una  ac- 
titud racional  bien  ampliamente  entendida  (1)  Será  así 
cuando  esa  intervención  o  influencia  de  lo  pasional  sobre 
lo  racional,  ocurra  precisamente,  porque  nosotros  apre- 
ciamos o  creemos  que  podríamos  apreciar  racionalmente 
esos  elementos  pasionales  desde  el  .punto  de  vista  (Je  la 
significación  que  pueda  tener  sui  existencia  como  funda- 
mento para  creer  en  ciertas  realidades,  o  probabilidades, 
o  posibilidades.  En  otros  términos;  hay  que  distinguir 
entre  la  acción  que  la  psicología  pasional  puede  ejercer 
.sobre  la  inteligencia  forzándola  por  extrarraeional  vio- 
lencia, y  el  valor  probante  o  sugerente  de  la  existencia 
•de  los  elementos  psicológicos  pasionales  como  pruebas  o 
indicios.  Si  yo.  por  ejemplo,  habiendo  olí  servado  en 
mí  y  en  todos  los  hombres  el  horror  por  la  cesación  de 
la  vida  consciente  y  el  deseo  vivísimo  de  una  existencia, 
ulterior,  fundo  en  este  sentimiento  alguna  presunción 
sobre  la  inmortalidad  del  alma  o  la  existencia  de  Dios, 
hago  un  razonamiento  que  tendrá  más  o  menos  valor, 
pero  que  no  implica  pragmatismo  en  cuanto  este  tér- 
mino puede  significar  algo  nuevo  y  distinto  de  la  actitud 
racional  bien  entendida.      Esta  distinción  debe  tenerse 


(1)  No  digo  racionalismo,  porque  esa  palabra  fué  nombre  de 
i.na  mentalidad  que,  aunque  mejor  que  aquella  a  que  se  opo- 
nía, era  realmente  limitada  y  parcial.  Si  hiciera  falta  un 
término,  podría  servir,  en  rigor,  razonábligmo . . .    (?). 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  17 

muy  en  cuenta  al  leer  los  pasajes  de  James  por  ejem- 
plo, 1.°  y  2.°:  repásense),  pues,  siendo  la  influencia  de 
la  mentalidad  pasional  sobre  la  creencia  un  hecho  indis- 
cutiblemente legítimo  en  el  segundo  sentido  no  prag- 
matista, nos  exponemos,  si  no  hacemos  la  distinción,  a 
que  esa  evidencia  y  legitimidad  refuercen  psicológica- 
mente el  valor  que  la  tesis  entendida  en  el  otro  sentido, 
en  el  verdaderamente  pragmatista,  tuviera  por  sí  misma 
para  nosotros. 

Ahora,  veamos  otra  confusión,  la  capital,  alrededor  de 
la  cual  la  rica  ideología  de  James  gira  en  falso  como 
una  maquinaria  complicada  y  deslumbrante  que  tuviera 
flojo  el  eje  central. 

La  comprenderemos  con  el  mismo  ejemplo  de  la  cita  5: 
"Es  como  si  un  hombre  hesitara  indefinidamente  en 
pedir  a  cierta  mujer  en  matrimonio,  porque  no  está  per- 
fectamente seguro  de  que  se  portará  como  un  ángel." 

Entre  estas  dos  soluciones:  a)  la  enunciada  en  el  ejem- 
plo :  no  casarse  por  earecer*"7le  la  seguridad  completa 
de  la  bondad  de  la  mujer,  y  -¿4-  procurar  adquirir  por 
medios  extrarracionales  esa  seguridad  complexa.  —  no  es 
forzoso  elegir,  porque  hay  una  tercera  actitud  posible: 
obrar  por  probabilidades;  casarse  por  juzgar  que  los 
datos  que  se  tienen  para  creer  buena  a  la  mujer,  son 
bastantes  para  arriesgar  la  acción.,  Esta  tercera  actitud 
difiere  de  la  segunda  en  que  no  forzamos  la  creencia, 
en  que  no  creemos  sino  lo  'que  debemos  creer,  en  el 
grado  en  que  debemos  creer  (y,  entre  paréntesis,  James 
parece  identificar,  cuando  razona  sobre  estas  cosas, 
creencia  con  certeza  absólvia,  y.  olvidando  las  gradacio- 
nes posibles,  cae  en  errores  derivados  de  esta  nueva 
confusión).  Ahora  bien:  la  confusión  central  de  James, 
que  quiero  poner  de  relieve,  es  la  confusión  entre  la  se- 
gunda v  la  tercera   actitud.    La   verdaderamente  prag- 


1  -  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

matista  (si  pragmatismo  lia  de  implicar  alguna  novedad 
y  alguna  diferencia  con  relación  a  lo  que  siempre  se  ha 
considerado  o  deludo  considerar  como  natural  y  razona- 
ble) es  la  segunda  actitud :  convencernos;,  para  obrar. 
:u:'is  de  lo  ¡que  razonablemente  debemos  convencernos. 
Pero  James  a  menudo  llama  también  pragmatista,  o 
piensa  como  pragmatista,  a  la  tercera  actitud;  y,  natu- 
ralmente, como  ésta  es  la  más  razonable,  legítima  e  ina- 
tacable, siente  en  favor  del  pragmatismo,  y  comunica  al 
lector  no  prevenido,  una  ilegítima  sensación  de  evidencia, 
resultante  de  esle  transporte  falacioso.  Podríamos  de- 
mostrar con  más  citas  de  las  obras  de  James  esta  con- 
tinua oscilación  de  sentidos. 

Xo  hay  más  que  continuar  leyendo  el  pasaje,  ahora, 
para  comprender  cuan  débil  es  toda  la  argumentación. 
Así  como  hay  diferencia  entre  casarse  por  creer,  más  de 
lo  que  las  pruebas  o  suposiciones  racionales  autorizan, 
que  la  mujer  es  buena,  y  casarse  por  la  creencia  razo- 
nable de  que  será  buena,  creencia  suficiente  práctica- 
mente para  nosotros  aunque  no  sea  una  certidumbre 
absoluta,  así  también  no  es  lo  mismo,  por  una  parte, 
convencerse  por  procedimientos  de  violencia  intelectual 
—  o  de  embrutecimiento,  como  en  las  misas  y  el  agua 
bendita  de  Pascal  —  de  que  son  verdaderas  ciertas  su- 
posiciones religiosas  o  morales,  o.  por  otra  parte,  obrar 
como  si  fueran  verdaderas,  porque  las  creemos  probables 
¡i  simplemente  posibles  (la  simple  posibilidad,  aún  poco 
;  robable,  puede  determinar  muy  razonable  y  legítima- 
mente una  actitud,  como  si  yo  arriesgara  mi  vida  en- 
trando a  una  casa  incendiada  en  que  sería  posible,  aun- 
que poco  probable,  que  hubiera  una  persona:  para  esto 
no  necesito  convencerme  antilógicamente  de  que  la  hay). 

El  lector  sabrá  ahora  ver  la  misma  confusión  en  las 
citas  1.  en  la  2;  lo  mismo  en  la  3,  como  si  no  se  pudiera 
obrar  sin   forzar  la  creencia,  y  en  la  4. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  19 

Pero  al  mismo  tiempo  «que  el  lector  sabrá  ver  esas 
confusiones,  lo*  mismos  ejemplos  de  James,  y  el  de  la 
•usa  incendiada,  que  fué  intencionaJmente  elegido,  le 
habrán  sugerido  una  objeción,  sin  cuyo  examen  mi  crí- 
tica sería  insuficiente  y  podría  ser  equivocada.  La  ob- 
jeción es  ésta:  jy  no  será  precisamente  necesario,  o,  por 
lo  menos,  conveniente,  forzar  la  creencia,  para  estimu- 
larnos a  obrar,  para  hacer  posible,  o,  en  todo  caso,  más 
fácil  nuestra  acción.'  ¡Punto  importantísimo! 

jle  voy  a  servir  de  un  ejemplo  del  mismo  libro : 

"Suponed,  por  ejemplo,  que  haciendo  una  recensión  a  los 
Alpes,  he  tenido  la  mala  suerte  de  ponerme  en  una  posición 
de  la  cual  sólo  puedo  salir  por  medio  de  un  salto  temblé. 
Careciendo  de  experiencias  semejante-,  no  tengo  evidencia  de 
mi  capacidad  para  realizarlo  con  éxito ;  pero  la  esperanza  y 
la  conitianza  en  mí  mismo  me  dan  la  segundad  de  que  no 
fracasaré  y  dan  fuerza  a  mis  pies  para  ejecutar  lo  que  sin 
e&ü  epnoeiones  -ubjetivas  hubiera  tal  vez  sido  impoc-ible. 
Pero  suponed  que,  por  el  contrario,  las  emociones  de  miedo  y 
•desconfianza  preponderan:  o  suponed  que.  habiendo,  acabado 
de  leer  la  "Etica  de  la  Creencia",  siento  que  sería  inmoral 
obrar  sobre  la  base  de  una  suposición  no  verificada  por  ex- 
periencia previa.  —  y  así  hesito  tanto,  que  al  fin.  extenuado 
y  temlblorüso.  y  lanzándome  en  un  momento  de  deseaperaeióm 
no  alcanzo  a  hacer  ipie  y  ruedo  a'  abismo.  En  tete  caso  (y  es 
oíd  caso  de  trascendental  categoría]  el  partido  mes  sabio  es 
evidentemente  creer  lo  que  uno  desea :  porque  la  creencia  es 
una  de  las  condiciones  prelin-imut-  indispensables  de  la  rea- 
lización de  su  objeto.  Hay,  pues,  casos  en  que  la  fe  crea  su 
propia    verificación''.    (1) 

Empezaré  por  tomarme  la  libertad  de  variar  un  poco 
i\  ejemplo,  porque,  tal  como  lo  presenta  el  autor,  no  es 

(1)  Op.  citada:  artículo  "The  tentiment  of  Rafionality", 
pág.  96. 


20  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

aplicable  al  caso  de  una  duda  referente  a  cuestiones  ob- 
jetivas. James  refiere  su  ejemplo  al  caso  de  la  religión; 
ahora  bien :  el  caso  del  hombre  que  duda  sobre  si  es  o 
no  capaz  de  saltar  desde  cierta  altura,  no  es  comparable 
al  de  un  hombre  que  duda  sobre  si  cierta  religión  es 
verdadera  o  falsa,  sino  al  del  que  duda  sobre  si  es  él 
mismo  capaz,  por  su  temperamento  espiritual  de  ser  un 
adepto  de  esa  religión. 

Modificaré,  pues,  el  ejemplo,  como  dije,  para  que  sea 
bien  apropiado.  (Es  esta  la  única  razón  por  que  lo 
varío;  tal  como  está,  no  sería  embarazoso  para  mi  tesis; 
al  contrario :  mientras  el  hombre  se  crea  capaz  de  dar 
un  salto  que  es  realmente  capaz  de  dar,  cree  verdad,  y 
no  se  necesita,  para  justificar  y  ensalzar  esa.  clase  de 
creencias  dinamogénieas,  adoptar  ningún  punto  de  vista 
pragmatista.  Si  esa  fe  fuera  demasiado  lejos;  si  el  hom- 
bre acabara  por  creerse  capaz  de  dar  un  salto  que  en 
realidad  no  puede  ciar,  entonces  sí,  su  creencia  dejaría 
ya  de  ser  racionalmente  justificable;  pero,  precisamente, 
esa  creencia  falsa  lo  llevaría  temprano  o  tarde  a  muti- 
larse o  a  matarse,  y  ese  pragmatismo  sería  condenable 
desde  el  mismo  punto  de  vista  pragmatista) . 

En  mi  ejemplo  modificado,  voy  a  suponer  que  hay  ne- 
blina, y  que,  colocado  nuestro  alpinista  en  una  situación 
difícil,  duda  sobre  si  le  convendrá  dar  un  salto  en  un 
lugar  cuyo  fondo  no  ve.  Puede  ser  que  ese  fondo  esté  sólo 
a  un  paso  de  profundidad ;  puede  ser  que  sea  el  fondo  de 
un  abismo.  Ahora  bien-  si  nuestro  viajero  ha  de  deci- 
dirse a  saltar,  no  es  necesario  para  ello  que  se  convenza, 
que  adquiera  Ja  seguridad,  de  que  el  fondo  está  cerca: 
basta  que  tenga  motivos  para  suponer  que  ese  tempera- 
mento; el  de  dar  el  salto,  pueda  ser  menos  peligroso 
que  otros,  como  el  de  esperar  a  que  cese  la  niebla  expo- 
niéndose a  una  pulmonía,   o  el  de  descender  por  otro 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  21 

lado  de  la  montaña  por  donde  hay  fieras;  o  basta  tam- 
bién que  por  su  temperamento  prefiera  esa  forma  de 
peligro. 

Pero  se  dirá,  y  aquí  viene  la  objeción,  que,  de  todos 
modo?,  si  ha  de  dar  el  salto,  lo  dará  mejor  teniendo  la 
seguridad  de  que  el  lugar  es  poro  profundo.  Tal  vez; 
pero  esa  posibilidad  de  acierto  o  éxito  en  algunos  casos 
especiales,  está  más  que  compensada  por  gravísimos  ma- 
les y  peligros.  En  primer  lugar,  esas  convicciones  extra- 
rracionale.s  llevarían  al  viajero  mucho  más  frecuente- 
mente a  la  muerte  que  a  la  salvación,  en  los  mismos  casos 
en  que  se  formaran;  y.  en  segundo  lugar  tales  convic- 
ciones no  podrían  formarse  sin  producir  el  falsea  miento 
de  todas  las  nociones  de  posición,  distancia,  etc.,  lo  que 
implicaría  el  peligro  para  otros  muchos  casos,  además 
de  aquellos  especiales.  Esto  último  sale  muy  forzado  en 
el  ejemplo.  Lo  que  quiero  decir  es:  primero,  que  vio- 
lentar la  creencia  en  ciertos  casos,  sean  los  que  sean,  e- 
aumentar- las  probabilidades  de  error;  y.  después,  que 
no  se  pueden  hacer  impunemente  <jsos  ejercicios  psico- 
lógicos, cuyo  efecto  es  falsear  el  resorte  de  la  consecuen- 
cia y  disolver  los  preciosos  instintos  que  nos  sirven  para 
graduar  nuestras  creencias.  Y  es  por  todo  eso  por  lo 
que  el  pragmatismo  (el  pragmatismo  propiamente  dicho, 
en  cuanto  sea  una  novedad,  y  no  todo  lo  legítimo  y  justo 
y  razonable.  .  .  y  conocido  que  se  ha  confundido  con  él), 
es.  aún  desde  el  mismo  punto  de  vista  pragmatista, 
inferior  al...  a  esa  otra  actitud  del  alma  que  preci- 
samente por  ser  la  única  lógica,  la  única  moral,  la  única 
sincera,  la  única  posible,  no  puede  nombrarse  con  nin- 
gún temo. 


En  los   márgenes    de    «L'Expérience 
Religieuse»    de  Willian  James 


Al  anotar  un  libro,  comentamos  preferentemente  las 
partes  con  qu°  estamos  disconformes;  el  acuerdo,  la 
ard 'miración,  se  marcan  simplemente  por  señales  o  expre- 
siones de  aprobación  en  los  pasajes  respectivos  (¡cuántas 
he  escrito  en  este  libro),  y  lo  'jar  habría  que  transcribir 
serían,  precisamente,  les  pasajes  mismos. 

Por  fácil  de  comprender  qae  sea  esto,  había  que  dr- 
cirlo  antes  de  reproducir,  a  propósito  de  obra  tan  va- 
liosa, anotaciones  que,  por  esa  razón,  expresan  preferen- 
temente la  reacción  negativa  del  lector.  (1) 


(1)  No  atetante,  hago,  'por  lo  menos,  la  referencia  de  algu- 
nos pasajes,  de  entone  los  que  me  parecieron  más  hermosos,  f. 
más  verdaderos,  y  también  de  entre  los  que,  en  todo  caso  y 
sean  cuales  sean  las  reservas  que  se  imponen,  me  impresionaron 
como  más  serios  y  más  dignos  de  atención.  Por  ejemplo: 
pág.  6  (el  oomeepto  de  los  "genios  religiosos",  que  después 
se  desarrolla)  ;  página  8  (todo  lo  que  sugiere  la  suposición 
del  cangrejo  que  se  indignaría  al  saberse  clasificado)  ;  pági- 
na 9  (la.  indignación  que  nos  produce  la  desproporción  algo 
ridicula  entre  ciertas  pretensiones  científicas  y  su  resultado)  ; 
página  23  (los  dos  últimos  parrafee  del  capítulo  "Neurosis  y 
Religión)  ;  página  44  (sobre  la  influencia  irreemplazable  de  las 
religiones  para    facilitarnos   sacrificios   y   hasta     para     hacer- 


24  C  IRLOS    VAZ    FERKEIRA 


Leyendo  el   prólogo  de   Boutroux,  se  sospecha  que  en 

la  obra  ha   de  encontrarse  cierto  paralogismo: 


nos  encontrar  la  dicha  en  ello);  página  54  (asimilación 
del  sentimiento  de  lo  real  más  bien  a  una  sensación  que  a 
una  operación  intelectual);  página  78  (reflexiones,  y  ejemplo 
de  ciertos  espíritus  estrechos  e  "invulnerables",  que  se  encuen- 
tran a  menudo);  página  80  y  siguientes  (la  mincl-cure,  movi- 
miento  optimista  imiuy  interesante  como  objeto  de  estudio)  ; 
1  agináis  118  y  119  (crítica  de  ciertos  moderaos  conceptos 
erróneos  sobre  el  pretendido  optimismo  pagano)  ;  página  165 
(el  concepto  interesantísimo  del  "foco  habitual  de  energía  per- 
sonal'"): página  174  (un  párrafo  gravísimo  sobre  las  almas 
estériles  depd'e  el  punto  de  vista  espiritual,  de  buena,  fe,  pero 
incapaces  para  el  sentimiento  religioso,  especie  psicológica  a 
la  cual  podríamos  'pertenecer  los  que  sentimos  lo  que  yo  siento 
sobre  las  religiones  y  sobre  el  libro  de  James. . .);  páginas  11(5 
y  otras  (sobre  la  actitud  a  observar  con  un  pesimista)  ;  pá- 
ginas 136  y  137  (impotencia  final  del  optimismo,  y  recono- 
cimiento de  que  el  pesimismo  ''engloba  una  porción  mayor 
de  la  realidad'  que  su  antagonista)  ;  páginas  205  y  206  (re- 
sumen de  la  hipótesis  del  autor  sobre  el  papel  dle  la  actividad 
subliminal  en  la  experiencia  religiosa);  página  203  (algo  muy 
inteligente  sobre  lo  que  puede  dar  cada  alma,  según  sus  fuer- 
zas, y  errores  posibles  en  la  apreciación  de  los  efectos  de  la 
religió  si  no  i-e  tiene  en  dienta  la  clase  de  espíritu  en  que 
obra);  página  219  (insiste,  en  una  frase  frappante.  sobre  el 
hecho  de  que  la  realidad  de  lo  invisible  nos  sea  revelada  por 
una  '■sfi/tación  especial'',  que  él  ha  descripto  en  toda  la  pri- 
mera parte  de  su  libro:  "experiencia  religiosa" ) :  página  264 
(obligación  de  tratar  de  comprender  la  necesidad  de  obedien- 
cia que  exii-ie  en  muchas  almas)  ;  página  270  (lo  mismo  en 
cuanto  al  ideal  de  pobreza)  ;  página  281  (reflexiones  sobre  los 
métodos  resueltamente  empíricos,  que  llevan  a  no  encontrar 
nunca  definiciones  recortadas  al  sacabocados,  ni  fórmulas  esco- 
lásticas) ;  286   (notables  coinideraciones  sobre  el  papel  del  es- 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  25 

"Es,  en  efecto,  la  idea  directriz  de  "W.  James-,,  la  de  que 
nuestras  concepciones  se  aproximan  tanto  más  a  la  realidad 
cuanto  mejor  representan,   no   los   pretendidos   elementos  siin- 


eeptácismo)  ;  páginas  292  y  293  (sobre  las  cofas  que  son  ad- 
mirables sin  ser  imitables,  y  sobre  la  necesaria  falta  de  me- 
dida en  los  iniciadores);  página  306  (hermosísimas  conside- 
raciones sobre  las  relaciones  del  ideal  con  la  realidad  actual)  ; 
[página  308  (fuerte  argumento  en  favor  de  la  santidad,  basado 
en  la  necesidad  de  que  alguien  arriesgue  el  primer  paso  en 
todo  movimiento)  ;  página  314  (reflexiones  discutibles,  pero 
interesantes  sobre  la  pobreza  y  cierto  papel  de  ella  como  sus- 
titutiva  de  la  guerra);  páginas  329  y  otras  (posibilidad  de 
que  ciertas  formar*  de  conciencia  tengan  en  alguna  parte  un 
punto  de  aplicación  oculto  para  nosotros,  y  otras  posibilidades 
que  sugiere  el  estudio  del  'mlistieismo :  interesantísimo  y  bon- 
do...);  páginas  358  a  359  (las  tres  conclusiones  sobre  la 
experiencia,  mística,  que  son  inatacables :  nótese  que  no  son 
pragmatistas);  página  370  (ciertas  reflexiones  sobre  muestro 
conocimiento) ;  página  381  (relaciones  de  la  Filosofía  con  la 
Religión);  páginas  384  y  385  (católicos  y  protestantes);  pá- 
gina 392  (observaciones  sobre  la  estrecbez  intelectual  de  cientos 
creyentes):  página  404  (conclusión  sobre  las  relaciones  estre- 
chas, según  el  autor,  de  la  vida  religiosa  con  la  conciencia 
suibliminal) ;  página  405  (resumen  de  las  creencias  más  ca- 
racterísticas de  la  vida  religiosa) ;  página  418  (suposición  de 
que  ''la  actitud  rigurosamente  impersonal  de  la  ciencia  mo- 
derna" fuera  una  exageración  de  utilidad  temporaria,  y  no 
un  matedlo  definitivo);  página  420  (consideraciones  notable- 
mente expresadas  sobre  el  núcleo  común  de  todas  la*  reli- 
giones, al  que  cada  uno  agregará  sus  creencias  personales)  ; 
página  426  (el  no  subconscirnte,  como  lazo  de  unión  entre  la 
religión  y  la  ciencia),  y  247  (hipótesis  del  autor  al  respecto); 
páginas  430  y  431  (distinción  entre  el  supernatnralismo  --ro- 
sero y  el  refinado,  y  elección  del  primero  por  el  autor)  ;  pági- 
nas 434  y  435  (no  hay  nece-idad  de  que  sea.  el  MÁS  Grande, 
infinito  ni  único)  ;  etc.,  etc.  (Cito  por  la  edición  francesa» 
Alcan-Kündic-.   Pa ríe-Ginebra,   1906) . 


26  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

pies  de  las  cosas,  ficciones  de  nuestro  entendimiento  débil,  sino 
los   todos   ricos  y   fecundos   dados   inmediatamente   en   la   con- 
ciencia." 

Esto  hace  temer  que  se  confundan  dos  sentidos  de 
" aproximarse  a  la  realidad".':  a  propósito  de  esos  ''todos 
ricos  y  fecundos  dados  inmediatamente  en  la  concien- 
cia", p'uiede  afirmarse  que  se  acercan  a  la  realidad  en  el 
sentido  de  que  son  realmente  lo  que  hay  en  el  espíritu, 
y  puede  hacerse  una  afirmación  verbalmente  idéntica, 
en  el  sentido  de  que  eso  que  ocurre  en  el  espíritu  sea 
adecuado  a  la  realidad  objetiva. 

Otros  pasajes  del  prólogo,  en  que  esa  confusión  es  evi- 
dente en  el  prologuista,  nos  mueven  a  temerla  más  en 
el  libro : 

"Entre  ésta  (la  religión)  y  la  ciencia,  la  verdadera  dife- 
rencia es  de  lo  concreto  a  lo  abstracto.  La  religión  concierne 
a  la  vida  misma  del  alma,  tal  comió  ella  es  dada  inmediata- 
mente a  la  conciencia :  la  ciencia  se  relaciona  con  el  objeto 
de  nuestra  conciencia,  aislado  artificialmente  del  soporte  sub- 
jetivo, sin  el  cual  no  existiría.  La  ciencia  no  tiene,  pues,  pior 
materia,  hechos  completos  y  reales,  sino  extractos,  símbolos  de 
hechos,  que  pierden  en  realidad,  en  verdad,  lo  que  ganan  en 
simplicidad  y  en  claridad. .  .  La  religión  comporta,  pues,  una 
verdad  que.  sin  duda,  e>  d¡e  otro  orden  que  la  verdad  científica, 
pero  que  no  se  impone  menos  fuertemente  a  nuestra  adhe- 
sión". 

¿Quién  no  ve  el  paralogismo?  Lo  que  dice  B.  sobre 
la  naturaleza  de  la  ciencia,  es  exacto;  pero  la  conclusión 
que  saca,  sólo  ha  podido  salir  de  esas  premisas  merced  a 
una  confusión,  pues  la  verdad  de  la  religión,  en  cuanto  in- 
dividual y  concreta,  es  su  verdad  como  realidad  psicoló- 
gica y  no  su  verdad  como  adecuación  de  la  realidad  psi- 
cológica a  la  objetiva;  lo  primero   es  lo   único  que  se 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  27 

podrá  deducir  de  aquellas  premisas  {"done")  ;  no  lo  se- 
gundo. 

(Efectivamente,  este  paralogismo  aparece  después  en  la 
obra  y  desempeña  un  papel  bastante  importante) . 

OTROS  PASAJES  DEL  MISMO  PROLOGO  DE  BOUTROUX 

"Juagaréis  el  árbol  por  ¡sus  frutos",  dice  el  Evangelio. 
Este  principio,  en  religión,  es  fundamental.  Se  trata  aquí  de 
vida,  de  alegría,  de  ipiaz  interior,  de  potencia....'' 

ÍPero  las  de  los  Thugs  eran  excepcionales.  .  . 
VrOoaré  que  la  más  severa  condenación  del  pragmatismo, 
es  de  orden  pragmático! 

"Se  pueden,  dice  W.  James,  resumir  en  tres  principales 
Ior  caracteres  necesarios  y  suficientes  paira  que  un  fenómeno 
religioso  sea  reconocido  como  legítimo.  Estos  caracteres  son: 
una  iluminación  inmediata,  la  conformidad  a  la  razón,  y  la 
capacidad  de  conferir  la  fuerza  moral.  Nadie  duda  de  que 
esos  caraciteres  se  encuentran  a  veces  realizados.  Donde  exis- 
ten, se  argüiría  en  vano  con  el  estado  nervio™  del  individuo 
o  con  la  fragilidad  de  sus  conceptos?  mletafísieos.  Se  está  en 
presencia  de  una  cosa  que  vive,  y  cuya  fuerza  de  resistencia 
es  apta  para  soportar  con  éxito  los  niás  rudos  asaltos.  Es 
bastante  para  que  caigan  inupotenies  nuestras  objecciones  abs- 
tractas de  dialécticos." 

No  entiendo  en  este  momento  por  qué,  si  uno  de  los 
criterios  es  "la  conformidad  a  la  razón",  deban  "caer  im- 
potentes" las  objeciones  dialécticas.  Dependerá  de  que  esa 
dialéctica  sea  buena  o  mala,  toui  simplement;  pero,  en- 
tonces, ¿iqmé  traería  de  nuevo  ese  pragmatismo? 

"...  el  mundo  en  que  vivimos  puede  ser  tratado  secón  dife- 
rentes r-istemas  de  ideas...    Religión    v  ciencia  son    dos   llaves 


28  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

ile  que  disponemos  para  abrir  los  tesoros  del  Universo.  ¿Y 
por  qué  el  mundo  no  se  compondría  de  esferas  de  reali- 
dade:  distintas  pero  interferentes,  de  manera  que  no  podría- 
mos nosotros  aprehenderlo  sino  usando  alternativamente  de 
diferentes  símbolos  y  tomando  actitudes  diversas?" 

Concepción  cara  a  James.  Él  la  piensa  en  un  plano 
superior  al  de  los  hombres  de  ciencia;  pero  cabe  resistirse 
a  admitirla,  en  un  plano  superior  al  de  James. 

"Personalidad:  tal  es  la  forma  del  sea*  en  el  mundo  de  la 
conciencia.  Ahora  bien:  la  ciencia  consiste  precisamente  en 
dlesperponalizar  líos  seres  de  la  naturaleza.  Disuelve  todo  lo 
que  es  unidad  compleja  y  viviente,  para  tender  a  no  admitir 
como  reales  más  que  elementos  simples  y  relaciones. . ." 

Error  profundo :  eso  no  es  más  que  una  parte  de  la 
ciencia.  Por  ejemplo:  las  descripciones  psicológicas  de 
James  no  hacen  eso.  En  otro  sentido.  La  Moral  no  hace 
eso,  o  puede  no  hacerlo...  Ni  tampoco  la- Filosofía  se 
reduce  a  eso;  a  menos  que  sean  una  ciencia  estrecha  y 
una  filosofía  estrecha . 

"En  cuanto  a  las  objeciones  que  sie  sacarían  de  la  caducidad 
de  los  dogmas  o  del  antagonismo  de  la  ciencia,  se  desvanecen 
ante  una  psicología  que  no  ve  en  los  'dogmas  más  que  un 
epifenómeno  y  no  la  esencia  de  la  religión..." 

Se  adivina  que  en  el  libro  ha  de  existir  otro  gran  para- 
logismo, que  consistirá  en  una  aplicación  inconsecuente 
del  mjétodo  pragmático :  por  una  parte,  se  pretenderá 
justificar  la  religión  por  sus  resultados;  pero,  por  otra, 
se  harán  distinciones,  se  pensará  en  las  religiones,  no 
como  son,  sino  como  deberían  ser,  y  se  olvidará  que  los 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  29 

cogmas  san   precisamente  el  resultado   más   universal   y 
más  inseparado  de  ellas. 


Es  conocido  el  problema  moral  planteado  en  "Le  Dis- 
ciple".  Aunque  Bourget  lo  hubiera  tratado  con  más 
profundidad,  no  hubiera  logrado  producir  ni  el  más  leve 
movimiento  de  los  espíritus  en  favor  de  la  tesis  con  que 
él  simpatiza  :  todos  sienten,  aún  los  que  no  son  capaces 
de  razonar  este  sentimiento,  que  si  alguna  vez  la  afirma- 
ción de  lo  que  se  cree  verdadero  produce  males,  esto 
ocurre  en  menos  casos  y  en  menor  grado  que  el  mal 
contrario ;  y  sobre  todo,  que  la  conducta  sincera  por 
parte  de  los  hombres  de  pensamiento,  es  la  condición  mis 
indispensable  del  míe  jora  miento  intelectual  y  moral. 
Pero  esto  ocurre  calando  el  pensador  busca  la  verdad  y 
afií'ma  por  la  verdad:  no  debe  entonces  preocuparse  de 
las  consecuencias.  En  el  pragmatismo,  podría  pasar  lo 
contrario :  si  un  autor  escribe,  no  porque  crea  verdadero 
lo  que  dice,  sino  porque  lo  cree  conveniente,  provechoso, 
para  los  hombres  (1),  ese  sí.  carga  sobre  él  toda  la 
responsabilidad  de  las  consecuencias  directas  e  indirectas 
de  sus  libros.  James,  por  ejemplo,  en  cuanto  sea  su  libro 
sobre  las  religiones  un  libro  pragmatista  en  ese  sentido, 
es  responsable  de  esas  actitudes  que  describe  el  prolo- 
guista: "las  personas  de  mundo...,  las  mujeres,  bus- 
can (en  esta  obra)  luces  y  fuerzas  para  realizar,  de 
acuerdo    con    las    ideas    modernas,    el    ideal    religioso". 


(1)  "Concepción  estrecha  del  pragmatismo",  se  rae  dirá. 
Pero  es  uno  de  los  sentidos  que  se  da  al  término:  casi  el 
que  queda,  si  se  resta ...   el  talento  de  los  autores. 


30  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

Bien  sé  que  no  temerá  esa  responsabilidad  el  autor;  a 
mí,  me  aterraría. 


Dice  James  (en  otro  libro)  que  la  filosofía  de  lo  in- 
cognoscible es  ''cloroformo  espiritual".  Si  fueran  líci- 
tas estas  imágenes  exageradas.,  las  religiones  serían  es- 
tricnina espiritual  (porque  determinan,  alternando  con 
períodos  de  parálisis,  una  acción  que  se  parece  a  las 
convulsiones  en  lo  impulsiva,  violenta,  ingobernable,  y 
en  que  no  es  acción  de  fuerza  sino  de  debilidad) . 

Y  si  se  crea,  acción  mutilando  pragmáticamente  la  in- 
teligencia, es  como  cuando  se  corta  a  un  animal  un  lado 
de  los  centros  motores.  El  animal  se  mueve  incesante- 
mente, con  gran  fuerza,  en  círculo,  sin  objeto  útil.  Cuan- 
do está  el  centro  íntegro,  hay,  en  realidad,  más  fuerza. 
aunque  el  ser  esté  a  menudo  inmóvil,  en  equilibrio  de 
energías,  y  sólo  obre  cuando  tiene  que  obrar. 


V.  pág.  28.8  y  otras.  —  Parece  que  una  de  las  obje- 
ciones a  J.  sería  ésta :  al  juzgar  por  sus  frutos  los  dife- 
rentes tipos  de  religión,  él  no  toma  en  cuenta  más  que 
los  frutos  personales :  lo  que  hace  la  religión  en  el  indi- 
viduo que  la  siente.  Aún  suponiendo  concedido  que  ese 
fruto  sea  bueno,  hay  que  tener  en  cuenta  que  de  ahí 
resultan  consecuencias  ulteriores  en  otros  individuos,  en 
la  sociedad  en  general ;  esto  también  'es  fruto,  forma 
parte  de  la  cosecha  por  que  hay  que  juzgar  el  árbol,  y" 
J.  no  lo  tiene  en  cuenta.  Ahora  bien:  esa  influencia,  casi 
siempre  ''por  lo  menos  casi  siempre),  va  al  mal:  a  la 
formación  de  capillas,  ritos,  etc.,  que  él  mismo,  J.,  con- 
dena tan  severamente 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  31 

Valdría  más,  desde  el  mismo  punto  de  vista  pragmá- 
tico, que  cada  individuo  se  limitara  a  creer  lo  que  sabe, 
dudar  de  lo  que  ignora ;  y,  si  cree  por  probabilidades 
o  por  satisfacer  necesidades  afectivas,  Saber  que  es  as% 
porque  así  no  se  hace  nial. 

Cierto  es  que  esa  es  en  el  fondo  la  acritud  que  acaba 
por  adoptar  James;  pero  no  la  que  él  preconiza  o  aprue- 
ba en  otros.  Esta  es  una  de  las  inconsecuencias  del  libro. 


Lo  que  hay  es  que  la  actitud  del  hombre  debe  ser 
respetuosa,  seria,  afectiva ;  y  cualquier  actitud  intelectual 
puede  teñirse  de  eso,  sea  ciencia,  sea  ignorancia  (como 
cualquiera  de  ellas  puede  ser  dura,  estrecha,  railleuse). 
Quizá  James  cree  que  sólo  la  religión;  pero  no.  Todo 
estado  intelectual  así  impregnado  de  sentimiento  solemne 
y  sincero,  es  alto  y  respetable.  Pero  el  más  alio  y  res- 
petable debe  ser  la  ignorancia  impregnada  de  sentimien- 
to solemne  y  sincero ;  y  debe  serlo  por  esta  razón :  por- 
que, de  hecho,  ignoramos. 

Hoy,  ya.  la  cuestión  no  se  plantea  más  «pie  entre 
estados  altos:  entre  la  religión  elevada,  a  lo  James,  y 
esa  otra  actitud  mental  (yo  nc  la  llamaría  '"irreligión") 
también  en  un  plano  alto,  a  lo  Gruyan.  James  no  debería 
comparar  su  religiosidad  en  plano  elevado  con  la  otra 
actitud  en  plano  inferior  (ni  tampoco,  naturalmente, 
d'ebe  hacerse  lo  contrario,   como  es  común)  . 


De  la  intolerancia  y  el  fanatismo,  dice  que  son  pro- 
ductos humanos  y  no  de  la  religión;  y  en  cambio,  del 
sacrificio  y   el   beroísmo   y   la   nobleza,   no   dice   que  son 


32  CARLOS   VAZ  FERREIRA 

frutos   humanos   sino   ele   la  religión.    Paralogismo   gra- 
tuitamente rebajante  para  la  humanidad. 


Al  criticar  lo  que  él  llama  É £ materialismo  médico" 
(juzgar  las  manifestaciones  psíquicas  por  su  origen  or- 
gánico, condenando  las  que  tienen  origen  patológico, 
por  el  sólo  hecho  de  tenerlo).  James  tiene  razón  contra 
esa  tendencia  tal  como  ella  aparece  corrientemente,  o  sea 
en  una  forma  unilateral  y  exagerada.  Pero,  cuando 
pretende  negar  toda  valor  y  toda  significación  a  la  cues- 
tión de  origen,  y  sostener  que  el  origen  mórbido  de 
una  manifestación  mental  es  factor  absolutamente  indi- 
ferente y  negligeáble  en  la  apreciación  de  aquélla. — en- 
tonces, es  él  quien  exagera.  Leer  todo  eso,  para  evitar 
la  exageración  que  el  autor  denuncia,  evitando  también 
la  opuesta  en  que  él  incurre. 

Una  confusión  (pág.  14)  :  dice  que  el  hecho  indiscu- 
tible de  que  San  Pablo  haya  tenido  un  ataque  epilepti- 
formje,  de  que  Fox  fuera  un  degenerado  hereditario,  no 
son  hechos  que  basten  para. tranchkr  la  cuestión  del  valor 
espiritual.  (Trancher,  no,  evidentísiinamente;  si  bien  son 
hechos  que  hay  que  tener  en  cuenta)  .  Y,  para  demos- 
trarlo, continúa  así : 

"...  no  hay  uno  de  nuestros  estados  de  conciencia,  normales 
o  patológicos...,  que  no  tenga  por  condición  algún  proceso 
orgánico.  Hato  puede  decirse  de  las  opiniones  científicas  con 
tanta  razón  como  de  las  manifestaciones  religiosas. . .  Lo  mismo 
paisa  con  todos  nuestros  entusiasmos  y  todas  nuesfrals.  peque- 
dades.  con  nuestras  aspiraciones  y  con  nuestra*  angustias,  con 
nuestras  dudas  y  con  nuestras  creencias.  Que  su  contenido  sea 
o  no  religioso,  todioi?  e¡sos  hechos  psíquicos  tienen  igualmente 
en   el   organismo  sus   condiciones   inmediatas.    Es,   pues,   com- 


•  CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  33 

pletamente  ilógico  y  arbitrario  invocar  las  causas  orgánicas 
de  un  estado  de  conciencia  religioso  para  contestar  v?u  valor 
espiritual. . ." 

Se  lia  pasado  de  una  cuestión  a  otra .  No  hay  que 
hacer  al  materialismo  médico  todavía  peor  de  lo  i\ue  es, 
pues  no  se  trata  de  que  las  manifestaciones  psíquicas 
dependan  de  estados  orgánicos,  sino  de  que  dependan 
de  estados  orgánicos  patológicos. 

Pero,  en  resumen,  la  conclusión  de  este  capítulo  sobre 
la  posibilidad  de  que  una  de  las  condiciones  para  recibir 
la  acción  de  un  mundo  superior  a  las  realidades  sensi- 
bles fuera  la  de  ser  un  neurópata,  es  justa,  simpática  y 
(v.  pág.  23)  muy  sugestivamente  expresada. 


La  manera  de  entrar  en  materia,  prueba,  comparada 
con  los  modos  de  pensar  y  de  filosofar  tradicionales,  lo 
inmenso  del  progreso  intelectual  de  la  humanidad.  Yo 
sustituiría  un  curso  de  lógica  entero,  por  la  meditación 
y  la  acabada  intelección  de  esos  dos  párrafos  (los  pri- 
meros del  Capítulo  II:  La  Religión  com-me  fait  psycho- 
logique)  ;  y  hasta  por  la  de  esta  frase  «ola  (pág.  34)  : 
"La  pretensión  de  alcanzar  una  rigurosa  exactitud  en 
los  términos  (en  este  dominio  de  hechos,  en  que  son 
infinitos  los  matices  de  sentimiento  y  en  que  no  existe 
una  noción  que  se  pueda  determinar  con  una  precisión 
matemática)  probaría  simplemente  que  no  hemos  sabido 
comprender  nuestra  tarea". 


_  iramente.   el  estudio  de  Tantas  excentricidades  no   hará 
sino   aumentar  la.?  dificultades  de  nuestra    tarca.   ¿No  e>  una 


;;4  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

paradoja  sostener  que  la  religión  es  la  <m|ás  importante  de  las 
funciones  humanas,  si  cada  una  de  sus  manifestaciones  debe 
ser  atenuada,  corregida,  poblada"?  Y  si;in  embargo,  er-a  será 
tal  vez  la  conclulsáón  a  que  deberemos  Llegar". 

Este  pasaje  (pág.  43)  ya  hace  presentir  la  gran  con- 
fusión, el  gran  paralogismo  que  va  a  enturbiar  tan  her- 
moso estudio:  El  autor  se  propone  y  pretende  aplicar  él 
criterio  pragmatista  del  Evangelio:  juzga  "el  árbol,  por 
sus  frutos";  la  religión,  por  sus  efectos.  Pero,  al  mismo 
tiempo,  y  con  inconsecuencia,  hace  un  triage  de  esos  fru- 
tos: aprecia,  elige,  elimina,  depura,  y  tiende  a  juzgar,  no 
la  religión  real,  por  los  frutos  que  da,  sino  una  religión 
ideal,  por  los  frutos  que  él  cree  que  daría. 
Más  adelante  se  ve  bien  esto. 


"Imaginemos  una  barra  de  hierro  que  estuviera  dotada  de 
una  viva  conciencia  magnética;  sin  ninguna  sensación  táctil  o 
visual,  sin  ninguna  representación,  sentiría,  sin   embargo,  las 

diversas  modificaciones  de  su  estado  magnético,  bajo  la  influen- 
cia de  los  imames  que  se  mueven  a  su  alrededor;  esas  impre- 
siones determinarían  en  ella,  de  una  manera  consciente,  diver- 
sas actitude»?  y  diversas  tendencias.  Impotente  para  describir- 
nos el  aspecto  de  los  objetos  cuya  acción  baria  estremecer  sus 
moléculas,  tendría,  sin  embargo,  un  vivo  sentimiento  de  la 
presencia  real  de  ellos  y  de  su  soberana  importancia  para 
todo  su  ser." 

Esta  gran  comparación  es  inmediatamente  mal  "utili- 
zada, aplicándosela  a  las  ideas  abstractas: 

"...  nuestro  mundo  visible^  formado  de  objetos  concretos. 
se  baña,  ipor  decirlo  así,  en  un  universo  más  vasto  formado 
por  ideas  abstractas . . . 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  35 

...Las  esencias  abata-acias  que  llamamos  bondad,  belleza, 
justicia,  penetran  todas  las  cosas  'buenas,  bellas  y  justas... 

Una  cosa  es  lo  que  es,  ¡porque  participa  de  la  naturaleza 
de  una  u  otra  de  esas  abstracciones. . ." 

Este  me  parece  un  modo  regresivo  de  pensar,  o,  por 
lo  menos,  de  expresar  los  pensamientos.  Pero,  prescin- 
diendo de  ello,  ¡qué  hermosa  la  comparación  originaria, 
y  qué  apropiada  para  mostrar  la  estrechez  del  raciona- 
lismo exclusivo!  Claro  es  que  el  imán  no  tendría  prueba 
de  que  haya  aeres,  realidades,  que  lo  modifiquen ;  pero 
tendría  que  admitir  su  posibilidad;  y  este  es  el  signi- 
ficado de  nuestros  anhelos,  esperanzas;  de  ese  psiqueo 
instintivo  y  afectivo  a  que  el  racionalismo  estrecho  niega 
todo  valor.  .  . 


El  autor  aborda  la  cuestión  del  valor  que  pueden  te- 
ner lasi  experiencias  místicas. 

Aquí,  parece  fundamental  lo  siguiente :  en  la  mayor 
parte  de  los  casos,  entra,  concreta,  la  sensación  de  las 
rosas  especiales  de  cada  religión ;  quiero  decir  que  al 
Católico  se  le  aparece  Cristo,  con  el  corazón  sangrando, 
y  al  Mahometano  otra  cosa  concreta  de  su  religión,  etc. 
Xo  hay  derecho  de  despojar  las  experiencias  de  sus  de- 
talles concretos  inferiores,  o  contradictorios  unos  con 
otros;  y  esto  es  lo  grave  contra  este  modo  de  conoci- 
miento.   (Observación  importante). 


La.  mind  cure,  según  .James,  es  "la  única  filosofía  ver- 
daderamente original  que  haya    nacido  en  América." 


3b'  CÁELOS   YAZ   FERREIRA 

"Hay  bastantes  familias  en  que  está  prohibido  que- 
jarse del  mal  tiempo". 

¡Dmi,   de  pays! 

"...  una  larga. serie  ele  previsiones  penosas:  después  de  las 
enfermedades  de  la  infancia,  las  enfermedades  de  la  edad  ma- 
dura; después,  las  de  la  vejez;  perderemos  nuestras  facultades, 
volveremos  a  caer  en  la  infancia ;  por  arriba  de  todas  esas 
aprensiones  se  cierne  el  temor  a  la  muerte. . .  Es  como  una 
danza    macabra    de    abstracciones    aterrorizantes". 

La  anterior  es  una  cita  de  los  señores  Dressen  y  Wood, 
(quienes,  como  se  ve,  a  las  enfermedades  y  a  la  muerte, 
les  llaman  abstracciones! 

Uno  se  cura  de  un  esguince  que  acaba  de  hacerse 
en  el  pie,  diciéndose:  "No  existe  nada  más  que  Dios; 
él  es  la  fuente  perfecta  ele  toda  vida.  Yo  no  puedo 
hacerme  ni  esguince  ni  ningún  mal":  después  de  lo  cual 
camina  a  pie  tres  kilómetros.  Dice  James  que  no  basta 
con  pronunciar  la  palabra  "sugestión",  y  que  "toda  la 
cuestión  es  saber  por  qué  la  sal  vieja  ha  perdido  su 
sabor  y  p»¡r  qué  una  nueva  sal  la  reemplaza".  Podrían 
tener  que  ver  ciertas  especialidades  del  paladar  norte- 
americano. 


"El  salvaje  (a  cuyo  modo  de  pensar  se  asimila,  el  pensa- 
miento religioso)  (1)  no  sabe  ver  en  los  fenómenos  de  la 
naturaleza  más  que  voluntades  individuales...  Para  él  todo 
se  reduce  en  último  análisis  a  pe-iMmns  qae  se  ayudan  o  se 
"  eoraolbaten :  son  los  elementos  irreductibles  del  universo.  La 
ciencia,  al  contraiio,  lia  demostrado  (?)  que  la  per -'on  al  i  dad, 
lejos    de    s,>r    roa    fuerza    elemental    en    la    naturaleza,    no    es 


(1  )   VA  i]  aréntesis  no  forma  parte  de  la  cita. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  37 

más  que  la  resultante  parirá  de  las  tuerzas  verdaderamente 
elementales...  Los  individuos  no  son  nada  en  el  universo... 
;  Cómo  la  ciencia  ha  llegado  a  desateredatar  el  personalismo....?" 

Esquemas:  simplifieacioaies^  oposiciones  de  esquemas.... 
y  falsos,  por  añadidura :  la  ciencia  no  ha  demostrado 
eso,  ni  la  verdadera  ciencia  pretende  demostrarlo.  .  . 


(Cita):  "...  los  deseos  de  la  carne  van  contra  el 
espíritu,  y  los  del  espíritu  contra  la  carne".  Falso  en 
parte. 


Hermoso  y  exacto,  y  poignant,  todo  lo  que  dice  Tolstoi 
sobre  la  muerte;  sus  descripciones,  y  la  fábula  del  hom- 
bre que  lame  la  miel  suspendido  sobre  el  abismo  mien- 
tras el  ratón  blanco  y  el  ratón  negro  roen  incesante- 
mente el  débil  tallo  del  arbusto  que  lo  sostiene.  (1) 
Pero,  ¿„y  si  no  se  encuentra  solución?  Bien  pobre  es  la 
de  Tolstoi:  "su  angustia  no  había  tenido  por  objeto  la 
vida  ordinaria  del  común  de  los  hombres,  sino  la  de  las 
clases  superiores  y  cultivadas";  y  la  solución  «s  "ser 
simple".  Es  el  problema  de  Voltaire,  en  un  conocido 
cuento,  y  Tolstoi  elige  la  otra  solución.  Pero  no  se  pue- 
de. Ni  se  debe:  ¿sería,  acaso,  lo  más  digno,  que  la  in- 
feliz víctima,  en  lugar  de  la  miel  (que  le  sabrá  a  miel 
o  a  hiél,  según  su  temperamento)  tomara  un  estupefac- 
tivo? 


"Si   la   conversión,  "porte  de  bons  fruits"  en   nuestra  vida, 
(1)   Pág.  129. 


38  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

debemos  admirarla,  hacer  de  ella  nuestro  ideal,  aún  si  no  es 
más  que  un  fenómeno  natural.   Si.  al  contrario  .." 

Si  la  conversión  engaita,  el  fruto  no  puede  ser  bueno; 
o,  pur  lo  menos,  no  se  puede  calificarlo  de  bueno  con 
esa  simplicidad.  .  . 


"A  menudo  tenemos  el  deseo  de  una  vida  potente,  heroica; 
lo  que  nos  falta,  es  un  grado  suficiente  de  pasión  para  matar 
las  inhibiciones  que  nos  obstruyen  el  camino...  La  gran  dis- 
tancia enta-e  el  ideal  creador  de  realidad,  y  el  ideal  que  no 
es  sino  un  vano  suspiro,  se  explica,  pues,  por  la  ¡presión  más 
o  menos  alta  de  ese  elemento  explosivo  que  es  la  emoción.  Ante 
el  amor,  ante  la  indignación  generosa,  ante  el  entusiasmo,  se 
desvanece  como  un  sueño  la  triste  y  cobarde  cohorte  de  las 
inhibiciones  hábil  nales ..." 

Y  sigue  un  párrafo  hermosísimo:  pero,  ni  la  potencia 
y  el  valor  son  por  sí  solos  buenos  ni  malos,  indepen- 
dientemente de  su  fin  y  aplicación,  ni  la  cohorte  de 
inhibiciones  es  toda  triste  y  cobarde;  y  hay  muchas  de 
esas  inhibiciones,  que  tienen  que  ver  con  los  derechos, 
con  los  sentimientos,  con  la  personalidad  de  otros  hom- 
bres, las  críales  también  son  ■"barridas  como  hojas  se- 
cas" en  los  "santos"  del  tipo  agresivo.  En  los  del  tipo 
contemplativo,  no  serían  precisamente  inhibiciones,  sino 
impulsiones  buenas  y  sociales,  inhibidas  a  su  vez.  .  . 


'•Llamo  santo  al  hombre  en  quien  las  emociones  religiosas 
constituyen  el  foco  de  energía  personal...  El  santo  ama  a  30S 
enemigos ..." 

Pero  el  mismo  autor,  en  el  mismo  libro,  cita  ejemplos, 
en  gran  número,  de  santo-;  que  dejaron  de  amar  a  sus 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  H9 

amigos,  a  sus  hermanos,  a  sus  padres...  El  autor  ve  y 
juzga  los  hechos  con  una  unilateralidad  que  sería  inex- 
plicable en  su  talento,  si  ella  no  fuera  precisamente  la 
mejor  ilustración  del  peligro  de  los  ejercicios  pragma- 
tistas . 

* 

(Página  233:  sobre  la  cita  de  J.  Edwards)  :  Induda- 
blemente, es  un  hecho  grave  y  serio  la  existencia  de 
esta,  clase  de  placer  en  tantos  hombres...    Bien  serio! 


"...  para  vuestra  gloria,  para  mi  salvación  y  paxa  la  utili- 
dad de  la  Iglesia  y  de  vuestros  santos,  clont  .¡'espere  par  votre 
nrñce  faire  une  }<>>'ti<>n.  Vos  solo  sabéis  lo  que  me  convie- 
ne.. ."    (Cita   de  Pascal)  . 

Demasiada  primera  persona.  Un  fruto  muy  común,  es 
el  egoísmo;  pero  es  vulgar  decirlo,  y  sólo  por  eso  es 
difícil  contestar.  .  . 


El  caso  del  que  consideraba  inmoral  teñir  lo.s  vestidos 
(pág.  249),  y  todos  los  semejantes,  tienen  complicacio- 
nes, porque  habría  que  separar  la  faz  de  vanidad  de 
la  de  estética.  Condenar  la  estética,  así.  conjunta  e 
indistintamente  con  la  vanidad,  fué  uno  de  los  malas 
frutos.  Se  explica  bien  que  no  hicieran  esas  distincio- 
nes y  reservas  las  almas  estrechas  y  sinceras  de  aquellos 
hombres.  Se  explica  menos  bien  que  no  las  hagan  los 
espíritus  amplios  que  juzgan  los  frutos. 


"Los  predicadores  han  abusado  a  menudo  del  temor  de  los 
castigos    divinos:    a   menudo   hasta    han   recurrido   a    instintos 


40  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

bajos  y  mercenarios.  Pero  sería  un  gran  error  concluir  de  ahí 

que  el   temor  del  castigo   divin.»  pueda  ser  jamás,   en   el  cre- 
yente sincero,  un  cálculo  egoísta  y  bajamente  interesado.*' 

Aquí  separa  "el  temor"  de  entre  los  frutos,  y  lo  eli- 
mina. El  pragmatista  que  emplea  el  método  que  James 
ha  anunciado  y  se  ha  propuesto  seguir,  no  puede  hacer 
eso:  el  miedo  es,  de  hecho,  uno  de  los  frutos,  y  hay 
que  tomarlo  en  cuenta. 

Ya  he  dicho  que  es  uno  de  los  paralogismos  que  hay 
en  esta  obra.  Supongamos  un  árbol  que  produjera  unos 
frutos  venenosos  y  otros  salutíferos.  Si  he  de  juzgarlo 
por  el  método  evangélico,  claro  es  que  no  puedo  decir: 
prescindo  de  los  frutos  venenosos,  y,  tomando  en  cuenta 
sólo  los  buenos,  juzgo  bueno  el  árbol. 

James  diría  que  podría  afirmarse  que  los  frutos  malos 
se  producen  por  un  mal  cultivo  del  árbol,  y  que,  culti- 
vándolo de  otro  modo,  sólo  se  darían  los  buenos.  En 
tonces  habría  que  entrar  a  discutir  si  el  temor  es  fruto 
separable  o  inseparable  de  las  religiones . . .  M ejor  es  nc 
seguir  demasiado  las  metáforas. 


"■•Juzgar  el  ánbol  por  sus  frutos".  Pero  hay  que 
empezar  por  juzgar  los  frutos.  ¿Quién  los  juzga? 
¿  Cómo  se  juzgan  ? 

Si  un  ñuto  gusta  a  unos  y  no  a  otros,  ;  cómo  se  juzga 
el   árbol  .' 

# 

"En  suma:  la  vida  fundada  sobre  la  posesión  es  menos 
libre  que  la  vida  fundada  .-obre  el  valor  personal  o  sobre  la 
acción...  La  pereza  y  la  cobardía  se  infiltran  en  nosotros 
con  cada  nuevo  escudo  que  apartamos...  La  actitud  viril  del 
que  no  se  .preocupa  de  po>eer  nada  es  moralícente  superior 
al  amor  de  la  propiedad'". 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  41 

B|uen  fondo.  Vn  ¡poco  de  exageración  esquemática, 
pues  también  habría  que  tener  en  cuenta  aquello  otro 
tan  vulgar  de  la  debilidad  e  impotencia  que  crea  la  fal- 
ta de  bienes  materiales.  En  la  sociedad  actual,  los  nece- 
sitamos más  que  para  nosotros,  ipara  los  seres  que  ama- 
mos. Sobre  esto  hay  urna  serie  de  cosas  profundamente 
verdaderas,  pero  que,  a  fuer  de  vulgarísimas,  al  lector 
cuesta  decirlas  (y  casi  hasta  pensarlas),  lo  que  favore- 
ce ilegítimamente  el  punto  de  vista,  unilateral  de  James, 
aquí. 


"...  no  se  comprende  nunca  con  completa  claridad  un  sen- 
timiento que  uno  mismo  no  ha  experimentado.  Un  ciudadano 
de  los  Estados  Unidos  no  llegará  jamás  a  comprender  el 
lealismo  de  un  inglés  rpor  su  rey  o  de  un  alemán  por  su 
emperador.  Y  del  mismo  modo,  un  burgués  de  Londres  o  de 
Berlín  no  comprenderá  jamás  la  dicha  íntima  que  experimenta 
un  americano  en  no  tener  ni  monarca  ni  kaiser,  ni  ninguna 
vana  ostentación  de  estupidez  humana,  entre  él  y  su  Dios. 
Pero  si  sentimientos  tan  simples  son  impenetrables  para  cual- 
quiera que  no  loa  haya  respirado  desde  su  nacimiento  en  la 
atmósfera  moral  de  su  país,  ¡  cuánto  más  enigmáticas  deben 
permanecer  para  el  espectador  indiferente  las  emociones  re- 
ligiosas, tan  sutiles  y  tan  comiplejas!  Un  estado  de  alma  tal 
no  :?e  deja  sondear  desde  el  exterior". 

Verdadero,  bueno  y  bien  dicho ;  y  quizá  si  fuera  nece- 
sario .que  los  hombres  oyeran  todos  los  días  las  mismas 
palabras,  deberían  elegirse  esas.  Hay  que  tener  en  cuen- 
ta, sin  embargo,  para  pensar  en  el  grado  justo,  que,  si 
bien  todo  eso  ,haee  nuestro  juicio  sobre  sentimientos 
que  no  experimentamos,  falible  y  precario,  no  nos 
imposibilita    en    absoluto    para    juzgarlos:     tampoco    he 


42  C  IRLOS   VAZ   FERREIRA 

experimentado  yo  los  sentimientos  del  avaro  o  del  in- 
tolerante, los  del  megalómano  o  del  perseguido,  y  juzgo 
malos  a  aquéllos  y  mórbidos  a  éstos. 

Tener  en  cuenta,   para  pensar  sobre  los  sentimientos 
religiosos,   lo  uno  y  lo  otro. 


"Apliquemos  a  la  santidad  el  criterio  del  buen  sentido:  es 
por  medidas  humanas  como  apreciaremos  el  valor  de  la  vida 
religiosa  considerada  como  una  forma  suprema  de  la  actividad 
humana. .  .  Es  la  eliminación  de  los  débiles  y  la  supervivencia 
de  los  fuertes,  como  en  biología.  Los  elementos  religiosos  bien 
adaptados  a  la  vida  humana  prosperan  y  crecen;  los  que  son 
nial   adaptados,  decrecen  y  mueren". 

Pero  lo  que  está  en  cuestión  con  el  pragmatismo,  es 
si  iallgo  puede  ser  "bien  adaptado  a  la  vida  humana" 
siendo  falso  (eme  refiero  a  la  misimla  verdad  y'  falsedad 
relativa  y  humana). 

"Si  interrogamos  la  historia  ingenuamente,  veremos  que  es 
siempre  así  como  las  religiones  llegan  a  implantarse  en  el 
espíritu  humano;  traen  la  luz  a  las  inteligencias  inquietas,  el 
alimento   a  los  corazones  hambrientos". 

Sigue  la  petitio  ■.  lo  que-  se  disiente  es  si  es  realmente 
luz.  Y,  en  cuanto  a  la  otra  metáfora,  la  del  alimento, 
muestra  bien  el  paralogismo:  suponer  que  siempre  hay 
hambre  de  lo  que  se  debe  comer.  Sería  posihle  que  las 
religiones  satisficieran  a  ciertos  espíritus  como  el  alco- 
hol al  dipsómano  o  la  morfina  al  morfinómano,  lo  cual 
no  prueba  nada  (esto  último  es  lo  único  que  quiero 
decir) . 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  43 


■■;  .  .  .  cómo  sería  pasible  al  crítico  más  competente  y  más 
sincero  no  sentirle  prevenido  en  favor  de  la  religión  que  mejor 
responde   a   sus    necesidades    personajes  ?". 

Tener  en  cuenta  que  pueden  ser,  éstas,  contrarias  o 
distintas  de  las  de  humanidad. 


"Cuando   se   trata    de    estimar    el   valor   de   loa    fenómenos 

religiosos,  importa  distinguir  entre  la  religión  personal,  parte 
integrante  de  la  conciencia  de  un  individuo,  y  la  religión 
colectiva,  formada  de  ritoi  y  de  instituciones  que  son  el  pro- 
ducto y  el  patrimonio  común  de  todo  un  grupo  social.  La 
historia  nos  muestra  que  la  mayor  parte  de  los  genios  reli- 
giosos ejercen  a  su  alrededor  una  influencia  que  les  atrae  dis- 
cípulos. Esos  pequeños  grupos  de  sectarios,  tienden,  a  medida 
que  crecen,  a  darse  una  organización  y  a  transformarse  poco 
a  poeo  en  cuerpos  eclesiásticos,  dotados  de  una  vida  propia, 
propensos  a  extenderse  y  a  dominar.  El  espíritu  político  y 
el  dogmatismo  insolente  invaden  entonces  la  iglesia  naciente 
y  corrompen  la  fuente  de  la  vida  religiosa.  Guarido  oímos 
pronunciar  hoy  la  palabra  religión,  tenemos  tendencia  a  re- 
presentarnos siempre  tal  o  tal  iglesia.  Y  para  muchos  hom- 
bres, la  palabra  iglesia  designa  una  mezcla  tan  horrible  de 
hipocresía,  de  fanatismo  y  de  superstición,  que  proclaman 
con  aire  triunfante,  y  sin  entrar  en  los  detalles,  que  la  "reli- 
gión" es  una  pura  abominación  de  que  hay  que  tratar  de 
purgar  el  mundo .  . . 

'Tero  las  instituciones  eclesiásticas  no  son  en  ningún  grado 
el  objeto  de  nuestro  estudio.  Nos  atenemos  a  la  experiencia 
religiosa  íntima,  que  naiee,  se  desarrolla  y  muere  en  una  con- 
ciencia  individual." 


44  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

Está  en  su  derecho.  Pero,  entonces,  no  puede  juzgar, 
sin  ese  estudio,  la  religión,  por  lo  menos  dentro  de  su 
fnétodo,  porque  eso  que  no  estudia  es  fruto,  y  ha  pres- 
cindido  de  él. 

•Justamente  aquí  está  el  paralogismo  principal  de 
•  lames,  y  es  fácil  explicarlo  con  la  misma  metáfora.  Los 
ritos  y  capillas,  ese  dogmatismo  insolente,  y  todo  lo 
demás,  son,  fueron  siempre  de  hecho,  el  resultado  del 
natural  desarrollo  de  todo  movimiento  religioso.  El  mis- 
mo J.  lo  explica.  Pues  bien :  si  un  árbol  diera  fru- 
tos que,  verdes,  pudieran  considerarse  como  buenos, 
pero  (pie,  al  madurar,  se  hicieran  venenosos,  no  habría 
derecho,  si  se  ha  de  juzgar  el  árbol  por  el  método  evan- 
gélico, de  prescindir  de  ese  hecho. 

De  manera  que  la  defensa  de  las  religiones  puede 
hacerse  con  tocios  los  criterios,  por  todos  los  métodos, 
vienes  por  ese.    (V.  al  fin  de  estas  notáis). 

"Las  intuiciones  religiosas  sanas  y  personales  llevaron  a 
mu¡ehasi  almas  a  buscar  la  soledad;  obligaron  a  Bonddha,  a 
Jesús,  a  Mahoma.  a  San  Francisco,  a  Jorge  Fox  y  a  tantos 
otros,   a  huir  en   el  desierto   a  la  influencia  disolvente  de   las 

Ira  iliciones   humana'-." 

Y  es  así  como,  en  resumen,  casi  todo  el  bien  que  pue- 
den hacer  a  veces  unos  religiosos  es  "disolver"  el  mal 
que  otros  anteriores  hicieron. 

"No  hay  que  confundir  los  fenómenos  característicos  de  ese 
estado  -de  espíritu  (1).  que  dependen  de  la  psicología  colec- 
tiva, con  los  de  la  vida  religiosa  interior,  que  son  el  objeto 
de  nuestro  estudio.  Las  lapidaciones,  las  hogiieras,  las  drago- 
nada?,  las  matanzas  de  albigenses.  de  valdenses,  de  mm-mones, 


(1)    Fl   "e-ipíritu   clerical". 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  45 

de  judíos  y  de  armenios,  no  son  propiamente  manifestaciones 
del  espíritu  religioso;  son  los  efectos  de  un  instinto  profun- 
damente arraigado  en  el  alma  humana,  y  del  cual  encontramos 
en  nosotros  bastantes  trazas:  de  esa  repugnancia  agresiva  por 
todo  lo  que  sale  de  las  ideas  tradicionales  y  de  los  hábitos  co- 
rrientes, de  esa  neofobia  que  va  contra  todo  lo  que  parece 
extraño  o  excéntrico..." 

No  habría  derecho  de  razonar  así  llamándose  "Williaan 
James.  Claro  que  los  instintos  agresivos,  intolerantes. 
son  Imánanos:  pero  hay'  cosas  que  los  excitan,  fomen- 
tan, mantienen ;  la  religión  es  medio  de  cultivo  para 
ellos:  medio  optimnm,  en  el  sentido  de  la  Bacteriología. 


"El  profeta  que  se  aisla  del  mundo  es  un  loco  a  los  ojos 
del  mundo.  Si  su  doctrina  es  bastante  contagiosa  para  comu- 
nicarse a  otros,  se  convierte  en  una  herejía  catalogada.  Si, 
entonces,  su  poder  es  aiin  bastante  grande  para  triunfar  de 
la  persecución,  llega  a  ser  ella  misma  una  ortodoxia:  pierde 
para  siempre  su  interioridad:  la  fuente  se  ha  secado.  Los 
fieles  viven  exclusivamente  de  tradición  y  lapidan  a  su  vez  a 
los  profetas.  La  iglesia  nueva,  cualesquiera  que  puedan  ser 
las  virtudes  que  desenvuelva  en  sus  miembros  condenará  en 
adelante  todas  las  ideas  nuevas.  Se  podrá  contar  con  ella 
cada  vez  que  se  trate  de  aplastar  en  el  huevo  toda  vida  reli- 
giosa espontánea,  de  ahogar  la  inspiración  misteriosa  y  ori- 
ginal que  la  animaba  a  ella  misma  en  sus  días  de  heroísmo 
y  de  pureza.  Puede  ser,  sin  embargo,  que  encuentre  medios 
de  explotar,  en  el  interés  mismo  de  su  tradición  y  de  su  or- 
ganización eclesiástica,  los  estremecimientos  espontáneos  del 
espíritu  religioso.  La  manera  cómo  la  Iglesia  romana  ha 
procedido,  después  de  más  o  menos  hesitación,  para  con  mu- 
chos reformadores  atrevidos  y  santos  auténticos,  nos  suminis- 
traría ejemplos  notables  de  esta  .política  defensiva  que  cano- 
niza  y    absorbe    al  herético    para    mejor   aniquilar   la  herejía. 


4b'  CARLOS   VAZ    FERREIRA 

¡il  mismo  tiempo  que  saca  gloría  y  provecho  de  sus  mara- 
villosas  manifestaciones." 

Ya  he  dicho  que  el  método  pragmatista   (ya  que  se 

quiere  que  sea  método  y  no  doctrina)  falsea  y  deterio- 
ra la  inteligencia.  ¡  Cómo  es  posible  ver  eso,  sentir  eso 
y  escribir  eso.  y  no  entender  que  lo  que  se  está  hacien- 
do con  tanta  altura  afectiva  y  tanto  talento  es  la  des- 
cripción del  desarrollo  de  los  frutos!  (que  son,  así, 
malos). 


La  vida  religiosa,  en  una  gran  cantidad  de  individuos,  cós- 
ica, sin  penetrarlos,  costumlbres  y  '.-entimientos  profanos.  El 
espíritu  religioso  ¡puede  encontrarse,  pues,  junto  a  compañe- 
ros de  ocasión,  bien  indignos  de  él.  Hay  dos,  sobre  todo, 
que  le  juegan  muy  malas  pasadas:  en  el  dominio  práctico, 
es  el  espíritu  de  dominación  eclesiástica,  al  cual  conviene  atri- 
buir la  mayor  parte  de  las  bajezas  que  se  reprochan  de  or- 
dinario a  la  religión;  en  el  dominio  intelectual,  es  el  espíritu 
de  dominación  dogmática,  que  hace  que  el  clero  im|po.niga  a 
los  fieles  un  sistema  bien  cerrado,  bien  absoluto;  él  es  casi 
el  único  responsable  de  las  creencias  groseras  en  que  se  abre- 
van  los  gazmoños. 

;  Se  puede  separar  así?  La  cuestión  está  en  saber  si 
el  espíritu  religioso  no  produce,  o,  al  menos,  fomenta 
eso.   Son   separaciones  algo  (arbitrarias. 


"No  debemos  poner  a  cargo  de  la  piedad  ninguno  de  los 
crímenes  atroces  que  se  han  cometido  y  se  cometen  en  su 
nombre.  Todo  1<>  que  podemos  decir,  es  que  ella  es  a  menudo 
demasiado    débil    para    resistir    al    de-encadenamiento    de   las 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  47     » 

pasiones  brutales,  y  que  a  veces  leu  suministra  hipócritas  pre- 
textas." 

A  veces,  sin  duda.  Pero  suponer  (pie  todos  los  reli- 
giosos crueles  son  hipócritas,  sería  de  una  psicología 
infantil. 

"...  y  cuando  la  pasión  se  ha  calmado,  la  piedad  puede 
suscitar  un  arrepentimiento  que  el  hombre  irreligioso  no  co- 
nocerá jamás. 

Soy  yo  quien  subraya.  —  En  este  momento,  James 
está   estrecho. 


"Una  consecuencia  inmediata  de  e;te  estado  de  espíritu  es 
que  el  devoto  es  celoso  del  honor  de  su  divinidad.  . .  —  En  un 
espíritu  muy  estrecho,  dotado  de  una  voluntad  emprendedora, 
esta  preocupaición  puede  convertirse  en  soberana.  Se  han  pre- 
dicado cruzadas,  se  han  suscitado  masacres  simplemente  para 
borrar  una  afrenta  de  ese  género.  Las  teologías  que  repre- 
sentan a  la  divinidad  como  cuidadosa  de  su  propia  gloria. 
y  las  iglesias  cuya  política  es  teocrática  e  imperialista,  han 
soplado  tanto  sobre  esa  llama  de  la  intolerancia,  que  el  fana- 
tismo y  la  persecución  han  podido  parecer  a  veces  inseparables 
de  la   santidad.  . .". 

"Han  podido  parecer..."  James,  extraño  en  esto  a 
su  tempenaimento,  prescinde  de  la  real  naturaleza  huma- 
na.  y  razona  como  un  lógico,  no  sobre  lo  que  es  psicoló- 
gicamente, sino  sobre  lo  que  debería  y  podría  ser.  Sean 
o  no  inseparables,  de  hecho,  son  i nsr parados,  de  modo 
que,  por  el  método  de  Jame.%  hay  que  condenar  el  árbol. 
El  lector  tiene  que  haber  comprendido  bien,  ya.  que  si 
es   posible  intentar  con  más  o  míenos  éxito  la  justifica- 


48  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

ción  de  las  religiones  por  diversos  métodos,  hay  un  mé- 
todo, .sin  embargo,  por  el  cual  la  justificación  de  las 
religiones  es  completamente,  imposible,  y  es  justamen- 
te el  de  juzgarlas  por  sus  frutos. 

"Hay  que  convenir  que  no  hay  pecado  al  cual  el  alma 
•anta  esté  más  dispuesta  a  sucumbvir;  su  austeridad  se  cam- 
bia fácilmente  en  crueldad...  David  no  establece  diferencia 
entre  sus  propios  enemigos  y  Jos  de  Yahvé;  Catalina  de  Sie- 
na, suspirando  por  la  cesación  de  las  guerras  entre  cristianos, 
que  son  el  gran  escándalo  de  su  época,  na  puede  imaginar 
un  método  mejor  de  unirlos  que  una  cruzada  común  para 
masacrar  los  turcos;  Lutero  no  encuentra  una  palabra  de  pro- 
testa o  de  sentimiento,  cuando  los  jefes  anabaptistas  son  muer- 
tos entre  atroces  torturas;  Cronrwell,  finalmente,  loa  al  Señor 
porque  entrega  a  sus  enemigos  entre  sus  manos  para  su  "eje-. 
cueión" . 

Como  si  eso  no  fuera  fruto :  el  fruto  que  el  árbol  da; 
no  el  que  sería  deseable  o  se  juzga  posible  que  diera. 

"Pero   si   hay   que   inscribir    el    fanatismo    en    el    pasivo   de 
las  almas  religiosas,   es  solamente  cuando  su  nivel  intelectual 
.  es  tan  poco   elevado,  que  un  Dios  déspota   las  satisface  ente- 
ramente.'' 

Esto  es  intolerable.  A  San  Agustín,  a  Santo  Tomás 
y'  a  tantos  otros  'de  los  que  preconizaron  los  procedi- 
mientos per  gladium  y  per  igneni,  lo  que  menos  los 
caracterizaba  era  un  nivel  intelectual  poco  elevado. 

"Los  hombres  cuyo  carácter  es  imperioso  y  agresivo  son  los 
únicos  expuestos  a  convertirse  en  fanáticos." 

MJail,  todavía.  No  hay  tipos  fijos:  lo  que  hay  es  que 
la  religión  tiende  a  fanatizar,  y  unos  hombres  se  fana- 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  49 

tizan  más  y  otros  menos,  según  su  temperamento ;  pero 
la  tendencia  es  esa. 


''Cuando  leemos  semejantes  insipideces1  (1),  nos  damos 
cuenta  de  que  entre  el  ideal  del  siglo  XI II  y  el  del  siglo  XX 
hay   distancia." 

Por  la  acción  de  los  no  pragmatistas,  en  cnanto  triun- 
fó de  la  de  los  pragmatistas  de  entonces ;  quiero  decir : 
por  la  acción  de  los  que  buscaron  la  verdad  entonces, 
a  pesar  de  que  aquella  religión  satisfacía. 

"La  santidad  de  antes,  aún  la  más  auténtica,  cuando  se, 
encierra  en  esa  estrecha  concepción,  nos  parece  extrañamente 
superficial  y  bien  poco  edificante." 

Por  la  acción  de  los  que  no  obraron  como  pragmatis- 
tas^— ;  y  esa  acción,  que  creó  antes  mejores  estados  que 
la  "santidad"  de  antes,  tiende  a  crear  boy  mejores 
estados  que  la  santidad  de  boy — de  los  cuales  puede 
dar  idea  el  de  Guyau.  Entre  paréntesis:  ¿cómo  James 
ba  podido  escribir  un  libro  sobre  este  tema  sin  citar  a 
Guyau    frecuentemente  ? 


"Juzgaremos   también   severamente   la   noción    de   una   santi- 
dad fundada  sobre  lo-  méritos." 

(Pág.  301).  Y  otros  muchos  juicios  análogos.  Lo  mis- 
mo, siempre,   j  Cómo  ba  de  ser  legítimo  y  conforme  al 


(1)  A  propósito  de  las  "Revelaciones  de  Santa   Gertrudis". 

4 


.")0  CARLOS     VAZ    FERREIRA 

método  evangélico  de  juzgar  el  árbol  por  sus  frutos, 
este  triage  que  hace  James  d!e  los  frutos  del  árbol  de  la 
religión  ?  Para  juzgar  el  árbol,  hay  que  tomiar  todos 
los  frutos  y  juzgar  por  el  conjunto. 

Si  lo  que  se  pretendiera  juzgar  no  fuera  el  árbol, 
sino  cada  raima,  surgirían  complicaciones  sobre  las  cua- 
les habría,  que  explicarse;  y'  no  por  medio  de  metá- 
foras. 


"Ni  aún  le  gustaba  (1)  encontrarse  sólo  con  su  madre!, 
sea  en  la  mesa,  sea  en  conversación;  y  cuando  el  resto  de  la 
compañía  se  alejaba,  buscaba  él  también  algún  motivo  para 
retirarse." 

¡  Fruto  bien  repugnante !  ¡Y  el  efecto  producido  por 
la  lectura  de  eso  en  millares  de  jóvenes  a  quienes  se 
dio  como  modelo!.  .  . 

"...  Luis  miró  "la  muerte  de  su  padre  como  una  atención 
particular  de  Dios".  Escribió  a  su  madre  afligida  dos  cartas 
guindées,  dándole  consejos  como  hubiera  podido  hacerlo  un 
director  de  conciencia.  Pronto  llegó  a  ser  un  religioso  tan 
ejemplar  que,  cuando  le  preguntaban  cuántos  hermanos  y 
hermanas  tenía,  debía  reflexionar  para  contarlos...  Nunca 
se  le  vio  tener  en  la  mano  una  flor  olorosa  ni  ningún  otro 
objeto  perfumado...  Un  día.  su  compañero  de  cuarto,  ha- 
biéndosele acabado  el  papel  de  cartas,  le  pidió  una  hoja. 
Luis  no  supo  si  podía  dársela:  se  levantó  inmediatamente1, 
para   ir  a   pedir  permiso  al  superior." 

¡Bienvenidas  basta  la  estrechez  y  la  inferioridad  que 
se  emplearon  en  barrer  eso  de  la  tierra ! 


(1)   A  Luis  de  Gonzaga. 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  51 

"El  juicio  que  se  forme  sobre  el  valor  de  una  vida  seme- 
jante, depende,  ante  todo,  de  la  concepción  que  se  tenga  he- 
cha de  Dios  y  de  la  conducta  moral  que  se  suponga  serle 
agradable.  El  catolicismo  del  siglo  XVI  se  preocupaba  poco 
de  la  justicia  social:  abandonar  e.1  mundo  y  salvar  la  propia 
alma  no  era  hacer  un  cálculo  reprochable.  Hoy  día,  a  causa 
de  una  de  esa    lentas  transformaciones  morales..." 

Que  se  debe  a  la  acción  de  los  que  procedieron  como 
antipragimatistas. 


"Dejemos  de  lado  todos  los  extremos  a  que  el  ascetismo 
pudo  arrastrar  a  los  hombres  en  los  tiempos  pasados,  cuando 
la   inteligencia   humana  estaba   envuelta  en   tinieblas." 

Fueron  frutos.  Los  de  hoy  son  mejores,  sin  duda ; 
pero  no  tan  buenos  como  las  que  da  la  otra  actitud  (la 
sensación  sincera  y  solemne  de  nuestra  ignorancia  y  de 
las  posibilidades  trascendentes  que  ella  encierra:  la  de 
Giiyau,  la  del  mismo  James)  hoy'  que  la  inteiligeneia  ha 
hedió  retroceder  un  paso  las  tinieblas  que  la  envuelven. 

",•  Xo  podemos  dejar  caer  esas  forma-  suranhées  de  morti- 
tícación,  reteniendo,  por  una  actividad  más  conforme  a  la 
razón,  el  espíritu  de  renunciamiento  y  de  heroísmo  que.  las 
había  inspirado?" 

Y  aconseja : 

"...  orientar  hacia  un  fin  objetivo  y  práctico  las  priva- 
ciones y  los  sufrimientos  que  no  conducían,  en  los  antigaos 
ascetas,  más  que  a  conmovedoras  puerilidades  o  al  egoísmo 
huraño  del  individuo  que  se  esfuerza  únicamente  en  aumen- 
tar su    propia   perfección." 


52  CARLOS     VAZ    FERREIRA 

Bien:  pero  los  que  iniciaron  eso,  los  que  lo  hicieron 
posible,  fueron  siempre  los  que  procedieron  como  anti- 
pragunatistlas. 


Léase,  en  das  páginas  316  y  317,  la  protesta  contra 
el  exioesivo  cuidado  de  los  modernos  por  la  vida  mate- 
rial. Es  notalde,  en  sí;  pero  su  aplicación  a  la  just 
cación  de  las  religiones  positivas  no  tiene  sentido. 


En  las  páginas  317  y  siguientes  están  las  conclusio- 
nes de  James  en  cuanto  ail  valor  de  la  religión,  juzga- 
da por  sus  frutos.  Todo  eso  está  falseado.  No  se  oculta 
lo  malo  de  las  religiones;  se  hace  algo  más  engañoso, 
que  es  atenuarlo,  o  tratarlo  con  una  indulgencia  de 
excepción,  o  eliminarlo,  como  si  no  fuera  fruto  igual- 
mente que  lo  bueno,  etc..  etc.  Sin  embargo,  medítese 
bien  a  fondo  y  con  buena  fe. 


";  Hay  que  adaptarse,   ante  todo,   al  munido  visible,  o  bien 
al  munido  invisible.'" 

No  hla/y  que  postular  que  ambas  actitudes  sean  total- 
mente contradictorias. 


"...  se  puede  concebir  una  sociedad  ouyos  miembros  todos 
fueran  llenos  de  dulzura,  de  equidad,  de  benevolencia...  El 
santo  se  encontraría  completamente  adaptado  a   ella." 

Pero,  ¿cómo?  si  es  casi  siempre  intolerante... 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  53 

"En  este  sentido,  el  santo  es  superior  al  "hombre  fuerte", 
porque  es  adaptado  a  la  forma  de  sociedad  más  perfecta  que 
se  pueda  concebir,  si  no  realizar." 

Pero  ¿qué  santos?  No  San  Luis  Gcnzaga,  ni  San 
Agustín;  no  los  egoístas  ni  los  intolerantes;  no  la  ma- 
yoría de  los  que  las  religiones  produjeron  de  hecho.  El 
adaptado  sería  un  Gruyan.  Esto  es  de  una  evidencia  y 
elementalidad  tal,  que  parece  que  el  autor  contara  con 
la  repugnancia  de  sais  contradictores  ante  la  necesidad 
de  decir   vulgaridades. 


"Los  más  grandes  santos...  aparecen  en  el  mundo  como 
triunfadores...  Al  laclo  de  ellos,  el  "hombre  fuerte",  que  no 
conoce  más  que  el  mundo  material,  es  una  figura  seca  y  dará." 

Curioso  estado  de  espíritu :  plantea  la  cuestión  entre 
el  santo  religioso  y  el  hoaníbre  fuerte  de  esa  especie 
inferior,  dos  tipos  imperfectos,  como  si  no  hubiera  otros 
tipos  superiores  y  como  si  fuera  forzoso  elegir  entre 
aquéllos. 


Eli  capítulo  sobre  el  Misticismo  (X)  es  de  una  impor- 
tancia imponderable,  en  su  faz  experimental.  También 
lo  es  en  cuanto  a  los  juicios  de  valor,  si  bien,  desde  este 
punto  de  vista,  ha  de  ser  coimplletado  por  complicacio- 
nes o  reservas  que  Jaimes  omite.  Xo  puedo  concebir  que 
una  persona  cualquiera,  sean  cuales  sean  sus  creencias 
o  hábitos  mentales,  dejara  de  experimentar  provecho 
con  la  lectura  de  ese  capítulo.  "Mientras  se  desdeñen 
esas  formas  de  conciencia,  es  imposible  dar  cuenta  del 
universo  en  su  conjunto;  ¿qmén  sabe  si  ellas  no  tienen 


54  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

en   alguna   parte    un   campo   de   aplicación    que   nos   es 

oculto.'" 

Páginas  331  y  332  (cita,  sobre  la  revelación  anestési- 
ca) .  Da  miedo  todo  eso.  y  es  posible  que  baya  algo.  Abo- 
na, aunque  baya,  la  tentativa  de  expresarlo  con  pala- 
bras y'  procedimientos  de  nuestra  lógica  y  estado  nór- 
malas, sale  mal. 

(•Cita  de  Symonds.  en  la  última  de  las  páginas  refe- 
ridas). ¡Gravísimo!  Nada  más  fácil  qne  reducir  a  fra- 
ses, sea  una  prueba  de  que  eso  es  contrario  a  las  religio- 
nes, sea  de  que  les  es  favorable.  Pero  eso  no  es  lo  im- 
portante. . . . 

(Sobre  la  otra  cita,  de  la  página  333).  ¡Grave!  Cier- 
to es  que  los  locos  sienten  cosas  parecidas ;  pero  aún 
esto  no  probaría  decisivamente  contra  la  posibilidad  de 
que  tales  estados  fueran  revelatorios:  de  lo  que  llama- 
mos lo  normal,  no  sabemos  sino  que  es.  simplemente. 
algo  que  llegó  a  ser  comió  es ;  ¡  nada  más ! 

Página  331.  Efectivamente.  Es  casi  seguro  que  ese 
ha  de  ser  un  mundo  psicológico  desconocido  para 
nosotros.  .  . 

En  la  misma,  al  empezar  la  cita  del  doctor  Bioieke: 
Esto  míe  quita  algo  la  fe  en  esa  clase  de  hombres.  Resul- 
ta que,  con  el  mismo  lenguaje,  con  el  mismo  con  que 
expresan  sus  experiencias,  expresan  comparaciones  de 
que  no  tienen  experiencia.  (Observación  de  cierta  im- 
portancia ;  véase  la  cita) . 

Página  343.  Realmente :  esa  coincidencia  de  tantos 
hombres .  . .   ¡  Gravísimo ! 

Lo  más  serio  contra  estas  experiencias  es  que  no  son 
siempre  generales,  sino  que  mochas  veces  presentan  en 
concreto  cosas  de  una  religión  determinadla,  manifies- 
tamente absurdas,  y  contradictorias  unas  con  'otras.  Ya 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  55 

dije  que  asto  es  muy  importante.  <  V.,  por  ejemplo,  las 
apariciones  a  San  Ignacio  a-  a  Santa  Teresa,  páginas 
348   y   349). 

'Tero,  admitiendo  que  esas  condiciones  patológicas  hayan 
existido  en  la  mayor  parte  de  los  místicos,  o  aún  en  todos, 
ellas  no  cambian  en  nada  el  valor  intrínseco  de  la  revelación 
a  que  acompañan." 

¿En  nada?  Exageración. 

"San  Ignacio  era  un  verdadero  místico;  ahora  bien:  su 
¡misticismo  ha  hecho  de  él  uno  de  los  más  grandes  hombres 
de  acción   que  el  mundo   haya   conocido.'' 

¡  Oh,  Jaimes !  No  basta  la  aioeión :  debe  ser  acción  bue- 
na ;  y,  por  ello,  en  ese  modo  de  juzgar  los  frutos,  hay1 
petición  de  principios. 

"Volvernos  a   encontrarnos  en   presencia   del    problema   que 

hemos  abordado  en  nuestra  crítica  de  la  santidad.  La  religión 
l  es  verdadera  .'" 

Desde  luego,  sólo  unja  religión,  y  no  la  religión,  po- 
dría ser  verdadera,  pues  tales  como  son  de  hecho  se 
contradicen  unas  a  otras.  La  inteligencia  se  deteriora 
con   estos  ejercicios    pragmatistas. 

"Podemos  arrojarlo  a  una  prisión,  a  un  asilo  de  alienados, 
pero  no  podemos  cambiar  su  espíritu;  lo  que  haremos  será 
hacerlo  obstinarse  más  en  su-  creencias.  Su  inspiración  de- 
safía todos  nuestros  esfuerzos,  es  un  hecho  que  escapa  a  toda 
jurisdicción   racional." 

Lo  cual,  exactísimamente.  se  puede  decir  también. 
como  del  místico,   del   alienado  de  verdad. 


56  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

Las  conclusiones  del  capítulo  son  admirables,  y,  eii 
g]  iieso,  exactas.  Y  la  conclusión  de  esas  conclusiones, 
debería  .ser  esta,  sencillísima  :  que  no  Jmy  que  creer  lo 
que  creen  las  religiones,  sino  admitir  la  posibilidad  de 
algo  (lo  que  hace  James;  no  lo  que  preconiza)  : 

"...  Pudiera  ser  que  la  conciencia  religiosa  no  pidiera 
para   vivir  más  que  el  permiso  de   creer  en  hipótesis." 

Todo  está  en  evitar  la  confusión  que  yo  hice  notar  (1) 
entre  forzar  la  creencia  y  admitir  posibilidades. 


Un  argumento  .serio  -contra  el  valor  de  las  experien- 
cias místicas,  podría  sacarse  de  la  analogía  de  éstas 
con  ciertas  formas  de  delirio  y'  aún  con  los  ensueños 
comunes,  en  los  cuales  se  producen  estados  de  espíritu 
semejantes  a  muchos  de  los  que  los  místicos  describen, 
y  a  los  cuales,  sin  embargo,  nadie  atribuye  significa- 
cá  ó  n  t  ra  se  en  d  en t e . 


Al  principio  del  libro  (2)  James  se  expresa  con  anti- 
patía sobre  la  actitud  de  Renán  hacia  la  religión.  Al 
fin  del  libro,  distingue  sus  creencias  personales  de  las 
creencias  propiamente  religiosas  que  ha  pretendido  jus- 
tificar': él  no  es  más  que  un  filósofo,  que  admite  cier- 
tas posibilidades,  y)or  más  que  "no  pueda  aceptar  ni 
el  cristinuismo  popular  ni  el  teísmo  escolástico"  (pági- 
nas  428   y   siguientes) .    Esta    actitud,   cosa    curiosa,    es 


(1)  El  artículo  anterior,  págs.  16  y  otras. 
(2)    Páoinas   32  y  33. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  O 7 

;•.-  a/,  niana;  ella,  desde  cierto  punto  de  vista  (y  para 
comparar  a  tres  pensadores  cuyos  nombres  vienen  a  la 
pluma  tan  naturalmente  cuando  se  escribe  sobre  reli- 
gión), aproxima  a  James  y  a  Renán,  y  los  separa  de 
Guyau. 

El  que  lee,  por  ejemplo,  la  "'Vida  de  Jesús",  y  trata 
de  comprender  simple  y  claramente  cuál  es  el  estado 
de  espíritu  del  autor,  se  desconcierta  al  verlo  apoyar. 
y  proclamar  eterna,  la  creencia  en  la  divinidad  de 
Jesús  en  que  él,  personalmente,  no  cree  (en  el  misano 
sentido,  a  lo  menos).  Por  una  psicología  de  esta  clase 
se  manifiesta,  en  este  y  en  muchos  otros  casos,  el  aristo- 
cratismo  intelectual  de  Renán:  al  humanwm  pecus  toca 
creer:  a  él,  ser  superior,  justificar  como  necesarias  esas 
creencias   en   los   otros. 

Sin  duda,  hay  diferencia  en  la  actitud  de  James, 
quien,  desde  luego,  empieza  por  admitir  la  propia  in- 
capacidad para  la  experiencia  religiosa,  y  cree  en  i  r- 
se,  por  eso,  más  bien  un  ser  inferior  que  un  ser  supe- 
rior a  las  almas  religiosas.  Pero,  en  el  fondo,  la  ana- 
logía es  grande:  Yo,  William  James,  me  limito  a  "mi 
propia  creencia  personal.  Vastante  pálida,  lo  confieso, 
como  conviene  a  la  creencia  de  un  filósofo"*:  pero  esti- 
mulo la  fe  de  los  hombres  en  las  religiones  positivas. 

Xo  sentía  así  Guyau :  Si  lo  que  llamó  ''  irreligión " 
era  bueno  para  él,  era  bueno  y  deseable  para  la  huma- 
nidad entera,  para  el  pueblo,  para  la  mujer:  y  a  de- 
mostrarlo consagró,  de  su  obra,  hermosas  y'  nobles  pági- 
nas, a  las  que  anima  un  sentianiento  humano  y  demo- 
crático en  el  más  puro  sentido,  que,  en  Renán,  falta,  y, 
en  James,   está  empañado. 

"Kl  hambre  de  ciencia,,  por  lo  menos  en  su  laboratorio, 
parece  tan  fiel   al  materialismo  que  se  puede  bien  decir  que 


58  CARLOS     YAZ    FERREIRA 

los  estudios  científicos  inclinan  el  espíritu  a  negar  el  valor 
■ele  toda  religión.  Y  esta  tendencia  se  encuentra  aún  en  la 
ciencia  de  las  religiones.  El  que  la  cultiva  está  obligado  a 
estudiar  de  cerca  tantas  supersticiones  groseras  y  repulsivas, 
que  es  fácilmente  arrastrado  a  sentar  en  principio  que  toda 
creencia    religiosa   tiene   probabilidades  de  ser   falsa." 

Comparación  defectuosa:  el  proceso  que  se  opera  en  los 
hombres  de  ciencia  en  el  primer  caso,  es  totalmente  ilegí- 
timo y  absurdo,  resultante  de  ignorancia,  y  confusión; 
en  tanto  que  el  que  estudia  las  supersticiones,  su  origen, 
desarrollo  y  efectos,  sin  duda  razonaría  absurdamente  si 
concluyera  que  toda  religión  es  falsa,  pero  puede  sacar 
de  aquel  estudio  ciertas  presunciones  contra  las  reli- 
giones positivas,  más  o  menos  fuertes  y  legítimas,  pero 
bastante    serias    para    merecer    examen. 


"Se  oye  decir  frecuentemente  boy  que  la  religión  es  un 
anacronismo,  un  caso  de  sobrevivencia,  el  retorno  atávico  de 
un  modo  de  pensamiento  sobre  el  cual  los  espíritus  ilustrados 
se  lian  elevado  desde  hace  largo  tiendo.  La  antropología 
moderna  parece  ser  bastante  favorable  a  esta  teoría.  El  eje 
de  la  vida  religiosa  es,  lo  hemos  visto,  el  interés  apasionado 
que  toma,  el  individuo  en  su  destino  personal.  La  religión 
no  es.  en  cierto  sentido,  má?  que  un  monumento  del  egoísmo 
humano.  Los  dioses  que  ella,  venera,  en  los  salvajes  como  en 
los  hombres  más  civilizados,  tienen  de  común  que  se  interesan 
en  los' pedidos  individuales.  El  personalismo  e-  el  fondo  del 
pensamiento  religioso.  Abora  bien:  la  ciencia  ha  acabado  por 
eliminar  toda  coneeipción  personalista." 

Puede  sostenerse  que  es  sobrevivencia,  sin  sostenerlo 
por   semejantes   razones.  Yo.   por  ejemplo,  no  creo   que 
la    religión   baya   de  ser  sustituida   por  la   ciencia,   sino 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  59 

(sin  perjuicio  de  las  hipótesis  metafísicas  caras  a  >cada 
uno)  por  el  sentimiento  solemne  de  nuestra  ignorancia 
y  de  las  posibilidades  que  caben  en  ella  (una  ignoran- 
cia con  posibilidades  trascendentes) . 

(Cita  de  Ribot)  :  "El  tercer  período...  se  resume  en  esta 
fórmula:  predominancia  siempre  creciente  del  elemento  inte- 
lectual (racional)  ;  effacement  progresivo  del  elemento  afec- 
tivo, que  tiende  a  aproximarse  a  los  sentimientos  intelectua- 
les...". 

Claro :  esta  concepción  de  la  ciencia,  como  excluyen- 
te  de  otras  cosas,  es  mala  ;  pero,  precisamente,  no  hay 
que  concebirla  así. 

( <  ¡ontinúa  la  cita)  :  "Se  podría  decir  en  términos  nnis  claros 
y  más  simples:  la  religión  tiende  a  convertirse  en  una  filosofía 
religiosa. . .". 

No,  sino  en  el  sentimiento  solemne  de  las  posibilida- 
des que  hay  en  nuestra  ignorancia,  agregado  a  esa  filo- 
sofía. 


James  transcribe  (páginas  410  a  415)  algunos  pasa- 
jes ele  Wolff,  Derham,  Aristóteles,  San  Agustín,  Van 
Helmont,  que  son  (muestras  curiosísimas  de  la  manera 
cómo  se  pensaba  en  épocas  antiguas  y  aún  en  épocas 
relativamente  modernas;  señala  él  mismo  el  absurdo 
de  esas  maneras  de  pensar,  de  esas  pruebas  de  la  exis- 
tencia de  Dios  por  las  facilidades  que  el  sol  da  al  hom- 
bre para  arreglar  sus  relojes  y'  a  los  animales  para 
encontrar  su  alimento,  o  por  la  diversidad  de  los  ros- 
tros humanos :  transcribe  reflexiones  de  este  género : 


60  CARLOS     YAZ    FERREIRA 

";  Quién  ha  dado  a  la  paja  una  naturaleza  tan  fría  que 
conserva  la  nieve  amontonada,  tan  caliente  que  hace  madurar 
lo-  frutos  más  maduros.'  ¿Quién  podría  explicar  las  maravi- 
llas del  fuego?  Brillante,  ennegrece  lo  que  consume:  magní- 
ficamente coloreado,  descolora  los  objetos  que  lame  y  envuel- 
ve, y.  de  una  brasa  resplandeciente,  hace  un  negrísimo  car- 
bón... ¿Qué  decir  del  carbón  mismo,  tan  frágil  que  se  quiebra 
al  más  ligero  chaqué*,  que  se  romipe  sin  el  menor  trabajo,  y 
tan  robusto  que  ninguna  humedad  lo  hace  pudrir,  y  que  los 
siglos  no  pueden  triunfar  de  él!" 

James  explica  los  camoibios  operados  en  nuestro  modo 
de  pensar,  y,  a.  propósito  de  aquellas  pruebas,  nos  dice 
que  "la  ciencia  moderna  nos  prohibe  una  concepción 
semejante  de  Dios"  Y  si  bien  no  adopta  justamente 
el  punto  de  vista  de  la  ciencia  moderna  (que.  por  lo 
demás,  presenta,  a  mi  juicio,  ilegítimamente  falseado  y 
estrechado,  para  mejor  combatirlo),  reconoce  él  mismo 
la  ingenuidad  e  inferioridad  de  aquel  estado  de  las  inte- 
ligencias. Y,  entonces  (atiéndase  ahora  muy  especial- 
mente a  lo  que  sigue),  se  aplica  él  mismo  a  hacer  la 
depuración  de  las  religiones,  del  sentimiento  religioso 
y  de  la  especulación  religiosa,  utilizando  todo  lo  que  le 
sirve  del  progreso  intelectual  y  mora]  realizado  elesde 
aquellas  épocas  hasta  la  ('poca  en  que  él  escribe.  Y  no 
repara  en  que  ese  progreso  se  elche,  no  a  los  que  juzga- 
ban las  manifestaciones  intelectuales  y  morales  desde, 
el  punto  de  las  conveniencias  humanas,  sino  a  los  que 
las  criticaban  désele  el  punto  ele  vista  ele  su  verdad  o 
falsedad;  no  a  los  pragmatistas  (que  en  gran  número 
existían,  sin  que  les  faltara  más  que  el  nombre"),  sino — 
necesito  una  palabra,  auiioue  sea  impropia,  para 
oponerla  a  aquella  en  este  momento — tío  a  los  prag- 
matistas, digo,  sino  a  los  vertstas.  Así  se  crearon  los 
estados   actuales   de   pensamiento  y'  de   sentimiento;  y, 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  61 

para  que  estos  estados  sean  a  su  vez  sobrepasados,  hasta 
donde  pueda  llegar  la  humanidad,  es  necesario  que  el, 

ESFUERZO    DE    LOS    VERISTAS    SEA    INDEFINIDO. 

James,  interviniendo  de  pronto  en  la'  partida  entre 
veristas  contra  pragmatistas,  s,e  apunta  el  juego  de  los 
veristas:  todo  lo  que  lian  ganado  hasta  ese  momento,  y 
sigue  jugando   contra   ellos. 


Hay,  en  la  conclusión  ( páginas  415,  abajo,  a  420, 
especialmente),  herniosísimas  consideraciones  soibre  >q1 
punto  cíe  vista  impersonal  de  la  ciencia  y  las  relaciones 
entre  el  aspecto  objetivo  y  el  aspecto  subjetivo  de  la 
experiencia.  Léanse;  son  muy  profundas  y  sugerentes. 
Depúrense,  sin  embargo,  de  dos  paralogismos.  El  pri- 
mero, es  el  que  se  anunciaba,  como  ya  lo  dije,  en  el 
prólogo   ele   Boutrouv.   Véaselo   en   estos   pasajes : 

"Porque  las  fórmulas  generales  no  son  más  que  los  sím- 
bolos  de  la  realidad... 

(exactísimo,  esto)  . 

...   en  tanto  que  lo-  sentimientos  y  las   actos  individuales, 

tomados  en  sí  mismos,  son  realidades,  en  el  sentido  más  fuerte 
del   término." 

Exactísimo,  tamlbién,  literalmente:  tomados  en  sí 
mismos,  esto  es,  como  estados  subjetivos,  que  son  la  rea- 
lidad en  el  sentido  de  que  existen;  pero  eso  no  equiva- 
le a  ser  reales  en  el  sentido  de  que  correspondan  a  una 
realidad  exterior;  y,  sin  embargo,  este  otro  sentido  es 
el  que  se  dará  en  seguida  a  los  términos  cuando  se  pre- 
tenda justificar  por  esas  consideraciones  la  verdad  de 
las  relio-iones. 


£2  CARLOS    VAZ    PERREIRA 

(Por  ejemplo:  los  delirios  de  un  loco,  los  estados  de 
un  febricitante  o  de  un  ebrio,  los  ensueños  durante  una 
mala  digestión,  son  tan  reales  "en  sí  mismos",  y  tan 
■■  coloreados"  como  'las  experiencias  religiosas.  Eso 
autorizaría,  dentro  del  método  de  James,  juicios  sobre 
el  valor  y  significación  de  eso\s  estados,  análogos  a  los 
(pie  él   trae  sobre  las  religiones). 

"Por  la  experiencia  religiosa,  tomamos  posesión  de  la  sala 
realidad  que  puede  pertenecemos  en  propiedad,  la  única  de 
que  seamos  personalmente  responsable  ." 

Se  ve  el  mismo  paralogismo. 

Y  el  otro,  en  verdad  muy  grande,  consiste  en  dar  por 
justificada  la  religión,  una  vez  que  se  lian  justificado 
los  derechos  de  la  experiencia  subjetiva,  del  sentimien- 
to y  de  la  personalidad  contra  la  "pretensión  exagera- 
da de  querer,  a  nomibre  de  la  ciencia,  desechan  los  ele- 
mentos personales  de  la  experiencia  humana"  (.justifi- 
cación (pie  liace  el  autor  con  tanto  brillo  como  buena 
lógica)  ;  en  dar,  digo,  por  justificada  la  religión,  enton- 
ces, como  si  la  religión  fuera  la  única  forma  y  la  única 
manifestación  de  la  experiencia,  subjetiva,  de  la  perso- 
nalidad y  del  sentimiento. 

Sobre  este  punto  podría  citar  muchos  ejemplos,  pero 
prefiero  referirme  a  los  pasajes,  cuya  lectura,  ahora, 
dejará  ver  fácilmente  lo  que  tienen  de  débil.  Por  esa 
debilidad  ^stá  viciada  la  conclusión  general  en  que  se 
da  por  probado  que  la  religión  no  es  una  sobrevivencia 
(página  -423).  Y  es.  en  general,  la  mayor  debilidad  lógi- 
ca de  esta  obra  de  James,  esta  tendencia  a  creer  justifi- 
cada, la  religión  cuando  se  han  justificado  (casi  siempre 
con  excepcional  fuerza  y  originalidad)  tendencias, 
hechos  de  los  cuales  la  religión  no  es  la  sola  manifesta- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  ()3 

eión,  o  no  es  la  mejor  manifestación,   y   hasta,   alguna 
vez,  no  es  una,  manifestación  absolutamente. 


"El  cree  (1),  o,  si  es  mástico,  sabe,  que  el  universo  entero,. 
así  como  él  mismo,  está  en  seguridad  entre  las  manos  nater- 
nales  ele  su  Dios.  Tiene  la  intuición  de  que  todoi  serán  sal- 
vados, a  despecho  de  las  puertas  del  Infierno  y  de  todas  las 
apariencias  contrarias." 

Xo  se  sabe  cómo  reaccionar  ante  afirmación  tan  bru- 
talmente contraria  a  la  realidad  de  los  hechos.  El  mis- 
mo Cristo  no  travo  esa  intuición  ("los  llantos  y  el  cru- 
jir de  dientes") . .  . 


"Sin  duda,  yo  puedo  ponerme  en  la  actitud  del  homibre  de 
ciencia,  y  representarme  únicamente  que  no  existe  nada  fuera 
de  la  sensación  y  de  la  materia ..." 

Pero  ¿por  qué  ha  de  ser  esa.  la  actitud  del  hombre 
de  ciencia  ?  La  legítima,  es  justamente  la  de  James, 
pero  sin  forzar  la  creencia  (cosa  que  el  mismo  James 
no  hace  personalmente,  aunque  la  predique,  o  la  esti- 
mule en  otros). 


En  mi  artículo  anterior  expliqué  cómo  se  confunden 
dos  sentidos  muy  distintos  de  la  palabra  pragmatismo: 
nno,  admitir  hipótesis,  probabilidades  o  posibilidades,, 
y  proceder  en  su  caso  con   arreglo  a  ellas;  y  otro,  for- 


(1)    El  sujeto  religioso. 


64  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

zar  extrarraicionalmente  la  creencia  en  vista  de  la  acción. 
Dije  que  este  último  concepto  es  el  solo  original,  pero 
ilegítimo  y  malo;  que  el  otro  es  legítimo  y  bueno,  pero 
que  no  importa  novedad  alguna,  ni  teórica  ni  prácti- 
ca; y  dije  que  era  común  en  James  confundir  amibos 
sentidos  y  transportar  falaciosamente  al  pragmatismo 
ilegítimo  la  sensación  de  evidencia  que  experimenta  el 
lector  ante  esa  otra  actitud  legítima  y  Inicua  que  como 
pragmatista  se   designa  o  se   piensa  también. 

A  cansa  de  la  misma  confusión,  muchas  veces  anun- 
cia la  justificación  del  pragmatismo  en  el  sentido  ilegí- 
timo, y  concluye  sólo  en  cuanto  a  la  otra  actitud  legíti- 
ma que  no  es  pragmatismo.  Y  es  esto  lo  que  encuentra 
el  lector  al  llegar  a  las  conclusiones  finales  de  este  libro. 
Lias  "sobrecreenicias? ',  en  la  forma  en  que  las  profesa 
James,  sobreereencias  que  se  admiten  como  hipótesis 
posibles  o  probables  sin  forzar  la  creencia,  y  con  arre- 
glo a  las  cuales  se  oibra,  representan  el  mismo  papel 
que,  en  mi  ejemplo  sobre  la  casa  incendiada,  la  suposi- 
ción que  puede  hacerse  un  espectador,  por  presuncio- 
nes o  indicios  más  o  menos  verosímiles,'  de  que  hay  den- 
tro alguna  persona,  suposición  que  muy  legítimamente 
puede  moverlo  a  precipitarse  entre  las  llamas  sin  que 
para  esc  necesite  una  seguridad  absoluta.  Y  el  lector 
se  encuentra  de  acuerdo  con  James,  en  cuanto  a  la  legi- 
timidad de  esas  actitudes;  pero  ha  de  tener  cuidado  de 
no  proyectar  su  sensación  de  evidencia,  de  esas  conclu- 
siones, hacia  muchas  premisas — hechos  o  juicios — con 
que  se  pretendió  falaciosamente  justificarlas,  como 
sucede  al  estudiante  no  prevenido,  en  esos  silogismos 
en  (pie  se  saca  una  conclusión  verdadera  de  premisas 
falsas. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  65 


De  los  frutos  de  la  religión,  los  más  valiosos  son:  el 
consuelo,  y  la  esperanza  (contra  la  destrucción  de  la  per- 
sonalidad) .  Es  leal  reconocer  que  James,  para  el  cual  la 
cuestión  de  la  inmortalidad  del  alma  "es  secunda- 
ria" (!!!),  no  saca  de  ellos  todo  el  partido  que  puede 
sacarse  para  justificar  la  religión  desde  un  punto  de 
vista  'pragmático.  En  cambio,  causa  extrañeza  su  acti- 
tud hacia  los  frutos  malos  y'  condenables  Recorrer  su 
propio  libro,   desde  este  punto  de  vista,  ya  estremece: 

'"Bunyan  se  hizo  ministro  del  evangelio,  y...  a  pesar  de 
los  doce  años  que  pasó  en  prisión  como  no  conformista,  su 
vida   produjo  bellos  frutos." 

¡Y  no  nota  que  la  prisión  de  los  hombres  porque 
no  piensan  de  determinada  manera    es  fruto,  también! 

"...  debo  considerar...  a  mi  mujer,  a  mis  hijos...  todas 
-  '-as.  en  fin.  como  muertas  paira  mí...  La  separación 
de  mi  mujer  3-  mi-  hijos  me  ha  hecho  sufrir  a  menudo  como 
si  me  arrancaran  la  carne  de  los  huesos;  sobre  todo  mi  pobre 
hijo  ciego,  que  estaba  más  cerca  de  mi  corazón  eme  todo  el 
resto.  Pobre  niño,  pensaba,  ¡qué  miseria  será  tu  lote  en  este 
mundo !  Serás  golpeado,  deberás  mendigar,  sufrir  hambre. 
frío,  mi!   calamidades...    y.  sin  embargo,  es   necesario  que  os 

abandone  a  Dios...*'. 

« 

Todo  eso  es  fruto,  con  la  concepción  de  ese  dios  a 
quien  pudiera  ser  grato. 

"...  Alfonso  de  Ratisbona . . .  abandonó  su  proyecto  de  ma- 
trimonio." 


66  CARLOS    VAZ    PERREIRA 

"Por  más  que  denuncie  las  curaciones  oyperadas  en  otras 
sectas  como   no   siendo  máo  que  falsificaciones   diabólicas   de 

la  divina  potencia  que  él  ejerce..." 

''Cuando  yo  vi  a  qué  sacrificio  me  llamaba  el  Señor,  resolví 
hacerlo  recaer  en  su  gloria,  gracias  «,  su  divino  socorro.  Por 
lo  cual,  dos  horas  antes  de  que  mi  esposa  querida,  exhalara 
el  último  suspiro,  me  pu-3e  de  rodillas  ante  su  leclió  y  tomé 
entre  mis  dos  manos  su  mano  encantadora,  la  mano  de  la 
que  yo  amaba  más  en  el  mundo.  Teniendo  así  su  mano  entre 
Jas  mías,  solemnemente  y  de  todo  mi  corazón,  la  entregué  al 
Señor.  Y  como  signo  de  mi  entera  resignación  a  la  voluntad 
de  Dios,  dulcemente  me  separé  de  ella.  Deposité  tiernamente 
sobre  el  lecho  aquella  mano  preciosa,  tomando  la  resolución 
de  no  volver  a  tocarla  más.  Es  la  acción  más  penosa  y  tal 
vez  la  más  valiente  que  yo  haya  cumplido  jamás.  En  cuanto 
a  ella.  . .  me  dijo  que  adhería  plenamente  a  mi  acto  de  re- 
signación. Hasta  entonces,  me  llamaba  a  cada  instante;  des- 
pués de  aquello,  ya  no  me  llamó  una  sola  vez." 

Para  James,  "nada  es  anas  simple  y  conmovedor" 
que  el  anterior  relato .  . . 

"El  remedio  radical  a  todos  los  males  espirituales  se  en- 
cuentra en  la  mortificación  de  las  cuatro  principales  funciones 
naturales:   la   alegría,  la  esperanza...". 

"Uno  de  los  grandes  bienes  y  uno  de  los  grandes  consuelos 
de  la  vida  religiosa,  es  tener  la  seguridad  de  que  no  t-e  puede 
hace)'  mal  obedeciendo.  El  superior  puede  faltar,  ordenándoos 
una  u  otra  cosa;  pero  vos  estáis  asegurado  de  que  no  podréis 
faltar  haciendo  lo  que  él  os  manda." 

"...   Un   gran  doctor  decía,  que  habría   preferido  ocuparse 
en  recoger  paja  por  obediencia,  que  emplearse  por  su   propia 
ion   en  los  ministerios  más  elevado--  de  la  caridad...". 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  67 

Y  sigue  el  célebre  pasaje  de  San  Ignacio: 

"...  Entre  las  manos  de  mi  Sfurperior,  yo  debo  ser  una  cera 
blanda...  Debo  considerarme  como  un  cadáver  que  ya  no 
tiene  ni  inteligencia  ni  voluntad:  como  una  cosa  material  que, 
.sin  jamás  resistir,  se  deja  colocar  donde  se  quiere;  como  un 
bastón   en  la  mano  de  un  anciano..."    (1) 

"Separaos  de  la  afección  de  las  criaturas". 

Y  las  vidas  inútiles,  como  la  de  María  Alacooa;  x  las 
repugnantes,  como  la  de  Luis  de  Gonzaga,  que  el  autor 
reseña...  Y  podría  seguir  transcribiendo  citas,  para 
alargar  la  lista  de  las  anteriores,  elegidas  en  la  obra 
casi  al  azar.  Añora  bien:  en  los  juicios  de  valor,  no  hay 
demostraciones,  ni  apreciaciones  cuantitativas  posibles. 
No  cabe,  así,  demostración  decisiva,  al  comparar  los 
frutos  buenos  y  los  malos  de  la  religión,  de  que  los  unos 
exceden  a  los  otros:  eso  se  siente.  Pues  yo  siento  que, 
aun  ateniéndonos  a  la  enumeración  hecha  en  el  libro 
de  James,  los  frutos  malos  predominan  sobre  los  bue- 
nos; y  creo  con  la  mayor  sinceridad  'pie,  si  el  mismo 
autor  no  lo  ha  sentido  así.  es,  por  una  parte,  a  causa  de 
aquel  paralogismo  que  le  'hace  creerse  autorizado  para 
prescindir  de  los  frutos  malos,  y'  por  otra,  sobre  todo, 
porque  un  parti-pris  pragmatista  le  ha  falseado  el  es 
píritu. 

Los  frutos...  ¡Hay  que  representárselos  todos!  Por 
un  lado,  es  cierto,  las  consolaciones  y  ;íla  ciega  espe- 
ranza", el  divino  don  de  Prometeo.  Pero,  por  otro.  ,>1 
terror,   las   hogueras,   las  mutilaciones,    el    egoísmo,    la 

(1)  Xo  dispongo  dt-1  original,  por  lo  cual  vuelvo  a  traducir 
del   francés. 


68  CARLOS    VAZ    FERREIR.V 

disolución  de  la  familia  y  de  los  afectos,  la  maldición 

al  amor  y  a  la  belleza,  la  intolerancia,  las  guerras  re 
Ligiosas...   En  los  frutos  producidos  de  heclto,  el  mal 
excedió  al   bien;   y,  por  eso,   si   es  posible   intentar  la 
justificación  de  la  religión  por  cualquier  otro  método, 
no  es  posible  hacerlo,  sin  confusión  intelectual  o  mo 
ral,  por  el  método  evangélico. 

Hace  pocos  días  repasaba  la  excelente  Historia  do 
la  Filosofía  Moderna  de  Hoffdings.  Ni  en  el  Eena ci- 
miento, ni  mucho  después  todavía,  uno  solo  de  los 
grandes  bombres  biografiados  escapó  a  la  persecución 
religiosa.  Y  son  los  tiempos  de  la  liberación  del  pen- 
samiento. Y  hay  que  imaginarse  todavía  los  tiempos 
anteriores.  Este  solo  fruto  inclina  la  balanza  en  con- 
tra, sin  remisión.  Lo  que  hay  es  que,  como  la  libertad 
de  pensamiento  ya  está  adquirida,  somos  incapaces 
de  apreciar  aquel  fruto  en  su  espantoso  horror. 

La  Inquisición,  las  persecuciones,  las  fieras,  las  ma- 
sacres, Rogertfo  Bacon,  Giordano  Bruno,  Galileo,  no 
son  hoy  más  que  lugares  comunes  de  declamación ;  y 
hasta  los  mártires  mismos,  se  presentan  como  un  poco 
declamadores  a  nuestro  diletantismo  de  blasés  sedien- 
tos de  originalidad.  Hablar  de  eso  es  vulgar  e  inferior 
— hablar,  por  ejemplo,  como  yo  estoy  hablando  aho- 
ra— ;  y  somos  sinceros.  Pero  es  que  no  entendemos. 
Porque  hay  entender,  entender,  extender;  y  sólo  en 
momentos  excepcionales,  por  un  gran  esfuerzo  o  por 
un  azar  psicológico,  entendemos  lo  que  es  esto:  que- 
mar a  un  hombre  ponqué  no  piensa  de  un  modo; 
quemar  a  un  hombre    poroue   no   piensa   de   un   modo; 

QUEMAR  A  UN   TTOMBRE   PORQT'F   NO  PIENSA  DE   UX   M:>DO.  .  . 

Pueda  el  lector  sentirlo  a   fondo! 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  69 


Pueda  también  sentir  la  insuficiencia  del  raciona- 
lismo estrecho ;  la  insoportable  presunción  y  la  incom- 
prensible ininteligencia  de  todos  los  materialismos  y 
mecanismos  trascendentes,  que,  proyectando  las  expli- 
caciones científicas  sobre  el  plano  ontológico,  intentan 
explicar  las  realidades  por  fórmulas;  y  sentir  el  valor 
de  todo  lo  que  nuestra  ignorancia  hace  posible;  y  el 
valor  de  las  hipótesis,  en  el  orden  intelectual,  y  el  de 
las  intuiciones,  en  el  orden  afectivo,  siempre  que, 
para  recibirlas,  no  mutilemos  más  todavía  nuestra  dé- 
bil razón,  ni  nos  entreguemos  a  métodos  que  nos  ocul- 
ten más  todavía  nuestra  precaria  verdad,  o  nos  inuti- 
licen para  percibirla.  No  engañemos,  ni  a  nosotros 
mismos.  Según  Nicolás  de  Cusa,  lo  más  a  que  podía 
aspirar  el  hombre  era  una  "ignorancia  docta".  No 
basta:  ha  de  ser  una  ignorancia  sincera. 


Eesumen  sobre  este  libro:  la  parte  descriptiva  es 
admirable  de  verdad  y  de  riqueza  en  el  contenido:  de 
originalidad,  brillo  y  amplitud  en  el  tratamiento.  Los 
juicios  de  valor,  están  enturbiados,  y  falseados  en 
parte,  por  paralogismos  (en  especial  los  que  yo  he  se- 
ñalado  expresamente)  ;   algunos   de   ellos,  groseros. 

La  obra,  que  nadie  leerá  sin  ensanchar  su  espíritu, 
es  peligrosa,  sin  embargo,  para  los  que,  al  leerla,  no 
sean  capaces  de  hacer  las  distinciones  y  reservas  ne- 
cesarias ;  y  su  debilidad  especial  desde  el  punto  de 
vista  lógico — y,  me  atreveré  a  decirlo,  también  desde 
el   punto   de   vista    moral — serían   inexplicables   en   un 


70  CARLOS    VAZ    pERREIRA 

espíritu  tan  inteligente  y  tan  alto  como  el  de  William 
James,  si  no  fueran  la  mejor  ilustración  de  los  peli- 
gros a  que  expone  el  método  pragmatista.     (1). 


(1)  Se  anuncia  la  publicación  del  nuevo  libro  de  Jame--,, 
sobre  el  Pragmatismo,  mientras  corrijo  estos  artículos.  Sus- 
pendería su  publicación,  si  no  me  encontrara  completamente 
seguro  de  mí  mismo,  en  cuanto  a  corregir  o  modificar  opor- 
tunamente lo  que  pueda  ser  necesario. 


El    Pragmatismo 


EXPOSICIÓN 

Durante  el  predominio  de  las  teorías,  se  tiende  a 
aceptarlas  en  block,  o  a  rechazarlas  igualmente  en 
block,  sin  distinguir  entre  los  elementos  buenos  y  asi- 
milables y  los  que  deben  ser  desechados.  Más  tarde, 
impresiona  y  sorprende  cómo  se  haya  podido  no  com- 
prender el  valor  diferente  de  las  diversas  partes  de 
una  doctrina:  cómo  no  se  haya  intentado  separar  lo 
verdadero  de  lo  falso,  lo  bueno  de  lo  malo,  lo  claro 
de  lo  confuso,  lo  eficaz  de  lo  inútil.  Xos  parece  impo- 
sible que  la  teoría  haya  sido  totalmente  rechazada, 
tanto  era  lo  que  de  bueno  tenía ;  nos  parece  igual- 
mente imposible  que  hayan  podido  admitirse  con  faci- 
lidad, al  aceptarla  en  block,  tantos  errores,  y  quizá 
groseros  sofismas,  que,  nos  parece  ahora,  hubiera  es- 
tado casi  al  alcance  de  un  niño  el  observar.  Sin  em- 
barco, hay  que  disculpar  tanto  a  los  fundadores  de 
las  doctrinas  como  a  sus  críticos:  la  perspectiva,  el 
alejamiento,  son  necesarios  para  ver  con  claridad, 
ruando  la  teoría  aparece,  durante  la  lucha  de  ideas, 
todo  es  oscuro  y  confuso. 

Pero  el  hecho  de  que  no  sea  justo  condenar  dema- 
siado severamente  a  los  que  se  equivocan  en  esa  forma 
durante  la  época  de  boga  o  predominio  de  una  teoría. 


72  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

no  debe  ser  un  obstáculo,  sino,  al  contrario,  un  estí- 
mulo para  Ja  útilísima  tarea  de  criticar  una  doctrina 
cuando  nace,  y  se  propaga ;  cuando  influye ;  cuando 
aun  no  esta  cristalizada;  cuando  está  viva.  Es  entonces, 
precisamente,  cuando  haj^  mayor  necesidad  de  depurarla, 
de  discernir  cuanto  haya  en  ella  de  bueno  o  de  malo. 
Es  ese  el  momento  en  que  la  crítica  es  más  útil :  cuando 
lo  bueno  de  la  teoría  puede  ser  aprovechado  y  cuando  lo 
malo  es  realmente  peligroso. 

Bueno  es,  en  suma,  intentar,  con  mi  criterio  impareial 
y  sincero,  la  crítica  de  las  teorías  en  acción,  haciendo 
un  esfuerzo  para  verlas  como  la  posteridad  las  verá;  y, 
en  verdad,  ninguna  teoría  está  hoy  tan  indicada  para 
■este  trabajo  como  la  que  seguramente  todos  ustedes  han 
oído  designar  repetidamente  con  el  nombre  de  "  Pragma- 
tismo ".  Se  trata  de  la  doctrina  filosófica  más  en  boga: 
quizá  la  más  frecuentemente  y  también  la  más  violenta- 
mente discutida. 

Como  es  natural,  en  un  trabajo  hecho  en  estas  con- 
diciones, nuestros  errores  serán  mucho  mayores  que 
si  hubiéramos  de  examinar  una  doctrina  ya  juzgada. 
Pero  esta  no  es  una  objeción  contra  la  utilidad  de  él. 

'  La  teoría  designada  con  el  nombre  de  Pragmatismo, 
tuvo  por  fundador  al  filósofo  Charles  Peiree,  quien, 
en  el  año  1878,  expuso  sus  fundamentos  en  un  artícu- 
lo titulado  ''Cómo  volver  cllaras  nuestras  ideas".  Tie- 
ne hoy  numerosos  adeptos,  algunos  de  ellos  filósofos 
de  nombre,  como  Schiller,  Dewiey,  y  muy  especialmen- 
te William  James.  Si  se  toma  la  doctrina  con  un  cri- 
terio muy  amplio...  y  vago,  podría  abarcar  también 
a  otros  pensadores;  y  James,  por  ejemplo,  sostiene  que 


CONOCIMIENTO    Y    ACCIÓN  73 

podrían  ser  considerados  como  más  o  menos  pragma- 
tistas, escritores  muy  notables  de  la  época  actual,  ta- 
les como  Koyce,  Poinearj  y  el  mjsmo  Bergson.  "Prag- 
matismo"' no  es  el  único  nombre  de  la  doctrina.  Schi- 
11er,  por  ejemplo,  la  llama  '"humanismo"  (después 
veremos  en  qué  sentido-;  y  el  mismo  fundador,  más 
o  menos  inquietó  ante  e!l  giro  que  han  tomado  algunas 
ideas  derivadas  de  las  suyas,  ha  abandonado  última- 
mente la  palabra  '■pragmatismo'",  y  ha  adoptado. 
para  su  doctrina  personal,  una  nueva:  "pragmaticis- 
mo";  nombre,  dice  él,  lo  bastante  feo  para  que  nada 
tenga  que  temer  de  los  ladrones  de  niños;  pues  -il 
pragmatismo,  que  sería  ya  un  hijo  crecido,  cree  deber, 
el  autor,  independizarlo  y  dejarlo  correr  su  suerte. 

Conviene  que  desde  el  principio  se  acostumbren 
ustedes  a  pensar  que  el  pragmatismo  no  puede  consi- 
derarse propiamente  como  una  teoría,  o  por  lo  menos, 
como  una  teoría  cerrada,  cual  suele  suceder  con  las 
palabras  terminadas  en  ismo.  No  es  nombre  de  un 
sistema  siempre  igual  a  sí  mismo,  que  sea  defendido 
por  una  escuela  de  discípulos  fieles,  en  todo,  a  la  pa- 
labra del  maestro  o  al  dogma  doctrinario;  existirían, 
en  todo  caso,  pragmatismos:  el  de  James  no  e.s  igual  al 
de  Peirce,  ni  el  de  Boyce  es  igual  al  de  Schiller.  Lo  que 
hay.  sí.  es  una  orientación  común,  una  semejanza  entre 
las  doctrinas,  y.  sobre  todo,  una  semejanza  entre  los  mié- 
todos,  entre  las  ideas  generales,  entre  las  tendencias'. 

Yo  voy  a  exponer  muv  preferentemente  el  pragma 
tismo  ele  William  James,  eligiendo  este  por  ser  el  más 
conocido,   y   también  porque   James   es   evidentemente, 
ya   que  no  el  iniciador,  el   sostenedor  más  brillante  y 
popular  de  la  doctrina. 


74  CARLOS     VAZ    FERREIRA 

E]  pragmatismo,  podría  decirse,  consta  (aunque  dan- 
do a  esta  división  alguna  vaguedad)  de  dos  partís 
fundamentales-.  1."  una  teoría  de  la  verdad;  2.°  las 
aplicaciones  de  esta  teoría. 

Mi  exposición,  necesariamente  incompleta  ,y  parcial, 
será  hecha,  sobre  todo,  a  base  de  lecturas  de  los  tro- 
zos originales;  y  esto,  por  varias  razones:  primera, 
porque,  tratándose  de  espíritus  como  el  de  William 
James,  ninguna  explicación  mía  podría  sustituir  la 
acción  benéfica  y  sugerente  de  la  lectura  directa;  se 
gundo,  por  el  temor  de  no  ser  en  mi  exposición  com- 
pletamente fied ;  y  tercero,  también,  por  otra  razón,  y 
es  la  de  que,  'habiendo  creído  yo  descubrir  vaguedad 
o  inconsecuencia  en  ciertas  partes  de  la  teoría,  me  se- 
ría, naturalmente,  muy  difícil  dar  una  explicación 
clara  de  lo  que  siento  y  creo  que  es  confuso. 

Teoría  de  la  verdad 

El  concepto  corriente  de  la  verdad  o  de  la  realidad 
— dicen  los  pragmatistas — es  el  concepto  de  algo  iner- 
te o  pasivo.  La  realidad  existe,  está,  y  nosotros  la  co- 
nocemos, o  no  la  conocemos.  La  realidad  sería  perma- 
nente y  fija,  sin  perjuicio  de  que  nuestro  conocimiento 
de  ella  sea  más  o  menos  perfecto. 

En  cambio,  según  el  pragmatismo,  la  verdad  se  va 
¡uirhndo,  ocurre,  sobreviene,  y  depende  de  nuestros 
hechos,  de  nuestras  mismas  creencias,  en  mayor  o  me- 
nor grado.  Nosotros  contribuímos  a  Júacer  la  verdad ; 
y  ésta  es,  en  resumen,  lo  que  sirve  para  relacionarse 
eficazmente  con  el  mundo,  lo  que  da  éxito,  lo  que  con- 
duce a  resultados,  lo  que  "trabaja"— -AqiiS  tenemos 
que  entendernos. 

No  se  trata  de  esa  concepción  corriente,  que  a  todos 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  75 

ustedes  es  familiar,  según  la  cual  pueden  existir  hipó- 
tesis falsas  que  sean  útilísimas.  Este  es  un  hecho  vul- 
gar. Todos  sabemos  que,  en  la  historia  de  las  ciencias, 
una  gran  cantidad  de  hipótesis  cuya  falsedad  se  ha 
demostrado  después,  han  sido,  sin  embargo,  sumamen- 
te útiles,  por  los  trabajos  de  comprobación  o  de  crí- 
tica que  han  suscitado;  por  ¡las  experiencias  que  han 
sugerido;  porque  han  hecho,  de  una  manera  u  otra,  la 
educación  de  los  sabios;  porque  han  dado  lugar, 
quizá,  a  descubrimientos  que  sin  la  hipótesi  falsa 
no  hubieran  sobrevenido.  Los  ejemplos  son  nume- 
rosos y  harto  conocidos.  Pero  no  se  trata  de  eso.  Se 
trata  de  algo  mucho  más  grave,  y  esencialmente  dife- 
rente :  se  trata  de  ríe  finir  la  verdad.  La  verdad  sería, — - 
¡comprendan  bien!  —  la  eficacia  de  la  doctrina.  Una 
creencia  es  verdadera  cuando  conduce  a  resultados  ¡ 
tomando  esto,  naturalmente,  de  una  manera  muy  am- 
plia; y  nuestro  criterio  para  juzgar  de  la  verdad  o 
falsedad  de  las  doctrinas,  debe  consistir  en  desenvol- 
ver sus  consecuencias.  Si  ese  desenvolvimiento  es  ar- 
mónico, fácil,  en  lo  psicológico;  y  si,  en  lo  exterior, 
en  lo  objetivo,  nos  lleva  a  ensanchar  o  perfeccio- 
nar nuestras  relaciones  con  el  universo  (nuevos  descu- 
brimientos, hallazgos,  resultados"1,  entonces,  la  teoría 
es  verdadera.  Y.  por  los  efectos  contrarios,  se  recono- 
ce lo  falso. 

Ante  una  proposición  dada,  nuestra  primera  pre- 
gunta, según  los  pragmatistas,  debe  ser  esta:  "Si  la 
doctrina  fuera  verdadera,  -cuáles  serían  las  conse- 
cuencias prácticas?".  Y  el  resultado  de  esta  cuestión 
nos  suministra  un  criterio. 

Esto  es  por  el  momento  muy  vag'o.  Voy  a  ilustrar 
con  citas  la  exposición: 


76  CARLOS    VAZ    FERREIEA 

De  la  obra  "Pragmatism",  de  William  James,  re- 
cientemente publicada : 

"La  gran  suposición   de  los  inteleetualistas. . .". 

(Él  llama  "racionalistas''  o  "inteleetualistas*"  a  los 
filósofos  que  admiten  la  teoría  corriente  de  la  verdad; 
de  modo  que  intelectualista  o  racionalista  es  el  nom- 
bre indistinto  de  los  enemigos  del  pragmatismo). 

"...  es  que  la  verdad  significa  esencialmente  una  relación 
inerte  y  estática.  Cuando  hemos  alcanzado  la  idea  verdadera 
de  una  cosa,  todo  está  acallado.  Estamos  en  posesión,  cono- 
cemos; hemos  llenado  nuestro  destino  como  seres  pensantes; 
hemos  hecho  lo  que  debíanlo-  hacer  mentalmente;  hemos  obe- 
decido a  nuestro  imperativo  categórico;  hemos  cumplido  nues- 
tro destino  racional.  Epistemológicamente,  estamos  en  equi- 
librio estable. 

El  pragmatismo,  por  su  parte,  hace  su  pregunta  habitual. 
"Supongamos  que  una  idea  o  creencia  es  verdadera  —  dice. 
;  Qué  diferencia  concreta  resultará  de  que  sea  verdadera,  en 
nuestra  vida  actual'?  ¿Cómo  se  realizará  la  verdad?  ¿Qué 
■"xij;erien¡cias  serán  diferentes  de  las  que  se  obtendrían  si  la 
í .'(«ría  fuera  falsa?  ¿Cuál  es,  en  resumen,  el  valor  contante 
de  la  verdad  en  cuestión,  en  términos  experimentales?"  Y  en 
cuanto  hace  esta  pregunta,  ve  la  respuesta:  Las  ideas  verdcfc 
aeras  son  las  que  ¡yodemos  asimilar,  validar,  corroborar  y 
verificar;  las  ideas  faias  son  aquellas  con  las  cuales  no 
mos  hacer  esto.  Es  la  diferencia,  práctica  la  que  hace  que 
tengamos  ideas  verdaderas.  Este,  pues,  es  el  significado  de 
la  verdad,  porque  eso  es  todo  lo  que  conocemos  de  la  verdad." 
"Esta,  es  la  tesis  que  yo  voy  a  defender.  La  verdad  de 
una  idea  no  63  una  propiedad  estancada,  inherente  a  ella. 
La  verdad  acontece  a  una  idea.  Esta  se  luue  verdadera,  es 
hecha  verdadera   por   los   acontecimientos.    Su   verdad    es,   en 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  77 

realidad,   un  acontecimiento^  un  proceso;   a  saber:  el  proceso 

de  su  auto-verificación,  su  veri-ficación.  Su  validez  es  el  pro- 
ceso de  su  vatíd-ación." 


¿Qué  es  esa  verificación?  pueden  preguntarse  ustedes 
en   este  momento. 

James  la  describe  ele  dos  modos;  o,  mejor,  tiene  dos 
conceptos  que  podrían  ser  complementarios  al  res- 
pecto. 

A  veces,  por  "verificación"  de  una  idea,  James  en- 
tiende una  especie  de  éxito  interior — diré  yo —  de  ella; 
esto  es:  la  idea,  o  la  teoría,  entra  en  relaciones  con 
nuestro  espíritu,  y  lo  mejora :  establece  una  armonía, 
facilita  el  funcionamiento  psicológico. 

Otras  veces,  se  refiere  a  lo  que  podríamos  llamar 
éxijjL  externo-,  la  teoría  es  útil,  conduce  a  resultados: 
lleva,  por  ejemplo,  a  descubrimientos.  .  . 

Digo  que  estos  dos  conceptos  podrían  ser  comple- 
mentarios. Voy  a  leerles  algunos  pasajes  en  que  Ja- 
mes explica  o  describe  la  verificación  de  las  ideas,  en 
el  uno  o   en  el  otro  sentido. 

El  pasaje  siguiente  describe  la  verificación  como 
éxito  interno-. 

''Las  conexiones  y  transiciones  se  no-  presentan  como  pro- 
gresivas, armoniosas,  satisfactorias,  de  un  extremo  a  otro. 
Esta  función  de  conducirnos  agradablemente,  es  lo  que  en- 
tendemos  por  verificación   de  una  idea." 

En  otros  casos  se  refiere  también — y  esto  es  lo 
común — a  lo  que  podríamos  llamar  el  éxito  exterior. 
El  siguiente  párrafo  es  importante  en  tal  sentido: 

"...  que  la  verdad  significa  dentro  de  la  explicación  prag- 
matista.  En  todas  parte-',  dicen  estos  maestros,  la  verdad,  en 


78  (ARLOS     YAZ     KERREIEA 

nuestras  ideas  y  creencias,  significa  lo  mismo  que  en  ciencia; 
siguiftca,  dicen,  nada  mas  que  esto:  que  las  idean  (que  no 
yon,  rilas  mismas,  sino  partes  de  la  experiencia)  e  hacen 
verdaderas  justamente  en  la  medida  en  que  nos  ayudan  a  al- 
canzar una  relación  satisfactoria  con  otras  partes  de  musirá 
experiencia...  Una  idea  sobre  la  cual  podemos  cabalgar,  por 
decirlo  así;  una  idea  que  nos  conduce  prósperamente  de  una 
parte  de  nue-tra.  experiencia  a  otra  cualquiera;  que  nos  lleva 
¡por  entre  las  cosas  satisfactoriamente,  enlajando  las  oosas 
satisfactoriamente,  trabajando  con  seguridad,  simplificando, 
ahorrando  trabajo,  es  verdadera  en  esa  medida,  verdadera 
'nstrwmentalmente.'l 

En  el  anterior  párrafo,  se  refiere  en  parte  a  lo  que 
llamé  el  ¿tito  interior  y  en  parte  a  lo  que  llamé  el 
('.rilo  exterior. 

"La  posesión  fie  pensamientos  verdadero';  quiere  decir,  in- 
variablemente, la  posesión  de  inapreciables  instrumentos  de 
aciedón." 

En  ese  párrafo,  se  trata  sólo  del  éxito  externo. 

Williám  James  insiste  sobre  la  idea  de  que  el  prag- 
matismo es,  en  realidad,  o  intenta  ser,  una  definición 
de  la  verdad.  El  pragmatismo  quiere  decirnos  lo  que 
es  la  verdad.  Se  queja,  el  escritor,  de  la  injusticia  de 
algunos  adversarios  de  la  doctrina,  que  pretenden  que 
el  pragmatismo  niega  la  verdad;  y  dice  que  esa  forma 
de  injusticia  es  la  misma  que  se  cometió  con  Berkeley. 
Berkeley  pretendió  explicar  la  materia,  enseñando 
que  ella  se  reduce  a  nuestros  estados  de  ^condenen, 
que  se  explica  integralmente  por  estados  de  concien- 
cia ;  y  entonces  se  le  acusó  de  negar  la  materia,  lo  que 
era  una  incomprensión  de  la  doctrina.  Así,  nosotros,  di- 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  79 

ce  James,  no  negamos  la  verdad:  la  definimos.  Como 
ejemplos  de  definición  de  la  verdad,  podrían  servir, 
además  de  algunos  de  los  pasajes  ya  leídos,  estas  otras 
dos  definiciones  especiales: 

Extracto  de  la  definición  de  Schiller:  "La  rodad 
es  lo  que  trabaja". 

Extracto  de  la  definición  de  Dewey:  "La  verdad  es 
lo  que  da  satisfacción". 

La  primera  toma  más  'bien  como  criterio  lo  que  yo 
llamo  el  éxito  externo;  la  segunda,  el  éxito  interno. 
El  pragmatismo  ampliamente  entendido,  me  parece 
que  comprendería  las  ideas  que  resumen  estas  dos  de- 
finiciones. 

Dice  James  que  el  concepto  corriente  de  la  verdad, 
ha  realizado  una  abstracción ;  y  compara  este  caso 
con  los,  para  él  análogos,  de  la  riqueza,  de  la  salud, 
de  la  fuerza,  u  otras  nociones  semejantes.  La  riqueza 
no  es  una  cosa  en  sí,  no  existe  por  sí  misma  ;  lo  que 
hay  en  concreto  es  el  dinero.  Jas  monedas  reales  e 
individuales  que  tiene  cada  hombre;  la  riqueza,  es  un 
término  abstracto.  Lo  mismo  la  salud :  lo  que  hay  de 
concreto,  de  real,  de  verdadero,  son  los  fenómenos  fi- 
siológicos, normales  o  mórbidos,  que  ocurren  en  cada 
organismo  real;  la  salnd.  es  una  abstracción.  La  fuer- 
za, se  encuentra  en  el  mismo  caso.  Estas  abstracciones 
son  útiles  a  condición  de  que  las  manejemos  sabiendo 
que  son  abstracciones;  pero  es  dañoso  realizarlas  y 
suponer  que  son  existencias  por  sí;  y  los  que  en  nom- 
bre de  una  verdad  general,  abstracta,  de  una  verdad 
en  sí,  de  una  verdad  escrita  con  V  mayúscula,  de  una 
verdad  única,  augusta,  se  oponen  a  las  verdades  con- 
cretas— continúa  James — ,  caen  intelectualmente  en 
un  estado  parecido  a  ese  otro  en  que  caen  afectiva- 
mente ciertas    personas    que    experimentan    un    entu- 


80  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

siasmo  profundo  e  intenso  hacia  lo  bueno  en  abstrac- 
to, y  que  después,  en  la  realidad  concreta,  no  sienten 
La  bondad  en  sus  manifestaciones  positivas,  y  las  con- 
sideran imperfectas  o  indignas  de  atención,  hipnoti- 
zados por  el  carácter  superior  de  la  abstracción  que 
ellos  forjaran. 

Con  la  lectura  de  algunos  trozos  de  la  misma  obra 
de  James,  'completaré  más  o  menos,  en  ustedes,  La  in- 
telección de  estas  ideas: 

"Para  los  aficionados  a  la  filosofía,  e  igualmente  para  los 
profesionales,  el  universo  es  representado  como  una  singular 
especie  de  esfinge  petrificada  cuya  actitud  para  los  hombres 
consiste  en  un  monótono  desafío  a  sus  facultades  de  adivina- 


Y  sigue  explicando  el  efecto  de  las  abstracciones 
realizadas : 

"Los  jueces  de  derecho  consuetudinario  a  veces  hablan  de 
la  ley,  o,  los  profesores,  del  idioma  latino,  en  una  forma  que 
haee  creer  a  sus  oyentes  que  entienden  hablar  de  entidades 
preexistentes  a.  las  sentencias  o  a  las  ¡palabras  y  sintaxis; 
peni  el  menor  ejercicio  de  la  reflexión  nos  hace  ver  que  en 
lugar  de  ser  principios  de  esta  ciase,  tanto  la  ley  como  el 
latín  son  resultados."  ^'^ 

La   verdad,  para   él,   está   en   el    mismo   caso. 

"Nuestros  derechos,  males,  prohibiciones,  penalidades,  pa- 
labras, formas,  idiomas,  creencia.'-,  son  otras  tantas  creacio- 
nes... Lejos  de  ser  principios  antecedentes  que  den  vida  al 
proceso,  La  Ley.  el  idioma,  la  verdad,  mi  son  más  que  nombres 
abstractos  para  sus  resultados". 

"Id   mundo,   dice    (SohiHer),   es...    lo   que   nosotros   lo  ha- 


CONOCIMIENTO    Y   ACCIÓN  81 


ceñios;  es  infructuoso  definirlo  por  lo  que  originalmente  fuera 
o  por  lo  que  fuera  aparte  de  nosotros;  es  lo  que  se  hace  de 
él.  Por  consecuencia...   el  mundo  es  plástico." 

Esta  noción,  esta  palabra  que  aparece  ahora,  nos 
lleva  a  uno  de  los  aspectos  más  importantes  de  la  teo- 
ría :  al  estudio  del  proceso  por  el  cual,  según  los  prag- 
matistas, se  forma,  se  hace  la  verdad: 

"EJ  proceso  observable,  a  que  refieren  especialmente  Sshil- 
ler  y  Dewey  su  generalización,  es  ese  proceso  familiar  por  el 
cual  n: asamos  a  opiniones  nuevas.  Este  proceso  es  siempre 
el  mismo:  El  individuo  tiene  ya  un  stock  de  antiguas  opi- 
niones, pero  se  encuentra  con  una  nueva  experiencia  que  la- 
somete  a  una  prueba:  alguien  lo  contradice;  o;  en  un  momento- 
de  reflexión,  descubre  que  se  contradicen  unas  a  otras;  u  oye 
Lablar  de  hechos  con  los  cuales  son  incompatibles;  o  nacen 
en  él  deseos  que  ellas  dejan  de  satisfacer.  El  resultado  es 
una  perturbación  interior,  a  la  cual  el  eipíritu  ha  sido  antes 
etxiaño.  y  de  la  cual  trata  de  escapar  modificando  su  previa 
masa  de  opiniones.  Salva  todo  lo  que  puede  de  ella-,  i  arque, 
en  materia  de  creencias,  todos  somos  extraordinariamente 
conservadores;  y  así  trata  de  cambiar  primero  esta  opinión, 
después  aquélla  (pues  resisten  ai  cambio  en  pro  oreión  muy 
diversa),  hasta  que  al  fin  viene  una  nueva  idea  que  él  puede 
injertar  sobre  el  antiguo  stock  con  un  mínimum  de  pertur- 
bación de  éste;  una  idea  que  conciba  el  stock  con  la  nueva 
experiencia  y  los  funde  de  una  manera  más  feliz  y  exr  edita. 

Esta  nueva  creencia  es.,  entonces,  adoptada  como  la  ver- 
dadera. Presen-a  el  antiguo  stock  de  verdades  con  un  mí- 
nimum de  modificación,  forzándolas  nada  más  que  lo  estric- 
tamente necesario  para  hacerlas  admitir  la  novedad,  i;  ero 
concibiendo  a  ésta  de  un  modo  tan  familiar  como  nos  sea 
po  ;ble." 

"La  verdad  nueva  es  siempre  un  mediador  (a  go-between) , 
un  allanador    (a    smoother-over)     de    transiciones.     Reúne  la 


82  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

vieja  opinión  con  la  nueva  con  un  mínimum  de  choque  y  un 
máximum  de  continuidad.  Consideramos  verdadera  una  teoría 
justamente  en  Ja  proporción  de  su  éxito  para  resolver  este 
"j  loblema  de  máxima  y  mínima".  Pero  el  éxito  en  resolver 
este  problema  es  especialmente  una  cuestión  de  aproxima- 
ción... Hasta  un  cierto  grado,  por  consiguiente,  hay  algo 
aquí    que   es    platico. 

"Ahora,  Dewey  y  Sehilier  proceden  a  generalizar  esta  ob- 
servación y  a  aplicarla  a  las  (partes  más  antiguas  de  la  ver- 
dad. También  éstas  fueron  alguna  vez  plásticas.  También 
ellas  fueron  llamadas  verdaderas  por  razones  humanas.  Tam- 
bién ellas  mediaron  entre  verdades  todavía  más  antigua-,  y 
las  que  en  aquel  entonces  fueron  observaciones  nuevas.  Una 
verdad  puramente  objetiva,  una  verdad  en  cuyo  establecimien- 
to no  haya  desempeñado  ningún  papel  la  función  de  dar 
satisfacción  humana  concillando  partes  previas  de  la  experien- 
cia con  partes  más  nuevas,  no  se  encontrará  nunca. 

"Las  razones  por  las  cuales  llamamos  verdaderas  a  las  cosas 
son  la  razón  por  la  cual  son  verdaderas,  porque  "ser  verda- 
dero" significa  solamente  desempeñar  esa  función  conciliadora 
( tJiis   marriaqe-fnnction). 

"El  rastro  de  la  serpiente  humana  está  así  marcado  sobre 
todo.  Fuá  verdad  independiente;  una  verdad  que  nosotros  mis 
limitamos  a  encontrar;  una  verdad  no  ya  maleable  para  las 
humanas  necesidades. ..." 

(noten  ciertos  términos  inquietantes  que  pasan  de 
enando  en  cuando:  la  verdad,  "plástica";  la  verdad, 
"maleable".  .  . ) 

"...  una  verdad  no  corregible,  en  una  palabra:  una  verdad 
semejante,  existirá,  o  se  la  supone  existente  por  los  pensa- 
dores de  espíritu  racionalista;  pero  significa  solamente  el 
corazón  muerto  del  árbol  vivo,  y  su  existencia  quiere  decir 
solamente  que  también  la  verdad  tiene  su  paleontología,  y  su 
"prescripción";    que    puede    ponerse    rígida    con    los    años    de 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  8¿J 

servicio  y  petrificarse,   desde   el  punto   de  vista  lnuiuuio,   por 
pura  antigüedad." 

En  un  pasaje  hay  otra  imagen  muy  interesante: 
nuestro  pasado  va  entrando  en  el  equilibrio  de  nues- 
tra vida  mental,  "cocinado",  dice  James,  o  "guisado 
en  la  salsa  de  lo  viejo":  quiere  decir  que  no  es  que 
las  cosas  sean  de  un  modo,  y  las  comprendamos  como 
son  ellas  en  sí,  sino  que,  en  el  conocimiento,  ponemos 
muchísimo  de  nuestra  parte  en  lo  que  llamamos  la 
verdad. 

Sostiene  que  las  verdades  que  llamamos  de  sentido 
común,  esas  verdades  más  capitales,  más  innegables, 
son  sencillamente  descubrimientos  de  nuestros  más 
remotos  antecesores,  que  ya  no  podemos  negar,  ni" 
modificar,  pero  que  hubieran  podido  tomar  otras  vías 
(es,  siempre,  la  plasticidad  de   la  verdad). 

El  antiguo  modo  de  racionalizar  las  impresiones 
sensitivas,  a  base  de  sentido  común  —  dice  James — ,  ha 
creado  ciertas  categorías:  las  cosas,  lo  mismo,  lo  dife- 
rente, las  clases,  los  espíritus,  los  cuerpos,  el  tiempo, 
el  espacio,  los  sujetos  y  los  atributos,  las  influencias 
causales,  lo  imaginario,  lo  real.  Estamos  todos  fami- 
liarizados con  ellas.  Pero  —  agrega  —  caemos  en  el  error 
de  suponer  que  vengan  de  la  realidad  misma.  En  reali- 
dad,  son   los  hombres   quienes  las  han    ido  creando. 

Trata,  por  ejemplo,  de  demostrar  que  en  el  espíritu 
del  niño  no  están  todas  esas  categorías  fijas;  que.  por 
ejemplo,  si  un  niño  experimenta  varias  veces  la  per- 
cepción de  esta  mesa,  él  no  la  referirá  a  la  mesa  como 
a  una  cosa  existente  por  sí  mi^ma,  sino  que  en  cada 
caso  experimentará  una  percepción  diferente,  sin  más 
(ausencia  de  la  'categoría  de  "la  cosa");  y  así  con 
respecto    a  otras    categorías    que  también  podrían    no 


84  CARLOS     VAZ    FERREIKA 

existir.  (Dicho  sea  de  paso:  eu  este  problema  de  las 
categorías,  tiende  hoy  a  producirse  una  orientación 
nueva.  El  antiguo  punto  de  vista,  el  de  Kant,  daba 
una  importancia  capital  a  la  división  de  las  catego- 
rías: Todas  las  cosas  pertenecían  a  una  "categoría'"; 
estas  categorías  serían  fijas,  permanentes,  existentes 
en  sí  mismas.  Hoy  día,  la  filosofía  moderna  tiende  más 
bien  a  creer  que  había  aquí  una  realización  ilegítima 
de  abstracciones;  que  se  trataba,  en  realidad,  de  pala- 
bras cómodas  para  clasificar,  de  ideas  cómodas  para 
pensar,  pero  no  de  cosas  fijas  y  permanentes.  "Williain 
James  es  uno  de  los  tantos  que  sostienen  esta  creen- 
cia, la  cual,  por  lo  demás,  es  separable  de  su  prag- 
matismo)     (1). 

Naturalmente,  en  ese  proceso  por  el  cual  el  hom- 
bre va  haciendo  y  modificando  la  verdad,  hay — dicen 
James  y  Schiller — factores  que  resisten.  Estos  facto- 
res son,  según  una  clasificación  especial  de  Schiller. 
de  tres  clases.  En  primer  término,  las  sensaciones:  no 
podemos  modificarlas;  se  nos  imponen,  no  dependen 
de  nosotros.  En  segundo  lugar,  ciertas  relaciones  mu- 
dables, como  fechas  y  lugares,  y  otras  fijas  por  de- 
pender de  la  naturaleza  misma  de  sus  términos,  co- 
mo ser  las  relaciones  matemáticas,  y  las  lógicas.  Y  en 
tercer  lugar,  la  verdad  previa.  Este  tercer  factor  re- 
sistente, es  menos  resistente  que  los  anteriores.  La^; 
verdades  previas  pueden  ser  más  o  menos  modifica- 
das por  las  verdades  actuales.  Pero,   de  todos  modos. 


(1)  Aquí  se  leyeron  otros  pasaje-,  que  no  transcribí»  por 
no  dar  demasiada  extensión  a  esta  parte  expositiva.  Por 
ejemplo:  páginas  183.  100.  101,  102.  193,  107.  256,  257  de  la 
misma   obra   de   James    (Pragmatism,  Lmiinuans,    Grreen.   and, 

r°..  1007). 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN 


85 


los  factores  de  resistencia  tienen  mucho  de  plástico  y 
pueden  ser  tratados  por  nuestro  espíritu  con  una  re- 
lativa libertad.  Según  la  perspectiva  que  tomemos, 
según  lo  que  incluyamos  u  omitamos,  según  nuestra 
manera  de  considerar  la  realidad,  ésta  será,  para  nos- 
otros, diferente.  Les  voy  a  leer  algunos  ejemplos, 
para  terminar  con  estas  citas. 


"En  muchos  objetos  familiares  nosotros  reconocemos  el 
elemento  humano.  Concebimos  una  realidad  dada,  «le  esta 
manera  o  de  la  otra,  según  nuestro  propósito,  y  la  realidad. 
pasivamente,  se  somete  a  esa  concepción.  Podremos  tomar  el 
número  27  como  el  cubo  de  3,  o  como  el  producto  de  3  por 
!).  o  como  26  más  1,  o  como 
100  menos  73,  o  de  otra  innu- 
merable cantidad  de  maneras, 
de  las  cuales,  cada  una  será 
exactamente  tan  verdadera  co- 
mo cualquier  otra.  Podemos 
considerar  un  tablero  de  aje- 
drez como  casillas  negras  so- 
bre fondo  blanco,  o  como  casi- 
llas ¡blancas  sobre  fondo  ne- 
gro, y  ni  una  ni  otra  concep- 
ción es  falsa. 

Podemos  considerar  la  figura 
adjunta    como    una    estrella,    o 

como  dos  triángulos  grandes  entrecruzados,  o  como  un  exágono 
eon  |]  rolongaciones,  o  como  seis  triángulos  iguales,  pegados  por 
sus  imntas.  etc.  Todas  estas  maneras  de  considerar  la  figura 
son  verdaderas:  el  esto  sensible  que  hay  en  el  panel,  no 
resiste  a  ninguna  de  ellas.  Podemos  decir  de  una  línea,  que 
corre  de  Oeste  a  Este,  y  pódeme-  decir  que  corre  de  Este 
a  Oeste,  y  la  línea  per  se  acepta  las  dos  descripciones  sin 
rebelarse  contra   su  inconspcueiifia. 

Separamos   o    esculpimos    (carve    oíd)    gruipos   de   estrellas 


86  CARLOS    VAJZ    FERREIR-1 

en  el  cielo,  y  los  llamamos  "constelaciones",  y  las  estrellan 
pacientemente  lo  sufren,  aun  cuando,  si  supieran  lo  que  hace- 
mos, algunas  de  ellas  quedarían,  tal  vez,  muy  sorprendidas  por 
las  compañeras  que  les  damos.  Llamamos  a  la  misma  constela- 
ción de  diferentes  maneras,  como  "El  Carro",  "La  Osa  Mayor", 
"El  Cucharón"  (Dipper).  Ninguno  de  estos  nombres  será  fal- 
so: cada  uno  de  ellos  es  tan  verdadero  como  los  otros,  pues 
todos  son   aplicables. 

En  todos  estos  casos  hacemos  humanamente  una  adición  a 
alguna  realidad  sensible,  y  esta  realidad  tolera  la  adición . 
Todas  las  adiciones  "concuerdan"  con  la  realidad;  la  ajustan, 
construyéndola.  Ninguna  de  ellas  es  falsa.  Cuál  deba  ser 
considerada  como  la  más  verdadera,  depende  enteramente  del 
uso  humano  que  de  ella  hagamos.  Si  27  es  el  número  de  pesos 
que  encontramos  en  un  cajón  en  el  cual  habíamos  dejado  28, 
entonces  27  es  28  menos  1.  Si  es  el  número  de  pulgadas  de 
una  tabla  que  queremos  insertar  como  estante  en  un  aparador 
cuyo  ancho  es  de  26  pulgadas,  entonces  es  26  más  1.  Si  que- 
remos ennoblecer  los  cielos  con  las  constelaciones,  entonces 
"(luirles  s'Wain"  será  más  verdad  que  "Dipper"... 

"¿A  qué  llamaremos  indiferentemente  una  cosa?  Esto  parece 
completamente  arbitrario,  poique  escullimos  cada  cosa  exac- 
tamente como  esculpimos  en  el  cielo  haciendo  con  -'t elaciones 
para    propósitos  humanos. 

Para  mí.  este  auditorio,  en  conjunto,  es  una  cosa  :  está  ya 
distraído,  ya  atento.  Ninguna  aplicación  tienen  actualmente 
para  mí  sus  unidades  individuales,  por  lo  cual  no  las  con- 
sidero. Lo  mismo  un  "ejército"  o  una  "nación".  Pero  para 
ustedes,  señoras  y  señores,  llamarles  auditorio,  es  una  manera 
no  esencial  de  considerarlos.  Las  cosas  reales  y  permanentes. 
para  ustedes,  son  sus  personas  individuales.  Y  para  un  ana- 
tomista, a  su  vez,  esas  personas  no  son  más  que  organismos, 
y  las  cosas  reales  son  los  órganos.  No  los  órganos,  sino  sus 
células  constituyentes,  dirá  el  histologista;  no  las  célula-,  si- 
no las  moléculas,  dirá  a  su  turno  el  químico. 

Rompemos  el   flujo  de  la  realidad  sensible  en   cosas,   ruó. 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  O  i 

a   nuestra   voluntad.     Creamos  los  sujeto.-  de  nuestras  propo- 
siciones; tanto  de  las  verdaderas  como  de  las  falsa?". 

Go  secuencias  ["árticas 

La  paite  del  pragmatismo  que  hemos  resumido,  y  a 
que  corresponden  las  citas  leídas,  es  la  teoría  de  U 
verdad.  Vamos  ahora  a  resumir  las  aplicaciones,  por 
lo  menos  de  una  manera  provisional,  puesto  que  más 
adelante,  en  la  crítica  de  la  doctrina,  esa  explicación 
se  hará  más  completa. 

No  deja  de  ser  difícil  explicar  con  precisión  cuá- 
les son.  o  pretenden  ser.  esas  aplicaciones.  La  teoría 
es  demasiado  amplia,  y  tiene  también  mucho  de  vago 
Pero,  de  una  manera  general,  podría  decirse  (como 
cabe  presumirlo  conociendo  la  doctrina  teórica)  quo 
las  consecuencias  prácticas  del  pragmatismo  consis- 
ten en  legitimar  la  consideración  de  las  consecuencias 
de  las  doctrinas,  para  determinar  nuestras  creencias 
o  no  creencias.  Más  claramente:  el  pragmatismo  le- 
gítima esa  tendencia  habitual  a  dejarnos  influir  por 
las  consecuencias  o  resultados  de  las  doctrinas,  en  nues- 
tra actitud  mental  hacia  ellas. 

Es  lo  común  que,  los  que  creemos  pensar  con  supe- 
rioridad e  independencia,  cuando  hacemos  el  examen 
de  una  doctrina  cualquiera,  procuremos  justamente 
ponernos  en  guardia  contra  la  acción  que  sobre  nos- 
otros pueda  ejercer  aquel  factor;  todos  intentamos, 
lográndolo  en  mayor  o  menor  grado,  libertarnos  de 
tal  clase  de  influencias.  Cuando  consideramos  una 
cuestión,  por  ejemplo :  la  de  si  el  hombre  es  libre  o 
no  es  libre,  la  de  si  Dios  existe  o  no  existe,  procura- 
mos prescindir  de  las  consecuencias;  decimos  que  los 
argumentos  que  se  basan  en  las  consecuencias  no  son 


88  CARLOS     YAZ    EERREIRA 

argumentos.  Cuando  algún  filósofo  nos  argumenta, 
por  ejemplo,  haciéndonos  ver  que  el  admitir  la  teoría 
determinista  nos  conducirá  a  tales  o  cuales  consecuen- 
cias funestas,  nos  creemos  obligados  a  responder  que 
eso  será  más  o  menos  triste,  pero  no  altera  la  verdad 
de  los  hechos.  Cuando  un  profesor  de  filosofía  (V.  Gou- 
sin  i  dice  a  los  estudiantes  franceses  algo  como:  "Si 
queréis  salvar  a  nuestro  país,  abrazad  nuestras  bellas 
doctrinas"',  todos  sus  críticos  están  de  acuerdo,  si- 
guiendo a  Taine,  en  presentar  esa  clase  de  argumen- 
tación, no  sólo  como  falsa,  sino  como  ridicula,  y  tam- 
bién basta  condenable  moralmente. 

Pues  bien;  basta  donde  pueden  concretarse  y  resu- 
mirse en  una  sola  fórmula  las  consecuencias  prácti- 
cas de  la  doctrina  pragmatista,  ellas  vendrían  a  con- 
tradecir la  opinión  reputada  mejor  sobre  este  punto, 
y  a  legitimar  esa  actitud,  vulgar  y  corriente,  de  dar 
un  papel  importante  a  las  consecuencias  de  las  doctri- 
nas: y  no  ya  de  una  manera  secundaria  y  casi  ver- 
gonzante, como  se  bace  habitualmente,  sino  que,  il 
contrario,  según  la  nueva  doctrina,  esa  consideración 
de  las   consecuencias    sería    legítima   y  ele   gran  valor. 

Tiende,  pues,  el  pragmatismo,  a  dar  importancia  a 
las  consecuencias  prácticas  di  las  creencias.  De  aquí 
que,  como  ya  lo  explicamos,  el  pragmatista  considera 
que  ante  todo  problema,  ante  toda  explicación,  debe 
plantearse  la  cuestión  siguiente:  ¿Qué  modificaciones 
prácticas  se  seguirían  de  que  la  doctrina  fuera  verda- 
dera, o  falsa  ? 

TTna  vez  planteada  esta  cuestión,  puede  llevar  a  d  >s 
consecuencias,  y,  en  efecto,  lleva  a  ellas  en  la  prácti- 
ca, como  podemos  convencernos  examinando  las  obras 
de  los  escritores  pragmatistas. 

La  primera:  tendencia  a  abandonar,  a  dejar  de  lado 


CONOCIMIENTO   Y  ACCIÓN  89 

o  a  dar  relativamente  menos  importancia  a  los  pro- 
blemas o  teorías  que  no  tienen  consecuencias  prácti- 
cas. 

La  segunda :  preferir  sistemas,  doctrinas,  explica- 
ciones,  por  la    consideración   de   sus   consecuencias. 

No  damos  a  esto  mayor  precisión,  primero,  porque 
en  la  crítica  todo  ello  se  irá  aclarando ;  y  segundo, 
porque  los  mismos  pragmatistas  no  quieren  que  su 
doctrina  sea  muy  precisa ;  más :  hasta  la  defienden 
de  ser  una  doctrina.  Más  bien,  dice  James,  será  sim- 
plemente una  tendencia,  y,  si  se  quiere,  un  método. 
Hasta  se  defiende  James  contra  la  tendencia  a  argu- 
mentar demasiado.  No  es  cuestión  de  argumentos, 
para  él:  el  pragmatismo  está  en  acción,  en  este  mo- 
mento; sería  insensato  pretender  detenerlo.  Recuerdo 
el  caso  de  un  artículo  sumamente  curioso  del  mismo 
escritor,  en  que,  respondiendo  a  otro  que  defendía, 
contra  él,  las  doctrinas  corrientes  de  la  verdad,  por 
medio  de  una  argumentación  metódica  y  sistemática. 
en  vez  de  contestar  a  sus  argumentos,  lo  invitaba  a 
" tomar  una  actitud  más  concreta".  No  se  trata  de 
argumentar,  decía:  en  los  tiempos  en  que  se  argumen- 
taba sobre  las  ideas  generales,  o  sobre  el  libre  albe- 
drío  y  la  presciencia  divina,  todo  aquello  parecía  muy 
convincente;  después  pasa  el  tiempo,  y,  sin  que  se  ha- 
yan rebatido  los  argumentos,  ellos  se  han  como  enve- 
jecido, como  fosilizado ;  se  lia  desecado,  todo  eso. 
Pues  bien,  todas  estas  argumentaciones  que  hoy  se 
hacen  contra  el  pragmatismo,  parecerán,  dentro  de  al- 
gún tiempo,  un  trozo  de  escolástica. 

Y  escribía :  pretender  detener  al  pragmatismo  con 
argumentos,  es  como  pretender  detener  las  aguas  de 
un  río  clavando  un  bastón  en  la  corriente;  el  agua  si- 
gue .  .  . 


<)0  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

Un  representante  italiano  de  la  doctrina  pragmatis- 
ta, nos  da  esta  otra  imagen:  el  pragmatismo  sería 
í'omo  un  ''corredor'':  por  él  se  puede  ir  a  cualquier 
parte.  Representémonos  un  corredor  al  cual  dan  mu- 
chas puertas;  en  una  de  ellas  está  un  hombre  que  ora 
ante  un  crucifijo;  en  otra,  un  sabio  que  hace  experi- 
mentos de  laboratorio ;  en  la  tercera,  un  metafísico  es 
cribe  un  tratado  en  pro  o  en  contra  de  la  existencia 
•de  Dios,  de  la  inmortalidad  del  alma .  .  .  Se  trataría, 
así,  simplemente  de  un  método. — Y,  aunque  no  deseo 
abusar  de  las  citas,  les  voy  a  dar  idea  de  esta  tenden- 
cia con  algún  ejemplo. 

Véase  el  resumen  de  la  doctrina  de  Peirce,  como  ].> 
hace  James,  y  con  aplicaciones  a  la  práctica : 

"Las  discusiones  filosóficas,  ¿no  están  condenadas  a  la  fri- 
volidad cuando  no  tienen  ninguna  eou  ecneneia  práctica? 
¿Qué  importaría  entonces  la  verdad  o  la  falsedad  de  una  pro- 
posición ?" 

(No  estamos  nosotros  acostumbrados  a  considerar 
así  las  cosas.  Nuestros  hábitos  mentales,  o,  por  lo  me- 
nos, los  (pie  creemos  mejores,  son  muy  diferentes,  por 
no  decir  antitéticos.  En  nuestro  respeto  por  el  cono 
cimiento,  nos  hemos  acostumbrado  a  pensar  y  a  sentir 
que  la  persecución  de  la  verdad  es  estimable  por  sí 
misma,  aún  con  independencia  de  los  resultados:  y 
hasta  nos  hemos  acostumbrado  a  considerar  como  es- 
píritus especialmente  selectos  y  respetables  a  los  que 
se  entregan  a  esta  clase  de  investigaciones  absoluta- 
mente desinteresadas,  en  el  sentido  más  amplio  del 
término) . — Continúa  James  ¡ 

"Un  filósofo  americano  de  .eran  valor,  el  señor  Charles  San- 
ders  Peirce,   tiene  el   mérito  de   haber   desprendido   el  princi- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  91 

pió  de  este  método  y  mostrado  todo  su  alcance :  lo  llama  prag- 
matismo, y  lo  expone  más  o  menos  así: 

El  pensamiento  en  movimiento  no  podría  tener  otro  objeto 
que  la  creencia,  es  decir,  el  pensamiento  en  reposo.  Eg  sólo 
cuando  nuestro  pensamiento  ha  encontrado  su  equilibrio,  cuan- 
do nuestra  acción  puede  ser  firme  y  segura.  Las  creencias 
son  reglas  de  acción:  la  función  de  la  inteligencia  es  permi- 
tir al  hombre  la  adquisición  de  hábitos  activos.  Si  hay  en 
un  pensamiento  cualquier  elemento  que  no  pueda  cambiar  na- 
da en  las  consecuencias  prácticas  de  ese  pensamiento,  es  un 
elemento  négligeable.  Para  desenvolver  todo  su  sentido,  basta, 
pues,  determinar  los  actos  que  ese  pensamiento  es  apto  para 
hacer  nacer:  de  sus  efectos  prácticos,  saca  él  todo  su  valor. 
En  la  base  de  todas  nuestras  distinciones  teóricas,  por  sutiles 
que  sean,  no  se  encontrarán  nada  más  que  diferencias  de  efi- 
cacia práctica.  Para  alcanzar  a  la  perfecta  claridad  de  una 
idea,  no  tenemos  más  que  preguntarnos  qué  sensaciones  po- 
dría darnos  su  objeto  y  cuál  debería  ser  nuestra  conducta  si 
ella  fuera  una  realidad.  Todo  el  sentido  que  puede  tener  la 
concepción  de  un  objeto  se  reduce  a  la  representación  de  sus 
consecuencias    prácticas. 

Si  aplicamos  el  principio  de  Peirce  a  las  diversa-  perfec- 
ciones que  los  escolásticos  atribuyen  a  Dios,  veremos  que  hay 
algunas  mucho  más  importantes  que  otras.  ¿  Qué  vienen  a  sei\ 
desde  el  punto  de  vista  del  pragmatismo,  los  atributos  meta- 
físicos  de  Dios,  distinguidos  de  sus  atributos  morales?  Aún 
cuando  se  nos  diera  la  demostración  lógica  más  rigurosa  de 
ellos,  deberíamos  confesarnos  que  no  tienen  sentido.  La  aci- 
dad de  Dios,  su  necesidad,  su  inmaterialidad,  su  simplicidad, 
su  indivisibilidad,  su  indeterminación  lógica,  su  personalidad 
metafísica,  su  relación  con  el  mal,  que  él  permite  sin  crearlo. 
íti  suficiencia,  su  amor  de  sí  mismo  y  su  absoluta  felicidad; 
francamente  ¿qué  importan  todos  esos  atributos  para  la  vida 
del  hombre?  si  no  pueden  cambiar  nada  nuestra  conducta 
l  qué  importa  al  pensamiento  religioso  que  sean  verdaderos  o 
falsos?     No  quería   arriesgarme  a  rozar  alguna  convicción   ín- 


92  CÁELOS   VAZ   FERREIRA 

tima,  pero  confieso  que,  por  mi  parte,  no  puedo  encontrar  en 
todos  esos  atributos  ningún  alcance  religioso.  ¿Qué  acto  par- 
ticular ¡podría  inspirarme  una  idea  como  la  de  la  simplicidad 
de  Dios?  ¿En  qué  su  absoluta  felicidad  puede  modificar  mi 
conducta?" 

Esta  sola  lectura  puede  sugerirles  hasta  qué  punto 
se  trata  de  una  doctrina  revolucionaria;  quiero  decir: 
de  una  doctrina  que,  no  limitándose  a  explicaciones 
teóricas,  procura  modificar  nuestras  reglas  de  conduc- 
ta en  la  práctica.  Nuestros  hábitos,  en  cuanto  a  lo 
que  podemos  llamar  la  lógica  y  la  moral  de  la  creen 
cía,  serían  profundamente  perturbados.  Y  es  por  eso, 
sobre  todo,  por  lo  que  el  examen  de  esta  doctrina  es 
una   tarea  importante. 

En  el  pasaje  anterior  han  visto  ustedes  la  primera 
de  las  tendencias  que  les  indiqué,  esto  es :  la  tenden- 
cia a  despreciar,  a  dejar  de  lado  los  problemas  cuya 
consideración  no  puede  conducir  a  ningún  resultadj 
práctico.  La  otra  tendencia,  la  de  hacer  pesar  la  con- 
sideración de  las  consecuencias  prácticas  en  la  elec- 
ción de  las  doctrinas,  la  podrían  ver  en  mohos  otros 
pasajes;  entre  ellos,  el  examen  que  hace  James  de 
ciertos  problemas  filosóficos.  En  la  cuestión,  por  ejem 
pío,  del  libre  albedrío,  nuestro  autor  empieza  por  re- 
conocer que  no  hay  argumentos  decisivos,  desde  el 
punto  de  vista  de  la  razón,  en  favor  o  en  contra  de 
ninguna  de  las  soluciones ;  pero  tomando  en  conside- 
ración las  consecuencias  que  él  atribuye  a  las  dos 
doctrinas;  tomando  en  consideración,  sobre  todo,  esta : 
que,  dentro  del  determinismo,  el  Universo  forma  una 
especie  de  bloque  fijo,  inmodificable,  en  que  lo  bueno 
es  bueno  por  toda  la  eternidad  y  lo  malo  es  malo  por 
toda  la  eternidad,  en  tanto  que  la  doctrina  indeter- 
minista nos  presenta   un  mundo  modificable,   plástico ; 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  93 

que  está,  como  dice  él,  corriendo  sus  aventuras;  en  el 
cual  hay  posibilidades  de  mal  que  no  están  determi- 
nadas de  antemano ;  teniendo  en  cuenta  que  la  doc- 
trina libre  arbitrista  deja  algo  abierto,  James  elige  el 
libre  albedrío:  vota,  diremos,  por  el  libre  albedrío. 
Determina  su  creencia,  pues,  no  por  razones  intelec- 
tuales,  sino   por   las   consecuencias   de   la    doctrina. 

Comparando  la  doctrina  materialista  con  la  doc- 
trina deísta,  encuentra  que,  con  respecto  al  pasado. 
las  dos  doctrinas  nos  dan  una  explicación  equivalen- 
te. ¿Qué  importa  que,  al  principio  del  Universo,  se  le 
llame  la  materia  ©  se  le  llame  Dios  ?  ¿  Qué  importa  eso, 
con  relación  a  lo  que  ya  fué  por  toda  la  eternidad  ? 
Pero  la  diferencia,  nos  dice,  es  con  respecto  al  fu- 
turo :  La  doctrina  deísta  es  una  doctrina  que  "pro- 
mete"; no  así  la  doctrina  materialista.  Y  el  pragma- 
tista escoge  la  primera. 

El  artículo  "La  voluntad  de  creer"  (complementado 
por  otros),  sostiene  una  tesis  que,  cuando  fué  presen- 
simo  resumen  de  las  dos  obras  en  que  el  mismo 
James  ha  desarrollado  algunas  de  estas  aplicaciones. 
Ambas  son  anteriores  a  la  obra  "El  Pragmatismo", 
de  la  cual  me  he  servido  para  explicar  la  doctrina. 
Una  de  ellas,  The  wül  to  believe  ("La  voluntad  de 
creer"),  muy  anterior;  la  otra.  "La  experiencia  reli- 
giosa", es  de  fecha  bastante  más  reciente. 

La  obra,  o  mejor  dicho,  el  artículo  "La  voluntad 
de  creer",  sostiene  una  tesis  que,  cuando  fué  presen- 
tada, hizo  un  efecto  eminentemente  paradoja!.  James, 
sin  embargo,  dispone  de  un  talento  casi  incompara- 
ble, no  sólo  para  la  exposición  sino  para  la  polémica. 
lo  cual  ha  hecho  que  esa  doctrina  se  haya  impuesto  a 


y 4  CARLOS   VAZ   FERREIRA 

algunos   espíritus  y   haya   conquistado  adeptos.   Voy   a 
resumirla  sucintamente. 

Empieza  James  por  hacer  notar  el  hecho  de  que  los 
hombres,  si  l>ien  han  tenido  siempre  tendencia  a  de- 
jarse influir  en  sus  creencias  por  la  consideración 
de  los  resultados,  y,  en  general,  por  razones  pasio- 
nales, ellos  mismos  se  han  avergonzado  más  o  me- 
nos de  esta  tendencia,  han  tratado  de  disculparse  de 
ella ;  y  hasta  más  o  menos  nos  inclinamos  a  consi- 
derar como  inmoral  la  conducta  del  que  adopta  creen- 
cias prescindiendo  de  la  pura  razón.  James  se  pro- 
pone combatir  esa  manera  de  ver  habitual,  y  justifi- 
car la  intervención  de  los  elementos  pasionales  y  vo- 
limt arios  en  la  formación  de  las  creencias  de  los  hom- 
bres. Los  problemas,  dice,  que  se  presentan  en  la  vida 
real,  nos  ponen  en  situación  de  elegir  entre  soluciones 
opuestas ;  nos  plantean  decisiones  u  opciones :  j  Adop- 
taremos, o  no,  tal  opinión? 

Ahora  bien,  dice  James:  las  opiniones  pueden  ser 
vivas,  o  muertas;  forzosas,  o  evitables;  importantes, 
o  triviales. 

"Vivas  o  muertas":  Hay  ciertas  opiniones  que  son 
completamente  frías  e  indiferentes  para  nuestra 
creencia ;  si  a  uno  de  nosotros  se  le  hablara,  por  ejem- 
plo, del  mahometismo,  no  sentiría  ninguna  impresión 
viva,  ni  de  aprobación,  ni  de  negación  tampoco:  esa 
es  la  hipótesis  muerta,  para  nosotros.  Pero  otra  opi- 
nión, como,  por  ejemplo,  el  cristianismo,  esa,  para 
nosotros,  está  viva ;  creeremos  o  no  en  ella,  pero  nos 
afecta,  nos  impresiona,  despierta  en  nosotros  senti- 
mientos; es  capaz  de  motivar  acciones.  ¿Por  qué?  Jus- 
tamente porque  cabe  en  los  límites  de  lo  posible,  de 
lo  psicológicamente  posible,  que  nosotros  seamos  cris- 
tianos. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  95 

Hay  también  opciones  evitables  y  opciones  inevita- 
bles. Si  a  mí  se  me  plantea  la  cuestión  de  saber  si 
Venus  tiene  o  no  satélites,  yo  no  estoy  obligado  a  pro- 
fesar ninguna  creencia  a  ese  respecto;  puedo  esperar. 
Pero  puede  presentárseme  en  la  realidad  de  la  vida 
algún  caso  en  que  yo  tenga  que  optar:  que  opinar 
forzosamente  en  pro  o  en  contra  de  una  doctrina. 
(Después  veremos  qué  casos  son  éstos). 

Además,  hay  opiniones  de  importancia,  y  otras 
completamente  triviales  y  sin   importancia  real. 

Pues  bien :  para  cierta  clase  de  opciones  en  las 
cuales  se  trata  de  opiniones  vivas,  forzosas  e  impor- 
tantes. James  sostiene  la  tesis  de  que  no  sólo  es 
permitido  dejar  influir  a  nuestra  naturaleza  pasio- 
nal y  a  nuestra  voluntad  en  nuestras  creencias,  sino 
que  hasta  estamos  en  el  deber  de  hacerlo.  Efectiva- 
mente, dice:  el  suspender  la  creencia,  como  el  dejar 
de  ereer,  pueden  tener,  en  cuanto  a  los  efectos  prác- 
ticos, un  carácter  tan  positivo  como  el  creer:  y.  si 
bien  suspendiendo  la  creencia  podemos  librarnos  del 
error,  también  podemos  quedarnos  sin  la  verdad.  Err 
otros  términos:  el  peligro  de  perder  la  verdad  es  un 
peligro  tan  positivo  como   el  de  caer  en  error. 

Hay  cuestiones  en  las  cuales  no  podemos  suspender 
eil  juicio  y  esperar  a  que  sean  suficientes  las  razones 
puramente  lógicas  .para  determinar  nuestra  convic- 
ción. Si  yo  me  planteo,  supongamos,  una  cuestión  de 
orden  moral,  o  de  orden  religioso  (los  dos  ejemplos 
en  que  los  casos  de  James  se  dan  de  una  manera  más 
característica),  no  puedo  tomar  la  misma  actitud  de 
un  hombre  de  ciencia  ;  de  un  astrónomo,  de  un  quími- 
co, por  ejemplo.  El  astrónomo  puede  esperar  sin  in- 
conveniente hasta  que  observaciones  repetidas,  quizá 
remotas,   le   permitan   formarse   sobre   bases   racionales 


<J6  CARLOS    YAZ    FERRE1RA 

una  opinión  sobre  la  existencia  o  no  existencia  ele  un 
satélite  de  Venus.  Pero,  ¿podemos  nosotros,  cuando 
se  nos  plantea  un  problema  moral  o  religioso,  adoptar 
la  misma  actitud.'  No;  porque  el  creer  o  el  dejar  de 
creer,  el  obrar  o  el  dejar  de  obrar,  son  igualmente, 
actos,  tan  irrevocables  los  unos  como  los  otros,  tan 
importantes  los  unos  como  los  otros,  y  que  se  tradu- 
cen, los  unos  como  los  otros,  en  consecuencias  práeticas.f 

Sea  un  problema  de  orden  moral:  por  ejemplo  (se 
me  ocurre),  la  disidencia  entre  Guyau  y  Nietzscbe  so- 
bre si  la  vida,  la  individualidad,  la  potencia,  se  des- 
arrollan en  el  sentido  del  aumento  de  la  solidaridad  o  en 
el  opuesto :  ¿  Debo  creer  con  Guyau  que  la  expansión 
de  la  vida  tiende,  por  naturaleza,  a  favorecer  a  los 
demás  bombres.  a  ayudarlos,  a  auxiliarles;  o  debo 
creer  con  Nietzscbe  que  la  expansión  die  la  vida  del 
individuo  es  fundamentalmente  contraria  a  la  indivi- 
dualidad de  los  demás? — En  un  caso  como  éste,  yo  no 
puedo  proceder  como  el  astrónomo  ante  el  caso  del 
satélite  de  Venus,  puesto  que  mi  conducta  va  a  ser  de- 
terminada por  mi  creencia.  Si  yo  digo:  "voy  a  esperar-, 
no  me  resuelvo  basta  que  no  encuentre  razones  bastan- 
tes", entonces,  dejo  de  obrar  como  obraría  si  adop- 
tara, por  ejemplo,  la  doctrina  de  Guyau.  Porque  el  no 
creer  es  un  acto,  como  el  creer.  En  'casos  de  esta  natu- 
raleza, no  sólo  es  lícito,  según  el  Pragmatismo,  no  sólo 
es  legítimo,  sino  que  es  un  deber  baeer  intervenir  ra- 
zones pasionales. 

Aquello  que  me  sea  simpático,  aquello  une  produzca 
en  mí  entusiasmo,  aquello  que  yo  crea  útil;  eso.  elijo: 
cliio  mi  creencia. 

Tratándose  de  problemas  religiosos,  ocurre  lo  mis- 
mo. Me  presunto,  por  ejemplo,  si  el  alma  es  inmortal. 


conocimiento  y  acción  97 

De  que  el  alma  sea  o  no  inmortal,  se  desprenden  con- 
secuencias relativas  a  mi  conducta  práctica.  Xo  tengo, 
pues,  el  derecho  de  esperar  a  que  las  razones  pura- 
mente lógicas  determinen  mi  creencia.  Teniendo  en 
cuenta  las  consecuencias  de  las  dos  doctrinas;  adonde 
llevan,  a  qué  conducen, — yo  escojo. 

Los  problemas  morales  y  los  problemas  religiosos 
son,  para  James,  los  dos  casos  típicos  en  que  proce- 
den estas  reglas  de  conducta  práctica. 

En  cuanto  a  la  otra  obra.  *'La  experiencia  religio- 
sa", es  uno  de  los  libros  más  notables  que  se  han  es 
crito  en  los  últimos  años.  Puede  decirse  que  compren- 
de dos  partes  ¡  la  primera  es  una  psicología  religiosa, 
quizá  la  más  valiosa  y  rica  que  existe ;  la  segunda  se- 
ría una  apología  de  las  religiones,  notable  por  su 
amplitud  de  criterio,  pero,  a  mi  juicio,  como  procura- 
ré después  probarlo,  viciada  por  confusiones,  algunas 
de  ellas  muy  graves,  y.  creo,  también  por  errores 
considerables. 

Deseo,  antes  de  hacer  algunas  lecturas,  darles  una 
muestra  de  la  amplitud  del  criterio  de  James.  Ellas 
les  mostrarán  de  qué  clase  de  pensador  se  trata ;  y 
les  mostrarán  mucho  más.  a  saber:  cómo  eil  progreso 
del  pensamiento  humano  tiende  a  hacernos  diferentes 
y  mejores,  en  el  sentido  de  que  cada  vez  se  disuelven 
más  los  dogmatismos  y  cada  vez  los  escritores  se  hacen 
más  capaces  de  considerar  las  cuestiones  desde  puntos 
de  vista  diversos  y  de  considerar  con  amplitud  opiniones 
distintas  de  las  propias  (1). 


(1)   Aquí  se  leyeron  en  la   clase  muchos  pasajes  .le  James; 
por   ejemplo:   en "  las   páginas  25.   27.   34.   92.   27S.   280.   286, 
.    .¡/Kv   frienee   Religíerse"    (París:    Alean   y  Kü  dig, 
1906) . 


98  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

En  su  obra,  empieza  James  por  condenar  una  ten- 
dencia qose  él  llama  "materialismo  médico'',  a  saber; 
la  tendencia  a  ir  a  buscar  un  origen  patológico  de 
ciertas  creencias  o  manifestaciones  espirituales,  y  a 
creer  que  el  descubrimiento  de  ese  origen  patológico 
les  quita  todo  valor.  Se  trata,  dice  él,  de  una  acti- 
tud (¡ue  los  médicos,  sobre  todo,  al  examinar  descL' 
.su  punto  de  vista  ciertas  cuestiones  filosóficas  o  reli- 
giosas, han  introducido  en  el  pensamiento  moderno. 
Explicar  el  altruismo  de  tal  personaje,  las  satisfacciones 
de  tal  otro,  la  fe  religiosa  de  éste,  por  el  histerismo,  por 
alucinaciones,  por  un  estado  patológico  de  un  orden  cual- 
quiera... Un  médico,  por  ejemplo,  descubre  que  Santa 
Teresa  presentaba  manifestaciones  histéricas,  e  inme- 
diatamente considera  probado  que  cuánto  Santa  Te- 
resa escribió  o  hizo  no  tiene  valor  alguno,  por  tratar- 
se de  simples  manifestaciones  patológicas.  Otro  descu- 
brirá que  Cristo  era  un  alucinado,  que  padecía  de  ma- 
nía ambulatoria  o  de  neurastenia ;  e  inmediatamente 
creerá  que  el  valor  del  cristianismo  ha  desaparecido. 
Esta,  según  nuestro  escritor,  es  una  tendencia  absolu- 
tamente falsa.  Los  orígenes  de  un  sentimiento  o  de 
una  acción,  sus  causas,  no  dicen  nada  sobre  su  valor. 
El  árbol  no  se  juzga  por  sus  raíces,  sino  por  sus  fru- 
tos, nos  dice  James,  tomando  del  Evangelio  una  metá- 
fora que  es  realmente  pragmatista,  y  de  la  cual  hace 
gran  uso  en  su  obra. 

Después  de  haber  procurado  eliminar  ese  "materia- 
lismo médico",  James  nos  da  variadas  y  riquísimas 
descripciones  del  estado  de  espíritu  religioso.  Y  la  in- 
terpretación que  propone,  viene  a  ser,  en  resumen,  la 
siguiente:  el  yo  suMiminal,  de  los  psicólogos,  lo  sub- 
consciente, constituye,  por  decirlo  así,  nuestro  órgano 
religioso.   Las    realidades    supra-sensibles,     lo     divino. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  99 

influyen  sobre  nosotros  por  medio  de  esa  psicología 
sub-conseiente.  Hay  nombres  que  están  como  cerra- 
dos a  la  influencia  religiosa,  porque  su  yo  sub-cons- 
eiente no  está  en  comunicación  con  el  yo  consciente. 
En  otros  hombres,  la  comunica  ción  existe,  y  la  in- 
fluencia de  lo  divino  se  hace  sentir  sobre  el  espíritu. 
En  alguno  en  quien  la  comunicación  no  existía,  puede 
establecerse,  tal  vez,  de  golpe;  siente,  entonces,  la  in- 
fluencia religiosa;  y  sería  el  caso  de  las  conversiones 
bruscas. 

Consecuente  con  esta  explicación,  da  un  gran  valor 
i\  las  experiencias  místicas  (los  estados  de  concien- 
cia místicos),  y  dice  que  los  que  somos  refractarios  a 
esos  estados  y  a  la  influencia  de  lo  divino,  debemos 
aceptar  la  descripción  de  esa  clase  de  sentimientos 
en  la  misma  situación  de  espíritu  en  que  un  ciego  es- 
tudia la  teoría  de  los  colores. 

Hay  también, en  la  obra  un  notabilísimo  estudio  so- 
bre el  optimismo  y  el  pesimismo,  que  les  recomiendo 
de  una  manera  especial.  En  él,  después  de  un  examen 
profundo  y  sentido  de  la  cuestión,  llega  a  la  conclu- 
sión de  que  el  pesimismo  tiende  a  englobar  mayores 
elementos  de  realidad  que  el  optimismo. 

Pero  lo  que  nos  interesa  sobre  todo,  en  el  libro, 
desde  nuestro  punto  de  vista  especial,  es  el  criterio 
que  adopta  para  hacer  la  apología  de  las  religiones: 
simplemente,  la  aplicación  de  la  frase  evangélica .- 
"Juzgar  el  árbol  por  sus  frutos1 '. 

Pasa  en  revista  las  consecuencias  de  la  religión;  lo 
que  la  religión  ha  hecho  por  el  hombre.  En  este  exa- 
men, él  cree  probar  que  los  efectos  buenos  son  mavn- 
res  que  los  efectos  malos,  y  que  si  bien  las  religiones 
han  tendido  en  tal  o  cual  caso  a  fomentar  la  intole- 
rancia   o   la    estrechez   de   espíritu,   en   cambio,   la    can- 


1Q0  CARLOS  YAZ  FERKEIR.V 

tidad  de  placer,  de  paz,  de  consuelo,  de  entusiasmo, 
de  iluminación  espiritual  que  han  producido,  las  jus- 
tifica ampliamente.  Tiende,  en  su  apreciación,  a  re- 
legar al  segundo  plano — a  veces  más,  a  veces  menos 
completamente — las  consideraciones  de  orden  pura- 
mente lógico.  Admite,  es  cierto,  el  elemento  racional; 
pero  de  una  manera  secundaria.  Lo  que  esencialmen- 
te justifica  las  religiones,  es  la  bondad  de  sus  frutos, 
y  este  es,  justamente,  un  punto  de  vista  pragmatista  ; 
pero  pragmatista  en  el  sentido  práctico :  no  se  trata 
aquí,  ya,  .simplemente  de  una  teoría  de  la  verdad;  se 
trata  de  una  aplicación  práctica  de  esa  teoría,  que  lle- 
va al  autor  a  admitir  creencias,  partiendo,  no,  funda-/ 
mentalmente,  de  su  verdad  o  falsedad,  sino  de  la  bon-j 
dad  de  sus  consecuencias. 

Comparada  con  la  ciencia,  la  Religión,  dice  James. 
no  le  sería ,  opuesta ;  sería,  simplemente,  otra  cosa : 
da  satisfacción  a  otra  clase  de  aspiraciones  y  a  otra 
clase  de  necesidades.  Si  nosotros  tuviéramos  dos 
llaves,  de  las  cuales  una  abriera  ciertas  puertas  y 
no  otras,  y  la  segunda  abriera  éstas  y  no  aquéllasT 
no  sería  una  razón  para  arrojar  una  de  las  dos.  sino. 
al  contrario,  para  guardarlas  ambas.  Tal  es  el  casó- 
de  la  Religión  y  la  Ciencia.  Hay  necesidades  espi- 
rituales que  la  Ciencia  satisface,  y  no  la  Religión:  hay 
otras  necesidades  que  son  satisfechas  por  la  Religión 
y  no  por  la  Ciencia :  guardemos  ambas.  Tal  es  la 
posición  especial  de  James,  en  cuanto  a  esta  cuestión 
tan  interesante  y  honda  de  las  relaciones  de  la  Religión 
con  la  Ciencia. 

James,  por  otra  parte,  explica  que  la  suya  no  es 
un  alma  religiosa;  pero  que,  si  bien  él  es  personal- 
mente inaccesible  a  la  influencia  directa  de  lo  divino, 
que    los    místicos    afirman    experimentar,     adopta,     sin 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  101 

embargo,  ,con  respecto  a  la  religión,  lo  que  él  llama 
una  "sobre-creencia".  La  sobre-creencia  de  James, 
sería  lo  que  él  llama  el  "supra-naturalismo  gro- 
sero": supra- naturalismo ,  esto  es:  que,  además  de 
lo  natural,  existe  algo  no-natural  (no-natural,  en  el 
sentido  que  nosotros  damos  al  término  "Naturale- 
za"), algo  sobrenatural,  que  influye  sobre  el  mundo. 
Recuerdo  una  comparación  de  que  se  vale:  el  caso 
de  la  reflexión  total.  Supongamos,  dice,  peces  que 
nadan  en  el  agua;  la  luz  cae  sobre  ésta,  y  no  pene- 
tra ;  los  peces  no  pueden  ver,  pero  pueden  entrever ; 
no  pueden  salir  de  su  elemento:  se  acercarán,  pero 
no  pasarán  de  la  superficie  que  separa  el  medio  en 
que  viven  de  otro  medio  en  que  no  pueden  vivir;  sin 
embargo,  ese  otro  medio  es  el  que  les  suministra  '•! 
elemento  de  su  vida,  es  el  que  les  da  el  oxígeno  que 
respiran...,  etc.  Nosotros  nos  encontraríamos  en  una 
situación  parecida  con  respecto  al  mundo  de  lo  di- 
vino. 

Pero,  dice  James,  hay  dos  clases  de  supra-natura- 
lismo:  los  que  admiten  la  existencia  de  seres  supe- 
riores, uno  o  varios,  pueden  adoptar  dos  posiciones 
distintas.  Paira  unos,  esos  seres  superiores  no  influyen 
sobre  el  mundo ;  para  otros,  intervienen  en  él.  El  pri- 
mero sería  el  supra-naturalismo  refinado ;  el  segundo, 
el  supra-naturalismo  grosero:  el  que  James  adopta.  Lo 
cual  es  una  nueva  aplicación  del  punto  de  vista  prag- 
matista :  ¿Qué  interés  tendría  para  un  pragmatista 
la  adopción  de  una  creencia  en  seres  superiores  que 
no  intervinieran  eficazmente  en  la  marcha  del  Universo? 
El  supra-naturalismo  que  el  mismo  James  llama  "gro- 
sero",  esto  es,  la  creencia  en  la  intervención  de  lo  divino, 
de  seres  sobrenaturales,  en  la  marcha  efectiva  y  práctica 


1 02  CARLOS     YAZ     PERREIRA 

del   Universo,  es  la  creencia  que  puede  satisfacer  a  un 
pragmatista . 

Al  hacer  la  crítica  de  este  libro,  yo  lo  trataré  úni- 
camente desde  el  punto  de  vista  que  nos  interesa 
aquí,  esto  >es,  como  aplicación  del  pragmatismo ;  pero 
no  puedo  dejar  de  recomendarles  la  lectura  de  obra 
tan  notable.  Hay  sobre  la  religión  tres  libros  que  na- 
die debería  no  haber  leído.  La  primera,  tan  superior, 
tan  noble!:  "La  irreligión  del  porvenir",  de  Gruyan. 
La  segunda,  sería  esta  obra  de  James,  indicada,  .jus- 
tamente, porque  tiende  a  defender  el  punto  de  vista 
opuesto  (si  bien  en  la  práctica  los  dos  autores  suelen 
estar  mucho  más  cerca  de  lo  que  cree  uno  de  ellos). 
Y,  finalmente,  esa  otra  obra,  ya  antigua,  pero  tan  va- 
liosa por  suministrarnos  ejemplo  de  una  actitud  de  es- 
píritu abierta,  amplia,  en  que  las  consideraciones  in- 
tectuales  y  las  morales  tienen  igual  cabida  :  me  refiero 
al  libro  postumo  de  Stuart  Mili:  "Ensayos  sobre  las 
religiones".  Precisamente  allí  encontró  James  las  su- 
gestiones que  le  llevaron  a  adoptar  ciertas  doctrinas ; 
y  precisamente  al  espíritu  de  Stuart  Mili  dedica  Ja- 
mes su  obra  sobre  el  pragmatismo,  expresando  que  de 
Mili  ba  aprendido  la  amplitud  de  espíritu,  y  que  ¡»e 
complace  en  representárselo,  si  aún  viviera,  como  el 
jefe  de  la  nueva,  doctrina.  Ya  procuraré  probar  en  mi 
crítica  que,  muy  probablemente,  en  este  punto.  Jarnos 
se  ha  engañado. 

Para  los  discípulos  del  pragmatismo,  la  nueva  teo- 
ría está  llamada  a  modificar  profundamente  el  pen- 
samiento moderno.  Ella  (representaría,  dice  James, 
algo  así  como  el  advenimiento  y  el  triunfo  de  los  espí- 
ritus concretos,  en  la  filosofía  :  ella  vendría  a  desvane- 
cer la  tendencia  mtelectualista.  la  tendencia  abstrac- 
ta, sutil  y  refinada. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  103 

Algunos  representantes  de  la  extrema  izquierda  del 
sistema,  van  más  lejos:  preconizan  las  facilidades  que 
—indudablemente— da,  para  pensar,  una  doctrina  en 
que  los  elementos  racionales  pasan  a  segundo  tér- 
mino. 

Finalmente,  según  James,  el  pragmatismo  podrá 
reconciliar  a  dos  clases  de  espíritus  que  hasta  a-hora 
han(  sido  filosóficamente  irreconciliables:  los  espíri- 
tus tiernos  y  los  espíritus  fuertes  o  duros:  ("The 
tender  mnded  and  tlte  tmgh  mincha").  Por  un  lado, 
han  existido  en  la  filosofía  (y  la  división  responde 
a  modalidades  de  espíritu  de  los  hombres  en  gene- 
ral, sean  o  no  'filósofos)  los  tc-ugh  mÁnded)  s  que 
tienden  a  determinarse  principalmente  por  la  obser- 
vación de  los  hechos  y  a  subordinarlo  todo  a  los  he- 
chos. La  razón  es  para  ellos  soberana  ;  y  su  tendencia 
es  destructiva  de  ilusiones  y  de  esperanzas.  Son,  por 
ejemplo,  ateos,  materialistas,  deterministas,  pesimistas 
esci'pticos.  empiristas,  etc.  Por  otro  lado,  encontra- 
mos otra  elase  de  espíritus,  tender  minded,  para  los 
cuales  la  vida  afectiva,  la  esperanza,  el  consuelo,  son 
los  factores  que  obran  sobre  la  creencia  y  sobre  la 
conducta :  y  estos  son  religiosos,  idealistas,  optimis- 
tas, libre-arbitristas,  etc.  Pero  unos  y  otros  son  in- 
completos. Los  primeros,  nos  dan  la  experiencia  y  la 
ciencia,  pero  nos  cierran  toda  esperanza ;  los  segun- 
dos, nos  dan  lo  que  los  primeros  nos  quitan,  pero  son 
incapaces  de  satisfacer  bis  necesidades  intelectuales  o 
racionales.  El  pragmatismo,  dice  James,  estaría  desti- 
nado a  dar  satisfacción  a  aquellos  que  sintieran  las 
dos  necesidades. 

En  las  lecciones  siunientes  voy  a  intentar,  con  las 
imperfecciones  inevitables,  la    erítioa    de   esta    filosofín. 


1(14  CARLOS    VAZ    FERREIRA 


EXAMEN    CRITICO 


El  pragmatismo,  pues,  tal  como  lo  piensan  sus 
adeptos,  comprende  fundamentalmente  dos  partes: 
una  especulativa,  y  otra  aplicada;  una  teoría  de  la 
verdad,  y  una  teoría  de  La  creencia  práctica. 

Una  teoría  de  la  verdad;  a  saber:  que,  si  se  ana- 
liza la  noción  de  verdad,  se  encuentra  ¡que  toda  ella 
puede  reducirse  a  un  mismo  elemento,  de  orden  prác- 
tico ;  que  la  verdad  de  una  proposición,  no  es  otra 
cosa  que  el  conjunto  de  sus  consecuencias  prácticas 
y  de  sus  aplicaciones;  lo  que  habría  de  entenderse,  teó- 
ricamente, con  toda  la  amplitud  posible:  aplicaciones 
actuales  y  futuras,  próximas  y  remotas,  presentes  o  po- 
sibles. 

La  segunda  parte  del  pragmatismo  es  una.  teoría 
de  la  creencia  práctica.  Ella  sería,  según  los  sostene- 
dores del  sistema,  deducida  de  la  primera  ;  y  consiste 
en  una  serie  de  reglas  destinadas  a  regir  nuestra 
creencia.  Esta  segunda  parte  del  pragmatismo,  no  es 
ya  especulativa  o  teórica,  como  la. otra,  sino  aplicada; 
y  las  aplicaciones  serían  fundamentalmente  las  si- 
guientes : 

Primera :  el  pragmatismo  nos  ofrece  un  criterio  de 
la  verdad  :  el  de  buscar  las  consecuencias  de  una  creen- 
cia. Reconocemos  la  verdad  de  una  proposición,  bus- 
cando sus  consecuencias.  Esto  se  traduce,  cuando  bt 
creencia  es  verdadera,  en  un  éxito,  que  los  pragmatis- 
tas describen  a  veces,  preferentemente,  como  un  éxito 
interno  o  psicológico:  otras,  preferentemente,  como 
un    éxito   objetivo   o  exterior.   En   el   primer   caso,   no> 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  105 

dicen  que  la  proposición  verdadera  es  la  que  nos  ayu- 
da a  pensar  más  armónicamente,  con  mayor  facilidad. 
Y  en  el  segundo  caso,  uos  dicen  que  la  proposición 
verdadera  es  la  que  nos  permite,  por  ejemplo,  liar t 
descubrimientos,    nos   ahorra    trabajo,    etc. 

La  segunda  consecuencia  práctica  que  se  destaca 
dentro  del  pragmatismo  aplicado,  es  la  autorización, 
y  hasta  el  consejo  de  abandonar,  de  dejar  de  lado,  de 
considerar  como  secundarias,  todas  aquellas  cuestio- 
nes o  investigaciones  que  no  se  traduzcan  en  conse- 
cuencias prácticas. 

Y.  finalmente,  la  tercera  de  las  aplicaciones  funda- 
mentales, consiste  en  legitimar  esa  actitud  que  es  co- 
rriente en  los  hombres,  pero  que  nosotros  estamos 
acostumbrados  a  considerar  como  reprobable  o  cuan- 
do menos  evitable;  esa  actitud,  decíamos,  que  consiste 
en  tomar  en  cuenta,  para  admitir  o  rechazar  una 
creencia,  las  consecuencias  de  ésta. 

Ahora  bien :  el  pragmatismo  como  teoría  de  la  verdad, 
lo  que  voy  a  llamar  el  pragmatismo  teórico,  es  una  teoría 
seria,  y  merece  la  mayor  atención.  Aunque  es  probable 
que  sus  adeptos  la  juzguen  más  diferente  del  relativismo 
de  lo  que  realmente  es.  Hay.  en  el  pragmatismo  teó- 
rico, elementos  que  le  son  más  o  menos  comunes  (has- 
ta donde  pueden  ser  comunes  ideas  expuestas  por  es- 
critores distintos  y  dotados  de  personalidad")  con  el 
relativismo  kantiano  (y  con  varias  derivaciones  de 
él),  con  el  mismo  relativismo  spenceriano  y  con  otras 
filosofías  de  análoga  tendencia.  Pero  el  pragmatismo 
tiene  también  algunos  elementos  propios,  y  en  todo  caso 
no  puede  negarse  que  haya  aportado  observaciones  e  in- 
terpretaciones importantes,  ni  que  sea  una  contribución 
seria  para  la  filosofía.  Nuestro  examen  ulterior  nos  mos- 
trará este  hecho  claramente. 


106  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

Pero  yo  no  voy  a  criticar  de  una  manera  expresa 
el  pragmatismo  teórico.  Aplicando  justamente  una 
regla  que  los  pragmatistas  serían  los  primeros  en 
aconsejar,  voy  a  dedicarme,  sobre  todo,  al  estudio 
del  pragmatismo  práctico,  esto  es,  el  estudio  del  prag- 
matismo e  i  cuanta  pretendí  mc-dificar  nuestras  reglas 
de  conducta   relativas  a  la   creencia  práctica. 

Pana  esto,  me  será  indispensable  empezar  por  estu- 
diar la  relación  entre  los  dos  pragmatismos;  entre  las 
dos  tendencias  o  doctrinas  que,  separadas  o  mezcla- 
das, se  dan  el  nombre  de  •  pragmatismo ;  porque 
justamente  en  esta  relación,  se  encuentra,  a  mi  juicio. 
wn  sofisma  grave,  (jar  luí  falsearlo  la  filosofía  de  los 
pragmatistas  en  su  parte  práctica,  y  que  precisamente 
en  el  examen  de  la  filosofía  de  James  vamos  a  ver,  me 
paréele,  con  una   completa   claridad. 

Voy  a  sostener,  y  a  procurar  demostrar,  que  lo  que 
he  llamado  el  pragmatismo  práctico;  esto  es:  las  reglas 
ele  creencia  que  nos  aconsejan  Schiller,  James  y  los 
demás  pragmatistas, — no  es,  como  lo  creen  sus  auto- 
res, una  consecuencia  del  pragmatismo  teórico,  o  sea 
de  la  teoria  de  la  verelad  que  esos  mismos  autores  pro- 
fesan. Y,  para  bacer  esta  demostración,  empezaré  por 
servirme  de  ama  comparación  que  se  debe  al  mismo 
William  James,  y  que  yo  voy  a  completar. 

Quejándose  de  haber  sido,  él  y  sus  companeros  en 
Hsolofía,  mal  comprendidos  por  sus  adversarios,  y  con 
el  objeto  de  probar  que  los  críticos  del  pragmatismo 
no  han  sabido  entender  el  verdadero  alcance  de  la 
doctrina,  nos  dice  James  que  se  ha  cometido  contra 
los  pragmatistas  la  injusticia  de  suponer  que  preterí 
den  negar  la  verdad,  cuando  lo  que  pretenden  es  ex- 
plicarla. Y  se  refiere,  entonces,  al  caso  del  idealismo 
de  "Rerkeley.  Cuando  Berkeley  expuso  su  doctrina,  no 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  107 

pretendía  precisamente  negar  la  materia:  lo  que  pre- 
tendía era  explicar  la  materia.  Decía:  la  materia  se 
reduce  a  estados  de  conciencia,  no  es  otra  cosa  que  es- 
tados de  conciencia.  Con  esto  no  negaba  la  materia  ; 
decía,  simplemente:  la  palabra  "materia"  significa 
estados  de  conciencia,  ciertos  estados  de  conciencia,  y 
no  significa  más  que  eso.  Xo  era,  pues,  justo,  continúa 
James,  decir  que  Berkeley  negaba  la  materia :  la  explica- 
ba. Pues  bien  (agrega  J.)  :  lo  mismo  hacemos  nosotros, 
los  pragmatistas,  con  la  verdad.  Xo  decimos  que  no  haya 
verdad:  decimos  simplemente  que,  si  analizamos  la 
noción  de  verdad,  no  encontramos  en  ella  otra  cosa 
que  las  consecuencias  de  las  doctrinas,  sean  éstas 
próximas  o  remotas,  exactamente  como  Berkeley,  ana- 
lizando la  noción  de  materia,  encontró  o  creyó  encon- 
trar únicamente  un  elemento:  estados  de  conciencia. 
Xo  negamos,  pues,  la  verdad:  la  explicamos. 

Efectivamente:  mientras  los  pragmatistas  se  han  li- 
mitado a  mantenerse  en  el  terreno  especulativo,  y  a 
dar  una  teoría  de  la  verdad,  no  han  hecho,  es  cierto, 
más  que  explicar  la  verdad.  Pero,  de  esta  explicación 
de  la  verdad,  han  pretendido  sacar  consecuencias 
prácticas,  y,  en  este  punto,  llamo  la  atención  de  uste- 
des de  la  manera  más  especial  sobre  el  gravísimo 
error  cometido. 

La  confusión  fundamental  de  James  y  de  los  otros 
pragmatistas,  ha  consistido  en  pretender  sacar  conse- 
cuencias prácticas  de  lo  que  no  hubiera  debido  ser  más 
que  una  definición  o  explicación  de  la  verdad.  Han  co- 
metido el  mismo  sofisma  que  huhiern  cometido  Berkeley 
si  ludiera  pretendido  sacar  consecuencias  prácticas  de 
su.  idealismo. 

Supongamos  que  los  argumentos  de  Berkeley  nos 
han  convencido:   que  nos  liemos   hecbo   idealistas:    lo 


108  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

cual  quiere  decir  que  hemos  admitido  que  la  materia 
lio  es  otra  cosa  que  estados  de  conciencia.  Una  vez 
que  hemos  admitido  esta  doctrina,  ¿hay  algo  cam- 
biado en  la  práctica!  ¿Significará,  la  admisión  del 
idealismo,  que,  desde  ese  momento,  lo  que  era.  por 
ejemplo,  duro,  pesado,  suave,  blando,  sólido,  líquido 
o  gaseoso,  deje  de  ser  lo  que  era  antes?  ¿implicará, 
por  ejemplo,  que  desde  ese  momento  no  deberemos 
ya  tener  miedo  de  que  nos  atropelle  un  vehículo  o  de 
que  nos  caiga  un  andamio  en  la  cabeza?  ¿Querrá  de- 
cir que  ya  no  deberemos,  como  antes,  procurar  evitar 
La  ropa  áspera  o  los  cuellos  estrechos?  Pon  pie  sea- 
mos idealistas  ¿ya  no  deberemos,  como  antes,  evitar 
el  golpe  de  un  arma  filosa  o  el  de  un  objeto  pesado? 
No,  en  manera  alguna.  Hemos  explicado  la  materia 
por  estados  de  conciencia ;  pero  los  estados  ele  con- 
ciencia siguen  siendo  lo  mismo  que  antes.  Si  Berkeley 
hubiera  sacado  de  su  idealismo  consecuencias  prácti- 
cas por  el  estilo  de  las  que  dejo  enunciadas,  habría 
cometido  precisamente  el  mismo  sofisma  que  cometie- 
ron sus  adversarios  cuando  oponían  a  la  doctrina  el 
célebre  argwmentwm  baculbiwm.. 

Pues  bien:  a  mí  me  parece  evidente  que  los  prag- 
matistas, al  pretender  deducir  consecuencias  prácticas 
de  sus  teorías  de  la  verdad,  han  caído  exactamente 
en  ese  mismo  sofisma. 

¿La  verdad  se  reduce  a  las  consecuencias  próximas 
y  remotas,  reales  y  posibles,  de  una  proporción  o  doc- 
trina ? 

Perfectamente.  Aún  suponiendo  que  admitamos 
nosotros  esa  explicación  de  una  manera  plena  y  sin 
reserva  alguna,  aun  en  ese  caso,  lo  que  era  verdad 
antes  de  admitirla,  sigue  siendo  verdad  después:  lo 
que  era  error  antes,  sigue  siendo  error  ahora:  lo  que 
era   verdadero   o   falso,  dudoso  o  probable,  legítimo  o 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  109 

ilegítimo  desde  el  punto  de  vista  lógico,  sigue  siendo 
opadamente  lo  que  era  antes.  Debemos  seguir  temien- 
do al  error,  después  de  ser  pragmatistas  teóricos, 
como  debemos  seguir  temiendo  a  los  trenes  o  a  los 
golpes,  después  de  ser  idealistas  teóricos.  No  hay  nadt 
modificado. 

El  sofisma  consiste,  pues,  en  haber  procurado  sa- 
car, de  una  definición  de  la  verdad,  consecuencias 
prácticas,  relativas  a  nuestras  relaciones  con  la  ver- 
dad. Exactamente  como  el  sofisma  de  un  berkeleyano 
que  no  hubiera  comprendido  el  sistema,  hubiera  po- 
dido consistir  en  sacar  de  una  definición  de  la  ma- 
teria, consecuencias  prácticas,  mecánicas,  referentes  a 
nuestras   relaciones   con  la   materia. 

Voy  a  presentar  otro  aspecto   del   mismo   sofisma. 

Admitamos  siempre  la  teoría  pragmatista  de  la 
verdad.  La  verdad  se  reduce  a  consecuencias:  la 
verdad  es  consecuencias. 

¿De  qué  consecuencias  se  trata?  jde  todas  las  con- 
secuencias, actuales  y  futuras,  reales  y  posibles,  co- 
nocidas y  desconocidas,  previsibles  e  imprevisibles 
(como  a  veces,  en  ciertos  momentos,  lo  sostienen 
los  pragmatistas)?  ¿O  bien  se  trata  de  alguna*  con- 
secuencias; por  ejemplo:  de  las  consecuencias  que 
pueden  percibirse,  que  pueden  preverse:  de  las  con- 
secuencias  que  ocurren  en  un  momento  dado  o  en  una 
época  dada;  de  las  que  afectan  a  un  individuo  deter- 
minado  o  a   una   sociedad   determinada  \ 

En  el  primer  caso,  como  he  procurado  explicarlo, 
el  pragmatismo  teórico  no  afecta  absolutamente  en 
nada  l»s  reglas  de  creencia;  en  el  segundo  caso.  sí. 
las  afecta.  Es  entonces  cuando  el  pragmatismo  podría 
tener  consecuencias  prácticas:  pero  es  entonces  cuan- 
do  el  pragmatismo  se  vuelve  una   doctrina   funesta. 


1 1U  CARLOS     YAZ    FEKREIRA 

La  verdad  de  una  doctrina,  nos  dicen  loe  pragma- 
tistas, se  reconoce  en  su  "éxito"*...  Palabra  elástica, 
vaga  y  de  mal  uso.  ¿De  qué  éxito  se  trata/  ¿De  un 
éxito  concreto,  temporal,  que  ocurre  en  un  momento 
dado  para  una  persona,  para  varias  personas,  para 
una  sociedad:'  ¿Reconocemos  (como  dice  Scthiller)  la 
verdad  de  una  idea  en  que  podemos  cabalgar  so- 
bre ella?  Muy  bien:  en  ese  caso,  si  yo  sostengo 
que  Dios  es  Dios  y  Manoma  su  profeta,  y  si  lo  sos- 
tengo en  Turquía,  oabalgo  sobre  esa  idea;  si  lo  sos- 
tengo en  la  República  del  Uruguay,  no  cabalgo.  ¿Eso 
quiere  decir  que  la  idea,  en  el  primer  caso,  sea  ver- 
dadera, y  en  el  segundo  caso  sea  falsa?  —  Inmedia- 
tamente responderían  los  pragmatistas:  "No!  hay 
que  tomar  ampliamente  las  consecuencias:  no  se  tra- 
ta del  éxito  de  una  persona,  ni  siquiera,  tal  vez,  del 
éxito  de  una  sociedad ;  se  trata,  no  solamente  de  con- 
secuencias próximas,  sino  de  consecuencias  remotas, 
y  aun  de  consecuencias  posibles";  pero  en  ese  caso, 
volvemos  otra  vez  a  la  primera  doctrina;  y  entonces 
el  pragmatismo — fíjense,  bien  en  esto — queda  ence- 
rrado en  un  dilema:  o  bien  su  definido»  de  la  verdad 
se  refiere  a  todas  las  consecuencias  tomadas  cfl'íi  la  ma- 
yor amplitud,  y  entonces  no  modifica  la  práctica;  o  bien 
modifica  la  práctica,  pero  es  prescindiendo  de  algvmas 
ce\nsee}{cncias  posibles,  por  lo  menos,  de  las  creencias; 
y,  r)i  este  caso,  modifica  la  práctica  en  mal  sentido,  y 
el  pragmatismo  se  vuelve  un  sistema  funesto,  porque 
nos  conduce  a  tomar  en  muchísimos  casos  el  error  por 
verdad,  buscando  el  criterio  del  éxito.  Error  y  verdad, 
aún  en  el  sentido  amplio  de  los  mismos  pragmatistas"). 

El  estado  de  espíritu  de  los  pragmatistas  es  en  este 
punto  muy  interesante;  y,  analizándolo,  verán  por 
qué  es  difícil   la  refutación  del  sistema. 


conocimiento  y  acción  ül 

El  estado  de  espíritu  de  los  pragmatistas  es  uxa 
oscilación  entre  dos  sentidos  que  dan  a  la  palabra 
"verdad".  Es  una  oscilación  entre  los  dos  puntos  de 
vista;  entre  el  de  tomar  absolutamente  todas  las  con- 
.secuencias  reales  y  posibles,  en  el  cual  caso  el  prag- 
matismo teórico  no  modifica  la  práctica,  o  el  de  tomar 
únicamente  algunas  consecuencias.  Resulta,  pues,  un 
estado  de  espíritu  confuso,  y  de  urna  confusión  muy 
difícil  de  ver  y  'de  criticar.  Es  un  sofisma;  pero,  estoy 
por  decir,  un  sofisma  dinámico-,  un  sofisma  ©n  movi- 
miento ;  no  un  sofisma  en  reposo.  Los  sofismas,  presen- 
tados en  los  tratados  die  lógica,  son  muy  fáciles  de 
estudiar,  y  parecen  muy  fáciles  de  refutar;  y  es  por- 
que la  lógica  no  nos  da,  podríamos  decir,  más  que  una 
estática  de  los  sofismas :  nos  presenta  el  sofisma  como 
si  se  mantuviera  inerte,  en  reposo.  En  tal  estado, 
el  sofisma  se  deja  ver  fácilmente,  y  se  deja  refutar  fá- 
cilmente; y  poco  peligroso  es...  Pero  faltaría  en  los 
tratados  de  lógica  —  y  es  difícil  poner  eso  en  los  tra- 
tados —  una  dinámica  de  los  sofismas,  un  estudio  de  los 
errores  vivos.  Así,  son  tan  difíciles  de  estudiar  como 
lo  serían  las  alternativas  de  luz  y  sombra  en  una  pe- 
numbra fugaz  y  movible.  .  . 

WiliLam  James,  como  procuraré  dentro  de  un  mo- 
mento mostrarlo  con  citas  de  sus  obras,  piensa  y  es- 
cribe en  un  estado  de  oscilación  continua  del  uno  ni 
otro  sentido  de  los  términos.  A  veces  toma  el  prag- 
matismo en  un  sentido;  a  veces,  en  otro;  justifica,  por 
ejemplo,  el  pragmatismo  teórico,  y  después  pasa  a  jus- 
tificar el  pragmatismo  práctico  como  si  fuera  una  con- 
secuencia de  él.  Cuando  encuentra  alguna  dificul- 
tad y  sin  darse  cuenta  de  ello,  vuelve  al  primer  senti- 
do; y  esto  explica,  entre  otras  cusas,  la  buena  fe  evi- 


]J9  CARLOS     YAZ    FERREIRA 

dente   con   que  se   queja   ele   haber  sido   mal  compren- 
dido. 

Pro  duraremos  ver  claro  esto  con  algunas  citas.  Si- 
gian  ustedeis  este  párrafo : 

'•'A  la  cabeza  de  este  movimiento  Je  lógica  científica,  apa- 
recen los  señores  Schiller  y  Dewey  con  su  explicación  prag- 
matista  de  lo  que  la  verdad   en  tocios   los  casos  significa". 

Significa  -.  noten  que  aquí  se  trata  de  lo  que  yo  he 
llamado  el  pragmatismo  ■  teórico,  esto  es,  de  una  ex- 
plicación de  la  verdad. 

Dicen  estos  maestros :  La  verdad,  en  todos  los  casos,  según 
nuestra''  ideas  y  creencias,  significa  lo  mismo  que  significa 
en  ciencia.  Significa,  dicen,  nada  más  que  esto:  que  las 
ideas. . ..  etc." 

De  modo  que  continúa  el  autor  tomando  el  prag- 
matismo en  el  sentido  teórico :  se  trata  de  la  signifi- 
cación de  la  verdad.  Y,  después  de  unas  pocas  líneas, 
continúa  así: 

"Una  idea  sobre  la  cual  podemos  cabalgar,  por  decirlo  así: 
una  idea  que  nos  conduce  prósperamente  de  una  parte  de 
nuestra  experiencia  a  otra  parte  de  ella,  que  une  satisfacto- 
riamente «ns  partes,  que  trabaja  con  seguridad,  que  simplifi- 
ca, que  ahorra  trabajo,  es  verdadera  justamente  en  ese  grado, 
verdadera,  instruméntálmente." 

Creo  que,  después  de  la  explicación  precedente,  us- 
tedes lian    podido  notar   con  facilidad   cómo  el    autor 
se  pasa,  se  corre,  del  primer  sentido  al  segundo.     En 
las  primeras  líneas  del  pasaje,  habla  de  lo  que  la  ver- 
dad significa-,  hace  lo  que  haría  Berkeley    al   decirnos 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  113 

que  la  materia  se  compone  de  estados  de  conciencia, — 
lo  cual  no  debe  modificar  en  nada  nuestras  relaciones 
mecánicas  con  la  materia — ;  pero,  en  la  parte  íinal  del 
pasaje,  nos  dice  que  una  idea  en  la  cual  podemos  ca- 
balgar, es  una  idea  verdadera.  ¿Qué  quiere  decir  ca- 
balgar? Es  evidente  que  aquí  se  refiere  a  un  éxito  per- 
sonal; en  todo  caso,  limi/tado;  que  aquí  piensa  única- 
mente en  algunas  de  las  consecuencias  prácticas  de  la 
idea.  Un  mahometano,  por  ejemplo,  cabalga  sobre  su 
maliometanismo,  a  condición  de  estar  en  Turquía. 
¿Quiere  decir  eso  que  su  maliometanismo  sea  verdade- 
ro? No,  aún  dentro  de  la  teoría  <de  James,  aún  dentro 
de  la  teoría  que  admitía  al  principio  de  su  pasaje, 
porque  allí  no  se  trataba  únicamente  de  algunas  con- 
secuencias, sino  de  (odas,  incluso  todas  las  posibles ; 
pero  en  la  segunda  mitad  del  pasaje,  se  refiere  única- 
mente al  éxito  práctico,  a  ese  éxito  concreto  que  tra- 
duce únicamente  algunas  de  las  consecuencias  de  la 
doctrina.  "Una  idea  que  trabaja  con  seguridad,  que 
simplifica,  que  ahorra  trabaja....":  ya  es  el  pragma- 
tismo práctico,  que  no  se  deduce  del  otro.  Es  posible 
que  una  idea,  en  un  momento  dado,  para  un  indivi- 
duo dado,  para  una  sociedad  determinada,  en  cierto 
tiempo,  ahorre  trabajo,  trabaje  con  seguridad  y  per- 
mita "cabalgar"  a  un  hombre  o  a  un  pueblo,  y,  sin 
embargo,  sea  falsa  aún  dentro  del  sentido  de  James: 
del  otro ;  esto  es :  aún  dentro  del  sentido  amplio  de  la 
palabra  "pragmatismo". 

Véase  en  la  siguiente  frase  un  ejemplo  tipien  de  la 
aplicación  viciosa  del  pragmatismo: 

"Si  las  idea?  teológicas  justifican  tener  un  valor  para  la 
vida  concreta,  serán  verdadera?,  rara  el  pragmatismo,  en  el 
sentido   de  ser  buenas  en    el   mismo  grado.     Porque  el    erado 


114  CARLOS    YAZ    FERRE1RA 

en  que  sean  verdaderas  dependerá  enteramente  de  sus  relacio- 
nes con  otras  verdades  que  también  han   -.-ido  reconocidas". 

Una  consecuencia  de  este  orden  no  se  deduce,  en 
manera  alguna,  del  pragmatismo  teórico.  El  pragma- 
tismo teórico  consistía  en  sostener  que  la  verdad, 
analizada,  se  reduce  a  las  consecuencias  de  las  doc- 
trinas; pero  a  condición  de  que  entren  todas  las  con- 
secuencias, no  sólo  reales  sino  posibles.  Mas  aquí  no 
se  trata  de  eso:  el  autor  habla  de  "la  vida  concreta" . 
Una  persona  determinada,  o  una  sociedad  determina- 
da, encuentra,  en  un  momento  dado,  "éxito":  éxifo 
de  cualquier  orden,  sea  material,  sea  espiritual,  en 
ciertas  ideas  teológicas.  Aún  dentro  del  pragmatismo 
teórico,  eso  no  quiere  decir  que  sea  aplicable  a  dichas 
ideas  teológicas  la  definición  de  la  verdad:  se  ha  pres- 
cindido de  consecuencias  remotas,  de  consecuencias 
posibles,  y  la  prueba  de  que  es  así.  es  que,  este  crite- 
rio de  verdad,  podríamos  nosotros  aplicarlo  a  otras 
antiguas  ideas  teológicas,  que  el  mismo  James  recono- 
cerá, como  otro  cualquiera,  que  son  falsas  (por  ejem- 
plo, el  fetichismo,  o  la  adoración  de  los  animales),  y 
que,  sin  embargo,  en  su  tiempo,  han  tenido,  como  di- 
ría James,  un  valor  para  la  vida  concreta... 

Es,  pues,  siempre,  el  mismo  error.  Un  berkeleyano 
que  comprendiera  inteligente  y  consecuentemente  su 
sistema,  nos  diría:  "La  materia  se  reduce  a  estados 
de  conciencia.  Pero  todas  nuestras  reglas  de  conducta 
con  relación  a  la  materia,  sean  racionales,  sean  instin- 
tivas, lo  mismo  que  nuestros  sentimientos  hacia  la 
materia;  todo  eso,  debe  quedar".  El  idealismo  de  Ber- 
keley,  no  modifica,  por  ejemplo,  la  ciencia  arquitectó- 
nica :  la  resistencia  de  los  materiales  sigue  siendo  la 
misma,  etc.  Tampoco  debe  modificar  nuestros  instin- 
tos:  una   serie   de   adquisiciones   delicadísimas  que   es- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  115 

T.in  \a  en  nuestro  cuerpo;  los  movimientos  subscons 
cientes  que  hacemos  para  mantener  el  equilibrio  en 
todo  momento ;  todo  eso,  queda  ;  todo  eso,  no  debe  ser 
alterado.  Pues  bien :  exactamente  del  mismo  modo, 
aún  cuando  se  admita  el  pragmatismo  teórico  de  Ja- 
mes, ha  de  quedar  subsistente,  por  una  parte,  toda  la 
lógica,  a  condición,  naturalmente,  de  que  sea  lógica 
buena:  nomo  queda  subsistente  el  arte  de  edificar, 
dentro  del  idealismo  de  Berkeley,  así  ha  de  quedar  sub- 
sistente, dentro  del  pragmatismo  teórico,  el  arte  de 
pensar.  E  igualmente,  por  otra  parte,  como  quedan 
subsistentes,  dentro  del  idealismo  de  Berkeley,  nues- 
ti  os  instintos  relativos  a  la  materia,  así  también  han 
de  quedar  subsistentes  nuestros  instintos  y  nuestros 
sentimientos  relativos  a  la  verdad,  aun  dentro  del 
pragmatismo  teórico  de  James.  Por  ejemplo:  ese  sen- 
timiento que  hace  que  nosotros  distingamos  lo  verda- 
dero de  lo  que  tiene  éxito,  ese  sentimiento  que  nos 
conduce  a  reprobar  la  conducta  de  los  que  adoptan 
creencias  teniendo  en  cuenta  su  éxito,  todos  estos 
sentimientos,  son  legítimos,  y  deben  quedar,  dentro 
de  la  teoría  de  James,  y  siempre  que  ella  sea  debida- 
mente comprendida. 

"Permítaseme  ahora  decir  solamente  esto:  que  la  verdad  es 
una  especie  de  bien,  y  no.  como  se  supone  habitualmente,  una 
categoría  distinta  del  bien  y  coordinada  con  él.  La  verdad  es 
el  nombre  de  iodo  lo  e¡ue  prueba  ser  bueno  en  el  orden  de  las 

creencias". 

Esta  es  una  confusión  de  términos,  que  puede  lle- 
var a  una  confusión  de  ideas. 

Supongamos  que  un  hombre  es  mahometano  en  Tur- 
quía, y  otro  es  mahometano  en  el  Uruguay.  En  estos 
dos  casois,  hay  wn  elemento  común  y   >i  ¡   elemento  di$- 


11(3  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

tinto.  El  elemento  común,  es  el  que  nosotros  estamos 
acostumbrados  .a  llamar  verdad  o  falsedad  de  la  doc- 
trina, idéntico  en  un  caso  o  en  otro;  y  el  elemento  dis- 
tinto, ts  un  elemento  de  éxito,  o,  si  ustedes  quieren, 
de  bien. 

William  Jamas,  como  cualquiera,  es  muy  libre  de 
designar  esos  dos  elementos  con  el  mismo  nombre ; 
pero  en  ello  no  encontramos  ningún  beneficio,  y  sí,  a! 
contrario,  graves  inconvenientes. 

Sin  duda,  la  cuestión  de  designación  será  una  'Cues- 
tión de  palabras.  Pero  es  indudable  que,  en  el  hecho, 
hay  en  esos  dos  casos  un  elemento  común  que  no  os 
de  la  misma  clase  que  el  otro  elemento;  y,  por  consi- 
guiente, es  razonable  y  práctico  seguir  llamando  al  uno 
"verdad"  y  al  otro  "éxito",  como  estamos  acostumbra- 
dos a  hacerlo. 

Naturalmente  que  un  pensador  como  James  tenía 
que  tropezar  en  esta  dificultad,  y  había  de  procurar 
resolverla. 

Véase  este  párrafo,  que  es  característico: 

"Acabo  <le  decir  que  aquello  que  es  mejor  para  nosotros 
creer,  es  verdad,  a  menas  que  la  creencia  venga  incidentcüm-en- 
le  a  chocar  con  algún  otro  beneficio  vital.  Ahora,  en  la  vida 
real,  ;  con  que  beneficios  vitales  está  más  propensa  a  chocar 
una  creencia  nuestra?  ¡  Con  cuáles,  en  realidad,  a  no  ser  con 
los  beneficios  vitales  producidos  por  otras  creencias,  cuando 
los  unos  se  muestran  incompatibles  con  los  otros?  En  otros 
términos:  el  mayor  enemigo  de  cada  una  de  nuestras  verda- 
des  puede  ser  el  resto  de  nuestras  vetfdades". 

Si  se  comprende  bien  este  párrafo,  se  ve  la  prueba 
más  acabada  de  aquella  oscilación  de  William  James. 
En  sus  ejemplos  concretos  anteriores  (como,  por  ejem- 
plo,   en  el  de  las  ideas    teológicas,    que  cité    hace    un 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  117 

momento),  él  se  refiere  a  algunas  consecuencias  de  las 

doctrinas;  tropieza  con  la  dificultad,  y  entonces  se  re- 
fugia, como  ahora,  en  el  pragmatismo  amplio,  pura- 
mente teórico,  que  abarcaría  todas  las  consecuencias 
de  las  doctrinas,  sin  darse  cuenta  de  que,  una  vez  que 
sea  ese  -el  pragmatismo  que  él  admita,  no  tiene  dere- 
cho a  sacar  de  él  ninguna  consecuencia  práctica. 

Aunque  nada  hubiera  que  objetar  al  último  pasaje 
de  James,  siempre  sería  cierto  que  la  manera  práctica 
de  buscar  la  verdad    debe  ser  la  comúnmente  reconocida. 


Voy  a  procurar  hacer  ahora  con  el  pragmatismo,  lo 
que  el  pragmatismo  intenta  o  propone  hacer  con  las 
demás  doctrinas,  esto  es:  voy  a  procurar  "juzgarlo 
por  sus  frutos";  ver  sus  consecuencias.  A  este  respec- 
to, el  pacaje  que  voy  a  citar  será  uno  de  los  más  opor- 
tunos : 

"Así,  si  ningún  detalle  futuro  ele  experiencia  o  conducta 
lia  de  deducirse  de  nuestras  hipótesi-,  el  debate  entre  mate- 
rialismo y  deísmo  se  vuelve  completamente  estéril  e  insigni- 
ficante,... y  el  hombre  juicioso  es  el  que,  en  un  caso  como 
este,  vuelve  la  espalda  a  semejantes  discusiones  no  necesarias 
(supererogatory) .  Así,  la  mayor  parte  de  los  hombres,  instin- 
tivamente, y  los  positivistas  y  hombres  de  ciencia  (scientist) 
deliberadamente,  vuelven  la  espalda  a  las  disputas  filosóficas 
de  que  no  se  ve  que  pueda  seguirse  nada  definido  en  cuanto 
a  líneas  de  consecuencias  futuras.  El  carácter  verbal  y  vacío 
de  la  filosofía,  es  seguramente  un  reproche  muy  familiar  pa- 
ra nosotros.  Si  el  pra.2rnati.sm0  es  verdad,  es  ese  un  reproche 
perfectamente  sano,  a  menos  que  pueda  mostrarse  que  las 
teorías  en  discusión  tienen  consecuencias  prácticas  entre  las 
que  haya  que  optar   (álternative  practica!  outeomes),  por  de~ 


118  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

licadas  o  distintas  que  puedan  ser  (1).  La  mayoría  de  los 
hombres  y  los  hombres  de  ciencia  dicen  que  ellas  no  deseu- 
"bren  semejantes  consecuencias,  y  si  el  metafísico  tampoco  iñu- 
de encontrar  ninguna,  tienen  ciertamente  razón  los  otros  con- 
tra él:  su  ciencia  no  es  más  que  una  pomposa  insignifican- 
cia. . . " 

Si,  tomando  como  base  este  pasaje  (que  no  es  más 
que  un  ejemplo  de  muchos  análogos  que  yo  podría  es- 
coger en  estas  obras),  procuráramos  aplicar  al  prag- 
matismo su  misma  regla,  y  juzgarlo  por  sus  frutos — 
juzgar  al  pragmatismo  pragmáticamente — ,  diríamos 
que  el  pragmatismo  sería  una  doctrina  esencialmente 
funesta  :  y,  para  comprenderlo,  ustedes  no  tienen  más 
que  realizar  este  simple  esfuerzo  de  imaginación  : 
suponer  que  e  i  algún  momento  de  la  humanidad,  cual- 
quiera (jur  él  fuese,  los  hombres  se  hubieran  hecho  prag- 
matistas en  este  sentido:  esto  es:  que,  siguiendo  una  con-. 
diieta  que  James  califica  de  juiciosa  o  sabia  (iris--), 
hubieran,  como  él  dice,  "vuelto  la  espalda''  a  todos 
aquellos  problemas  a  los  cuales  no  se  podía  ver  nin- 
guna consecuencia  práctica... 

Si  hay  algún  lugar  común  en  la  historia  del  pensa- 
miento, es  justamente  la  constatación  de  que  casi  to- 
dos, por  no  decir  todos,  los  grandes  descubrimientos 
prácticos,  han  tenido  su  principio  en  cuestiones  tan 
teóricas,  tan  especulativas,  al  parecer,  que  no  hubiera 
podido  vérseles  ninguna  consecuencia  práctioa  posible. 
En  una  época  remota  —  está  vulgarizado  este  ejemplo — 
un  geómetra  griego,  un  teórico,  estudió  laboriosamente 
las  propiedades  de  las  secciones  cónicas:  hubiera  sido 
absolutamente   imposible   en   aquella   (poca   encontrar   a 


(li    Soy  yo  quien  subraya. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  119    ■ 

ese  estudio  una  aplicación;  y  efectivamente,  durante 
algunos  siglos,  esa  aplicación  ni  se  vislumbró  siquie- 
ra. Resultó  después  que  los  astros  se  mueven  en  elip- 
ses, parábolas  e  hipérbolas;  que,  por  consiguiente,  el 
estudio  de  las  secciones  cónicas  fué  la  base  de  la  as- 
tronomía :  y  la  astronomía  fué  la  base  de  la  navegación, 
que  es  el  auxiliar  más  poderoso  del  comercio;  y,  por 
consiguiente,  de  los  estudios  de  aquel  teórico  de  gabi- 
nete, lian  resultado  más  aplicaciones  prácticas  que  de 
la  acción  de  millones  de  industriales  o  de  hombres 
prácticos   en  el   sentido   corriente   del  término. 

Otro  teórico,  en  tiempos  más  modernos,  percibió 
urna  vez,  como  lo  recordaba  Pas'teur  en  un  célebre  dis- 
curso, un  leve  movimiento  de  la  aguja  imantada  al 
aproximarse  ésta  a  un  hilo  electrizado.  A  esta  cues- 
tión, como  al  estudio  de  la  teoría  de  las  secciones  có 
nicas,  como  a  todos  los  estudios  de  cuestiones  análo- 
gas, hubiera  "vuelto  la  espalda"  un  pragmatista  mi 
el  sentido  estrecho.  Entretanto,  el  descubrimiento  de 
ese  leve  movimiento  de  la  aguja,  contenía  el  germen, 
entre  otras  muchas  aplicaciones  prácticas,  del  telé- 
grafo eléctrico.  .  . 

La  verdad  es  que  las  aplicaciones  posibles  de  una 
doctrina,  nunca  pueden  ser  previstas,  ni  aún  sospe- 
chadas de  antemano:  y.  por  consiguiente,  el  sabio 
—  wise,  no  en  el  sentido  estrecho  y  desgraciado  en  (pie 
James  emplea  la  expresión  en  aquel  pasaje,  sino  en 
un  sentido  verdaderamente  amplio, — el  sabio  es  justa- 
mente aquel  que  no  vuelve  la  espalda,  jamás,  a  nin- 
guna cuestión. 

Pero  yo  no  querría  cometer  con  William  James  la 
injusticia  de  suponer  que  ésta  es  una  consecuencia  de 
su  pragmatismo:  lo  que  hay  es.  sencillamente,  que  a  [uel 


120  CARLOS     YAZ    FER  REIRÁ 

sofisma  de  oscilación,    de    que    liemos    hablado,    le    ha 
hecho  sacar  consecuencias  falsas. 

De  todos  modos,  en  cualquier  momento  de  la  historia 
del  pensamiento  en  que  la  humanidad  se  hubiera  con- 
vertido, pues,  en  pragmatista  (en  ese  sentido),  el  progreso 
se  hubiera  detenido.  La  condición  fundamental  del  pro- 
greso reside,  justamente,  en  que  puedan  interesar  a  los 
hombres  las  cuestiones,  los  debates,  las  doctrinas,  inde- 
pendientemente de  sus  consecuencias.  Esto,  nótese  bien, 
aún  desde  el  punto  de  vista  práctico.  Supongan  ustedes 
un  río  que  fecunda  un  país.  Los  habitantes  podrían 
hacerse  un  día  el  siguiente  razonamiento:  "Las  únicas 
partes  del  río  que  fecundan  la  comarca,  son  el  curso 
inferior  y  el  curso  medio;  el  curso  superior  del  río, 
corriendo  rápidamente,  encajonado  entre  'barrancas, 
sólo  está  rodeado  de  terrenos  estériles:  vamos  a  dese- 
carlo; quedémonos  únicamente  con  la  parte  fecundan- 
te del  río".  Un  error  tan  grosero  y  tan  funesto  como 
el  que  importaría  este  razonamiento,  e  igual  torpeza, 
revelaría  la  tendencia  a  prescindir  de  las  cuestiones 
puramente  especulativas  a  las  cuales  no  se  les  puede 
ver  ninguna  consecuencia  práctica,  pero  que  son  a  las 
cuestiones  prácticas  lo  que  la  fuente  del  río  es  a  su 
curso  inferior. 

Pragmatistas  en  ese  sentido,  ya  los  ha  habido:  has- 
ta un  filósofo  que  aconsejaba  prescindir,  aún  en  la 
especulación  científica,  de  todo  lo  que  no  pudiera  tra- 
ducirse en  consecuencias  para  la  sociedad,  para  la 
raza  que  habita  nuestro  planeta.  Así,  por  ejemplo, 
dentro  de  la  astronomía,  prohibía  hacer  investigacio- 
nes sobre  lias  estrellas,  dada  su  inaplicabilidad  a  Ja 
ciencia  social. 

Y  hablando  del  sistema  de  Comióte,  dice,  con  impre- 
sionante   acierto,    Anatole    France.    que    solamente    esa 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  121 

prohibición  impuesta  al  hombre,  solamente  esa  tenden- 
cia a  cerrar  la  especulación  sobre  cuestiones  inútiles, 
sería  causa  bastante  para  '.pie  a  un  alma  bien  organizada 
repugnara  dejarse  encerrar  en  aquel  sistema.  Tiene  la 
más  plena  razón.  Ese  instinto  que  nos  conduce  a  inte- 
resarnos por  las  cuestiones  con  prescindencia  absoluta 
de  sus  aplicaciones  prácticas,  lo  que  se  llama  el  ''desin- 
terés científico"  en  el  más  amplio  sentido  del  término, 
es  uno  de  los  que  cualquier  teoría  de  la  verdad  debe 
dejar  subsistentes,  como  hay  instintos  de  orden  mecá- 
nico, importantísimos,  que  cualquier  teoría  de  la  materia 
debe  dejar  subsistentes  también. 

Es  cierto  que  William  James  hace  reservas,  salve- 
dades, y  dice,  como  aquí:  "...por  delicadas  y  distan- 
tes que  puedan  ser''  (las  consecuencias  de  las  doctri- 
nas :  pero  es  que  ahí  mismo  está  el  sofisma  !  es  impo- 
sible conocer  y  prever  esas  consecuencias;  justamen- 
te, en  el  momento  en  que  la  doctrina  se  plantea  y  se 
discute,  esas  consecuencias  delicadas  y  distantes  nos 
son  desconocidas,  y  no  hay  inteligencia  humana  que 
pueda  preverlas,  ni  siquiera,  tal  vez,  entreverlas  ni 
sospecharlas:  y  justamente  por  eso.  aún  desde  el  pun- 
to de  vista  de  las  consecuencias,  es  ira  instinto  valio- 
so, que  no  debe  ser  combatido  sino  estimulado,  ese 
instinto  de  interesarnos  por  las  cuestiones  cuyas  con- 
secuencias prácticas  no  pueden  percibirse. 


Los  ejemplos  que  he  analizado  a  propósito  de  los 
efectos  próximos  y  remotos,  se  refieren  al  orden  inte- 
lectual. Me  sería  igualmente  fácil  tomarlos  relativos 
.al  orden  moral,  y  el  siguiente  párrafo  de  James  s°ría 
muy  apropiado.  Hablando  del  debate  entre  el  esplri- 
tualismo v   el  materialismo: 


122  CARLOS     VAZ    FERREIRA 

"Aquí,  pues,  en  esta-  exigencias  (appeaU)  emocionales  y 
prácticas,  en  esos  ajustamientos  de  nuestra-;  actitudes  concre- 
tas de  esperanza  y  expectación,  y  en  todas  las  delicadas  conr 
secuencias  que  de  sus  diferencias  se  derivan,  reside  el  verda- 
dero significado  de  materialismo  y  espiritualismo;  no  en  las 
sutiles  (hair  -  spliting)  abstracciones  sobre  la  esencia  intrín- 
seca de  la  materia  o  sobre  los  atributos  metafí-ieos  de  Dios. 
Materialismo  quiere  decir  simplemente  la  negación  de  que  el 
orden  moral  es  eterno  y  el  fin  (cutting  off)  de  las  últimas  es- 
peranzas; espiritualismo  significa  la  afirmación  de  un  orden 
mural  eterno  y  la  conservación  de  la  esperanza." 

Hermosamente  expuesto.  Pero  igualmente  hermo- 
sas e  igualmente  'Sentidas  hubieran  sido  estas  con- 
sideraciones en  cualquier  época  de  la  historia...  Imagi- 
nen ustedes,  en  cuanto  al  orden  moral  y  afectivo,  lo  que 
ya  hemos  imaginado  para  el  orden  intelectual:  supón- 
ganse una  época  antigua  en  que  las  doctrinas  en  debate 
eran  doctrinas  inferiores,  poco  elevadas,  por  ejemplo,  re- 
ligiones primitivas,  absurdas  o  crueles,  y  que,  en  aquella 
época,  consideraciones  de  este  orden  hubieran  sido  toma- 
das en  cuenta  y  hubieran  predominado  en  la  solución  de 
los  problemas ;  imaginen  que,  en  favor  de  cualquier 
religión  inferior,  los  hombres  hubieran  invocado  la 
esperanza,  la  conservación  del  orden  moral,  el  consue- 
lo: ¿qué  habría  sucedido?...  Que  aquella  doctrina  no 
hubiera  podido  'iser  atacada,  y  que,  por  consiguiente, 
el  progreso  se  habría  detenido.  Si  progreso  ha  habi- 
do, en  lo  intelectual  como  en  lo  moral,  ha  sido,  jus- 
tamente, gracias  a  los  que  han  perseguido  la  verdad 
desinteresándose  completamente  de  las  consecuencias: 
porque  en  todas  la,s  épocas  las  religiones  entonces 
predominantes,  o  también  las  teorías  filosóficas  acredi- 
tadas,   parecieron    satisfacer,    y    ser   las    únicas    en    sa- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  12.) 

tisfacer,  las  necesidades  morales  de  la  humanidad. 
¿  Por  qué  se  ha  de  creer,  entonces,  que  la  que  hu- 
biera sido  en  cualquier  momento  una  actitud  mala, 
sea,  en  este  momento,  una  actitud  buena?  Cierto  es 
que  en  el  momento  presente  no  podemos  tal  vez  con- 
cebir (concedamos  esto  a  James)  doctrinas  o  hipóte- 
sis que  satisfagan  mejor  que  las  actuales  nuestras  es- 
peranzas y  nuestros  sentimientos;  pero  en  la  misma 
situación  de  espíritu  se  encontraban  los  hombres  de 
épocas  antiguas;  y  debido  a  la  actitud  no  pragmatista 
es  como  hipótesis  o  sentimientos  superiores  han  podi- 
do nacer.  Tanto,  pues,  en  el  orden  moral  como  en  el 
orden  intelectual,  juzgando  al  pragmatismo  con  su 
propia  fórmula,  debemos  condenarlo,  por  cuanto  el 
adoptarlo  en  un  momento  dado  es  detener  o  impedir 
el  mejoramiento. 

Otro  párrafo  en  que  se  nota  bien  la  confusión  de 
•James,  y  la  vacilación  de  uno  a  otro  seiVtido,  que  he- 
mos señalado : 

"Pero,  una  vez  que  casi  cualquier  objeto  puede  algún  día 
volverle  temporariamente  importante,  la  ventaja  de  tener  un 
stock  de  verdades  extra,  de  idea-  que  serán  verdaderas,  de  si- 
tuar-iones  simplemente    posibles,    es  evidente.'' 

Aquí  James  ha  visto  que  no  podemos  en  manera  al- 
guna atenernos  únicamente  a  las  consecuencias  actua- 
les de  las  doctrinas;  que  lo  que  en  un  momento  dado 
no  tiene  consecuencias  prácticas,  puede  tenerlas  en 
un  momento  cualquiera  futuro  o  posible.  Hace  notar 
el  hecho ;  lo  recalca  él  mismo ;  pero  no  se  da  cuenta  de 
que,  si  este  es  el  verdadreo  significado  de  su  doctrina, 
si  las  consecuencias  simplemente  posibles  han  de  ser 
tenidas  en  cuenta,  entonces,  su  pragmatismo  no  tiene 


1¿J4  CARLOS    VAZ    FERBEIRA 

consecuencias  prácticas,  como  ya  lo  dejamos  explica- 
do. Es  verdadero,  lo  que  dice  James  aquí,  y  está  perfec- 
tamente expuesto  dentro  de  su  teoría  de  la  verdad; 
pero  justamente  esta  teoría  de  las  extra-verdades  os 
lo  que  destruye  la  parte  aplicada  del  pragmatismo: 
[>n  párrafo  muy  interesante  para  la  crítica: 

"Nuestra  obligación  ele  buscar  la  verdad  es  parte  de  nues- 
tra obligación  general  de  hacer  lo  que  paga." 

(Pagar,  en  el  sentido  de  dar  resultados). 

"El  ¡pago  que  dan  las  ideas  verdaderas  es  la  única  razón 
de  nuestro  deber  de  adoptarlas.  Idéntica  razón  existe  en  el  ca- 
so de  la  riqueza  o  de  la  •salud.  La  verdad  no  nos  reclama  otra 
cosa,  ni  nos  impone  otra  clase  de  deber  que  lo  que  hacen  la 
salud  o  la  riqueza.  Todas  estas  imposiciones  (claims)  son 
condicionales;  los  beneficios  concretos  que  ganamos  son  lo  que 
queremos  significar  cuando  llamamos  un  deber  a  la  persecu- 
ción de  la  verdad.  En  el  caso  de  la  verdad',  las  creencias  fal- 
sas trabajan  tan  perniciosamente,  a  la  larga,  como  las  creen- 
cias verdaderas  trabajan  beneficiosamente." 

Esta  imagen  puede  perfectamente  servirnos  para 
acabar  de  comprender,  si  aún  fuera  preciso,  el  so- 
fisma capital  del  pragmatismo.  Voy  a  servirme  de  la 
misma  comparación:  Lo  que  James  no  ha  sabido  ver, 
aunque  sus  expresiones  literales  indiquen  otra  cosa, 
es  que,  la  verdad,  paga,  es  cierto ;  pero  paga  a  crédito. 
El  sofisma  del  pragmatismo  práctico  ha  sido  no  ver 
más  que  el  pago  al  contado,  o,  cuando  más,  en  materia 
de  crédito,  no  ver  muy  lejos.  De  manera  que,  si  bien 
teóricamente  los  pragmatistas  tienen  en  cuenta  el 
«rédito  en  toda  su  extensión  (como  en  la  letra  de  ese 
pasaje    de  James  "ii  tlie  long  run"),  cuando    preten- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  125 

den  .sacar  consecuencias  prácticas  de  la  doctrina,  o  no 
ven  el  crédito,  o  lo  ven  con  una  vista  muy  estrecha  o 
muy  corta.  (Naturalmente,  hay  una  diferencia;  la 
imagen  es  imperfecta  desde  un  punto  de  vista,  y  -js 
éste:  que,  el  crédito  de  la  verdad,  es  infinito:  quiero 
decir  con  esto  que  nunca  puede  limitarse  de  antema- 
no el  beneficio  o  la  cantidad  de  beneficio  que  una  ver- 
dad pueda  rendir.  Salvo  esta  diferencia,  la  misma 
metáfora  de  James  es  adecuada  para  «suministrarnos 
un  ejemplo  de  su  paralogismo). 

De  manera  que  la  conducta  práctica  (teniendo  en 
cuenta  ese  crédito  ilimitado  de  la  verdad),  la  conduc- 
ta práctica  verdaderamente  razonable  y  útil,  aún 
pragmáticamente,  consiste  en  no  pensar  en  el  pago. 
Justamente  porque  nadie  puede  determinarlo  de  ante- 
mano; justamente  porque  nadie  puede  saber  la  canti- 
dad de  beneficio  que  una  verdad  puede  darnos;  justa- 
mente porque  podemos  considerar  ese  beneficio  como 
prácticamente  ilimitado,  nuestra  conducta  práctica 
más  razonable,  aún  desde  el  punto  de  vista  pragma- 
tista, es  la  de  buscar  la  verdad  incondicionalmente 
y  prescindiendo  en  absoluto  de  esos  beneficios :  dándo- 
los por  seguros. 

Repito  que  mis  críticas  se  refieren  únicamente  a  la 
parte  aplicada  del  pragmatismo:  no  tengo  intención 
de  criticar  el  pragmatismo  teórico.  Podría  ser,  efecti- 
vamente, que  James  tuviera  razón  cuando  afirma  que 
nuestro  respeto  por  la  verdad  no  tiene  otra  base  que 
los  beneficios  que  la  verdad  produce.  Lo  que  quiero 
decir,  e  insisto  sobre  ello,  es  que,  aun  cuando  esta  ex- 
plicación fuera  verdadera,  la  consecuencia  práctica  no 
es  la  que  James  preconiza. 

"Dentro  ele  lo?  principios  pragmáticos,  no  norlemos  reeha- 
zar  una  hipótesis  si  se  siguen  íle  ella  consecuencias  utilizables 


126  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

para  la  vida.  Las  concepciones  universales,  corno  cosas  que 
hay  que  teuer  en  cuenta,  pueden  ser  tan  reales  para  el  prag- 
matismo como  lo  son  las  sensaciones  particulares.  No  tienen 
en  verdad  ningún  significado  y  ninguna  realidad,  si  no  tie- 
nen ningún  uso.  Pero  si  tienen  algún  uso,  tienen,  en  esa  mis- 
ma, proporción^  significado  (ilmt  amount  of  meaning)" 

Ustedes  mismos  notan  ya  que  en  algunos  casos, 
como  en  éste,  las  aplicaciones  de  la  doctrina  so  vuel- 
ven demasiado  groseras ;  y  precisamente  ello  ocurre 
a  consecuencia  siempre  de  la  misma  falacia:  después 
de  haber  sentado  una  doctrina  que  se  referiría  a  to- 
das las  consecuencias  reales  y  posibles,  presentes  y 
futuras,  las  cuales  nunca  pueden  preverse  de  antema- 
no. James,  en  ciertos  momentos,  piensa  sólo  en  las 
consecuencias  inmediatas  o  visibles,  concretamente, 
en  un  momento  dado,  en  una*  época  dada,  y  nos  dice, 
por  ejemplo,  que  "no  pedemos  rechazar  una  hipóte- 
sis si  se  siguen  de  ella  consecuencias  utilizables".  ;Kn 
qué  está  pensando  James  en  este  momento?...  Con- 
secuencias "utilizables":  ¿cuándo?  ¿para  quiénes?... 
Al  hablar  así,  evidentemente.  James  está  pensando 
sólo  en  consecuencias  utilizables  en  un  momento  dado, 
para  un  individuo,  para  una  sociedad.  Oscila,  pues, 
se  corre  de  una  a  otra  concepción ;  y  de  una  doctrina 
sin  eluda  seria  y  profonda,  como  el  pragmatismo  teó- 
rico, puede  llegar,  en  virtud  de  esa  oscilación,  a  con- 
secuencias tan  groseras  como  las  que  se  exponen  en 
el  pasaje  leído. 

El  criterio  de  James  hubiera  podido  aplicarse  a 
cualquier  doctrina  falsa,  en  la  época  era  que  domina- 
ba :  y  si  esa  doctrina  falsa  ha  sido  sobrepasada  pol- 
la humanidad,  ha  sido  gracias  a  la  acción  de  los  que 
rechazaban  las  hipótesis  no  obstante  sus  consecuen- 
cias utilizables.  y  a   pesar  de  la  acción   de  los  que  se 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  127 

atenían  inconscientemente  a  la  estrecha  y  grosera   re- 
gla pragmatista. 

"Dentro  de  los  principios  pragmatistas,  si  la  hipótesis  de 
Dios  trabaja  {works)  satisfactoriamente  en  el  más  amplio  sen- 
tido del  término,  e-  verdadera." 

¿Qué  quiere  decir  "en  el  más  amplio  sentido  del 
término'"?...  Si  se  toman  las  palabras  literalmente; 
si  ise  piensa,  efectivamente,  en  el  más  amplio  sentido 
del  término,  podrá  tener  razón  James ;  pero  en  ese 
caso,  tales  principios  no  alteran  absolutamente  en 
nada  las  reglas  de  investigación  que  estábamos  acos- 
tumbrados a  seguir  y  a  respetar  antes  del  adveni- 
miento del  pragmatismo,  consistentes  sencillamente 
en  investigar  si  Ta  hipótesis  Dios  es  o  no  es  lo  que  nos- 
otros llanmmcfí  una  hipótesis  "verdadera".  Pero  es 
evidente  que,  al  escribirse  esta  frase,  no  se  piensa  en 
el  más  amplio  sentido  del  término,  sino  que  se  piensa 
en  el  trabajo  práctico  de  la  idea  de  Dios,  que  se 
realiza  en  una  época  dada,  en  un  momento  dado,  para 
ciertos  hombres,  para  ciertas  sociedades;  y,  en  este 
caso,  la  regla  no  es  una  consecuencia  del  pragmatis- 
mo teórico.  En  este  sentido,  no  el  más  amplio,  ha  sido 
entendida  de  hecho  la  expresión,  como  lo  veremos  más 
adelante  al  discutir  la  aplicación  práctica  fundamen- 
tal del  pragmatismo,  que  es  la  aplicación  a  la  religión  ; 
y,  por  más  que  James  se  queja  de  haber  sido  mal  com- 
prendido, hay  que  confesar  que  la  parte  principal  de 
la  culpa  no  es  ele  los  intérpretes,  sino  del  autor  mismo. 

Sigamos  nuestro  análisis,  recordando  aquel  párrafo 
citado  en  la  parte  expositiva,  en  que  James,  siguiendo 
a  Peiree,  resume  los  principios  del  pragmatismo.  Hay, 
en  dicho  pasaje,  dos  partes:  la  primera  es  una  expo- 


128  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

sieión  del  pragmatismo  teórico,  perfectamente  expli- 
cado, como  es  natural ;  pero  en  seguida,  el  autor  se  va 
corriendo,  se  va  pasando  insensiblemente  de  la  prime- 
ra teoría  a  Ja  segunda ;  y  el  examen  del  pasaje  es  su- 
mamente interesante  desde  este  punto  de  vista:  es  no 
verdadero  documento  psicológico  y  lógico  para  mos- 
trar cómo  se  incurre  en  una  falacia: 

"Un  filósofo  americano  de  gran  valer,  el  Sr.  Carlos  San- 
clers  Peiree,  tiene  el  mérito  de  haber  desprendido  el  principio 
de  este  método...",   etc. 

Después  de  exponer  el  pragmatismo    teórico,    sigue 


"Si  hay  en  un  pensamiento  algún  elemento  que  no  pueda 
cambiar  nada  a  las  consecuencias  prácticas  de  ese  pensamien- 
to, es  un  elemento  que  no  hay  que  tener  en  cuenta  (négli- 
geáble)." 

Aquí,  todavía  podría  James  ser  consecuente  (si,  al 
decir  "que  no  pueda  cambiar  nada  a  las  consecuencias 
prácticas",  se  refiriera  a  todas  las  consecuencias  prác- 
ticas, reales  y  posibles,  incluyendo  aquellas  que,  como  he- 
mos explicado  basta  el  cansancio,  no  se  pueden  tomar 
en  cuenta  en  un  momento  dado,  ni  prever  en  nn  mo- 
mento dado,  ni  nunca).  Pero  la  expresión  tiene  ya  do- 
ble sentido:  también  puede  hacer  pensar  en  lo  que 
son  las  consecuencias  prácticas  en  un  tiempo  limita- 
do, en  una  época  limitada  :  y  vean  ustedes  cómo,  efec- 
tivamente, esta  frase  es  la  penumbra  por  medio  de 
la  cual  se  pasa  de  un  sentido  a  otro:  En  el  párrafo  si- 
geiente.  llega  James  a  la  aplicación,  y  la  hace  así: 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  129 

"Si  aplicamos  el  principio  de  Peirce  a  las  diversas  perfec- 
ciones que  los  e  e-olástieos  atribuyen  a  Dios,  veremos  que  hay 
algunas  mucho  mas  importantes  que  otras.  ¿Qué  vienen  a  ser. 
del  punto  de  vista  pragmatista,  los  atributos  metafísicos  de 
Dios,  distinguidos  de  sus  atributos  morales?  Aún  cuando  se  nos 
diera  de  ellos  la  demostración  lógica  más  rigurosa,  debería- 
mos confesar  que  no  íienen  sentido.  La  aseidad  de  Dios,  su 
necesidad,  su  inmaterialidad,  -u  simplicidad,  su  indivisibilidad, 
su  indeterminación  lógica,  su  infinitud,  su  personalidad  me- 
tafísica, su  relación  con  el  mal.  que  permite  sin  crearlo :  su 
suficiencia,  su  amor  de  sí  mismo  y  su  absoluta  felicidad;  fran- 
camente, ¿qué  importan  todos  esos  atributos  para  la  vida  del 
hombre  .'" 

Noten  bien  cómo  se  ha  producido  el  cambio:  Primero 
toma  el  pragmatismo  en  el  primer  sentido ;  después, 
y  por  medio  de  una  frase  de  doble  o  ambigua  signi- 
ficación, se  va  pasando  al  segundo.  Y  cuando  llega  a 
la  aplicación,  está  completamente  en  el  segundo  sen- 
tido, que  no  es  el  mismo  de  antes .  James  cree  estar 
sosteniendo  la  misma  teoría,  o.  cuando  menos,  cree 
estar  sacando  consecuencias  de  la  teoría  que  ha  soste- 
nido. En  realidad,  se  trata  de  una  teoría  diferente, 
que,  lejos  de  derivarse  lógicamente  de  la  otra.  &s  vi- 
ciosamente derivada:  más:   es   inconciliable  con  ella. 

Y  concluye  así : 

"No  querría  arriesgarme  a  herir  ninguna  convicción  íntima; 
[pero  confieso  que.  por  mi  parte,  no  puedo  encontrar  a  todos 
esos  atributos  ningún  alcance  religioso.  ¡  Qué  acto  particular 
podría  inspirarme  una  idea  como  la  de  la  simplicidad  de  Dios?" 

Clarísimamente,  ahora  está  en  el  segundo  sentido, 
en  el  sentido  estrecho  del  pragmatismo.  "¿Qué  acto 
particular  podría    inspirarme..."     (inspirarme    a   mí, 

9 


130  CARLOS    VAZ    PEKBEIRA 

ser  concreto) . . .  "una  idea  como  la  de  la  simplicidad 
de  Dios?" — Se  refiere  a  sí  mismo,  a  una  persona  en 
un  momento  dado.  De  modo  que  ha  estrechado  la  doc- 
trina ;  ya  no  es  la  misma  de  antes. 

Ahora,  esta  oscilación,  no  siempre  se  ve  tan  clara. 
Aquí  se  la  nota  en  una  misma  página;  pero  otras  veces 
es  como  difusa :  es  vaga ;  y,  por  eso  mismo,  la  teoría, 
tal  como  la  presenta  James,  es  lógicamente  muy  peli- 
grosa: el  carácter  sutil  de  la  confusión,  y  el  gran  ta- 
lento del  autor,  hacen  que  el  que  estudia  esa  filosofía 
sin  estar  prevenido,  tenga  casi  todas  las  probabilida- 
des de  ser  víctima  del  paralogismo  y  de  no  percibirlo. 

En  el  mismo  estado  de  espíritu  ha  podido  decir  un 
pragmatista  que  si  todos  los  hombres  creyeran  en  la 
providencia,  esto  es,  en  la  intervención  de  un  ser  su- 
perior en  la  marcha  del  mundo,  sería  absolutamente 
lo  mismo  que  si  la  providencia  existiera.  En  el  mis- 
mo sentido  todavía  ha  podido  James  hacer  de  su  teo- 
ría esta  aplicación  completamente  grosera : 

"Pero  ese  mundo  invisible  no  es  solamente  ideal:  produce 
efectos  en  el  mundo  sensible.  Por  la  comunión  con  lo  invi- 
sible, el  yo  finito  se  transforma;  nos  convertimos  en  hombres 
nuevos,  y  nuestra  regeneración,  modificando  nuestra  condue- 
la, tiene  su  repercusión  en  el  mundo  material.  Pero,  ¿cómo 
rehusar  el  nombre  de  realidad  a  lo  que  produce  efectos  en  el 
seno  de  otra  realidad?  ;  Con  qué  derecho  los  filósofos  dirían 
que  el  mundo  invidble  es  irreal?". 

Excuso  la  crítica  de  una  afirmación  semejante. 
Los  hombres  pueden  obrar  teniendo  en  cuenta  una 
idea,  obrar  en  consecuencia  de  una  idea,  y,  esa  idea,  ser 
falsa.  Podríamos  explicar  esto  a  un  niño.  . .  !  Pero  es  que 
el  exceso  de  talento  suele  ser  un  inconveniente  para 
pensar,    cuando  se  parte  de    principios    falsos    o  con- 


CONOCIMIENTO   Y  ACCIÓN  131 

fusos.  Ante  el  exceso  de  talento,  cede  la  resistencia  de 
la  realidad.  .  .  Esta  es  la  única  explicación  posible  de 
semejantes  estados  mentales. . . 

Serán  suficientes  los  anteriores  ejemplos,  aunque 
pudiera  seguirlos  citando  en  gran  número. 

Ahora,  si  yo  hiciera  estas  objeciones  a  James,  él 
respondería  seguramente,  y  con  la  más  perfecta  buena 
fe,  que  interpreto  mal  su  teoría.  Y,  nótenlo  bien, 
nada  le  sería  más  fácil  que  mostrarme  pasajes  que  no 
autorizaran  mi  interpretación,  o  que  la  desautorizaran 
expresamente ;  pero  eso  se  debe  a  lo  que  ya  he  ex- 
plicado hasta  la  saciedad,  esto  es:  a  la  oscilación  de 
sentidos.  Cuando  se  siente  molestado  o  desconcertado 
por  las  consecuencias  de  la  doctrina,  entonces  se  refu- 
gia en  el  pragmatismo  teórico,  y  desautoriza  las  con- 
secuencias; después,  otra  vez  se  deja  correr  hacia  el 
segundo  sentido.  Va  más  o  menos  lejos;  ondea.  .  .  Por 
eso  sería,  quizá,  imposible  llevar  la  convicción  a  su 
espíritu;  por  eso,  también,  habla  evidentemente  de 
buena  fe  cuando  se  queja  de  haber  sido  mal  interpre- 
tado. Y  sin  duda,  tendrá  una  parte  de  razón:  el  prag- 
matismo a  veces  ha  sido  criticado  o  con  gran  ignoran- 
cia o  con  gran  incomprensión,  o  con  espíritu  agresivo 
y  estrecho ;  pero,  en  una  parte  considerable,  esas  críti- 
cas estaban  autorizadas  por  las  aplicaciones  inconse- 
cuentes de  la  doctrina. 

Más  adelante  mostraré  esto;  pero  antes  necesito 
hacer  notar  otra  confusión,  tan  importante  como  la 
anterior. 


En  la  misma  obra,  trae  James  un  pasaje,  notable  en 
sí  mismo,  y  notable  también    por  lo    que  sugiere,    así 


132  C  IRLOS    VAZ   FERREIKA 

como    poique  constituye    un  ejemplo    del  mal  uso    que 

puede  hacerse  de  una  excelente  observación.  Cuenta 
que,  durante  una  partida  de  campo,  habiéndose  aleja- 
do de  sus  compañeros,  los  encontró,  al  volver,  empe- 
ñados en  una  discusión  vehemente  sobre  el  siguiente 
punto:  l  na  ardilla  da  vueltas  al  tronco  de  un  árbol; 
un  hombre,  colocado  del  lado  opuesto,  procura  verla, 
para  lo  cual  da  vueltas  alrededor  del  tronco,  y  a  cierta 
distancia  de  él ;  pero  como  la  ardilla  gira  con  la  misma 
velocidad  angular  que  el  hombre,  resulta  que  éste  nunca 
la  puede  ver.  Y  la  discusión  era  la  siguiente:  en  esas 
condiciones,  el  hombre  ¿rodea  a  la  ardilla,  o  no  la  rodea  -1 
Unos  sostenían  que  el  hombre  rodea  a  la  ardilla:  otros, 
que  no  la  rodea.  Y  cuenta  James  que  él  resolvió  la  cues- 
tión haciéndoles  notar  que  no  era  una  cuestión  real. 
sino  verbal.  Si  ustedes  entienden,  les  dijo,  por  "ro- 
dear'", encontrarse  primero  al  Norte,  después  al  Oeste, 
después  al  Sur  y  después  al  Este  de  la  ardilla,  enton- 
ces, el  hombre  la  rodea;  si  entienden  por  "rodear", 
encontrarse  primero  al  frente  de  la  ardua,  después  a 
su  costado  derecho,  después  a  su  espalda  y  después  a 
su  costado  izquierdo,  entonces,  no  la  rodea.  De  manera 
que  ustedes  no  difieren,  en  realidad,  sobre  una  cues- 
tión de  hechos,  sino  que  difieren  sobre  una  cuestión  de 
palabras,  a  saber,  sobre  el  significado  de  la  palahri 
"rodear". 

La  solución  de  James  era  perfecta.  Veamos  ahora 
cómo  utiliza  su  ejemplo: 

"Cuento  esta  anécdota  trivial  porque  es  un  ejemplo  muy 
simple  ilc  aquello  que  deseo  explicar  como  el  metoño  pragmatista. 
El  método  pragmatista  es  fundamentalmente  un  método  de  dar 
precisión  a  disputas  metafísicas  que.  de  otra  manera.  -?ríau 
interminables.     ¿Es  el  mundo  uno,  o  muchos?  predestinado,  o 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  1^3 

libre.'  material,  o  espiritual?. . .  las  disputas  sobre  tales  no- 
ciones son  interminables.  El  método  pragmatista,  en  tales  ca- 
sos, es  Uatar  de  interpretar  cada  noción,  trazando  sus  respec- 
tivas consecuencias  prácticas.  <•  Qué  diferencia  hará  práctica- 
mente el  que  esta  noción  más  bien  que  la  otra  .-ea  verdadera? 
Si  no  puede  trazarse  ninguna  diferencia  práctica,  entonces  las 
alternativas  significan  prácticamente  la  misma  cosa,  y  toda 
la  disputa  es  vacía.  Allí  donde  una  disputa  es  seria,  debe- 
remos ser  capaces  de  mostrar  alguna  diferencia  práctica  que 
deba  seguirse  de  que  una  u  otra  de  las  soluciones  sea  ver- 
dadera." 

Este  es  el  comentario  con  que  inicia  James  su  exa- 
men del  ejemplo  anterior.  Debemos  examinarlo  con  la 
mayor  atención,  poi  que  en  él  está  integralmente  con- 
tenida otra  confusión  tan  grave  como  la  que  ya  tan 
laboriosamente  analizamos. 

Voy  a  mostrarla,  creo  que  con  la  claridad  necesa- 
ria. 

Tomemos  el  mismo  ejemplo  de  la  ardilla,  y  vamos  a 
suponer  que,  a  propósito  de  este  animal,  se  plantea- 
ran tres  cuestiones. 

La  primera,  la  del  caso  de  James:  si  el  hombre  ro- 
dea o  no  rodea  a  la  ardilla. 

La  segunda    sería  ésta:  esa  ardilla    ¿  es  comestible 

Y  la  tercera  sería  la  siguiente:  la  ardilla  ¿tiene 
más  pelos  en  la  parte  superior  del  cuerpo  que  en  la  in- 
ferior? 

Pomparemos  estas  tres  cuestiones. 

La  primera.  James  lo  ha  dicho  perfectamente,  °s 
una  cuestión  de  palabras.  Los  que  discuten  están  de 
perfecto  acuerdo  sobre  todo  lo  que  sea  Hecho;  esto  es: 
todos  admiten  dónde  está  la  ardilla,  qué  hace,  cómo 
se  mueve:  dónde  está  el  hombre,  qué  hace,  cómo  ne* 
mueve;  y  lo   único  que  discuten    es  si   el  hombre,  ha- 


134  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

ciendo  eso  que  todos  ellos  admiten  que  hace,  rodea  o 

lio, rodea  a  la  ardilla;  esto  es,  discuten  lo  que  quiere 

decir  la  palabra  "rodear":  si  es  caso  de  emplear  esa 

palabra.  Esta  es   una  cuestión  de  palabras:  y   no  tiene 

ninguna  consecuencia  practica. 

La  segunda  cuestión:  "la  ardilla  ¿es  comestible?", 
es  una  cuestión  de  hecho,  claramente  de  hecho,  y  que 
tiene  consecuencias  prácticas,  tanto  inmediatas  como 
remotas :  inmediatas,  para  nuestros  excursionistas,  que 
pueden  estar  hambrientos  y  pensar  en  comerse  la  ar- 
dilla en  cuestión;  y  remotas,  pues  quizá  a  esos  excur- 
sionistas americanos  pudiera  ocfurrírseles,  si  descubrie- 
ran que  la  ardilla  es  comestible,  fundar  una  sociedad 
para  la  explotación  de  carne  de  ardilla,  o  algo  análo- 
go. La  segunda  es,  pues,  cuestión  <h  hecho,  y  tiene  con- 
secuencias  prácticas. 

Veamos  ahora  la  tercera:  la  ardilla  ¿tiene  más  pelos 
en  la  parte  superior  del  cuerpo  que  en  la  inferior? 
Esta  cuestión  no  tiene  consecuencias  práctica*,  no  se  le 
ven  consecuencias,  ni  inmediatas  ni  remotas.  Natural- 
mente, cabe  dentro  de  lo  posible  que  las  tenga  ;  pero 
es  imposible  adivinarlas.  Ahora  bien:  ¿creen  ustedes, 
por  esto,  que  es  una  cuestión  de  palabras?  En  manera 
alguna.  Es  una  cuestión  ele  hechos;  tan  de  heciho  como 
la  cuestión  de  si  la  ardilla  es  comestible. 

De  manera  que,  la  primera,  era  cuestión  de  pala- 
bras, sin  consecuencias  prácticas;  la  segunda,  cuestión 
de  hecho,  con  consecuencias  prácticas;  la  tercera, 
cuestión  sin  consecuencias  prácticas,  pero  de  hecho. 

¿Cual  ha  sido  la  confusión  de  James?  Confundir 
cuestiones  de  palabras  con  cuestiones  sin  consecuen- 
cias   prácticas,    sin  tener    en  cuenta    que.    si    bien    las 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  135 

cuestiones  de  palabras  son  (1)  cuestiones  sin  conse- 
cuencias prácticas,  no  son  las  únicas  que  se  encuen- 
tran en  esas  ^condiciones;  sin  tener  en  cuenta  que  una 
de  las  dos  nociones  era  más  extensa  que  lia  otra.  Pues 
bien:  tocia  la  argumentación  de  esta  obra  está  viciada 
por  esa  confusión,  por  ese  mal  uso  que  hace  James  á?\ 
ejemplo  de  la  ardilla. 

Naturalmente,  podría  James,  en  rigor,  responder 
que  la  cuestión  de  los  pelos  ele  la  ardilla  podría  tener 
alguna  consecuencia,  alguna  consecuencia  remota,  im- 
posible de  prever;  pero  en  ese  caso,  ya  volveríamos  a 
la  confusión  anterior.  Y  no  es  ese  el  estado  de  espíritu 
de  James,  quien,  en  este  momento,  piensa  en  consecuen- 
cias concretamente  apreeiables  de  las  cuestiones,  y  co- 
mete así  esta  confusión  nueva,  y  grave :  confunde,  repi- 
to, cuestiones  de  palabras,  con  cuestiones  sin  consecuen- 
cias prácticas. 

El  uso  que  James  debió  hacer  de  su  ejemplo,  era, 
pues,  distinto.  Él  debió  defender  urna  doctrina  —  11a- 
márala  o  no  ''pragmatismo"  —  que  tendiera  a  elimi- 
nar (2)  las  cuestionas  de  palabras;  (pero  sólo  éstas). 
En  ese  caso,  hubiera  prestado  a  la  lógica,  a  la  filoso- 
fía y  a  la  ciencia  en  general,  el  mayor  de  los  servicios. 
Mejor  dicho :  James  lo  había  prestado  ya : 

Nos  hallamos  en  este  momento  presenciando  una 
revolución  de  la  cual  somos  casi  inconscientes;  como 
sucedió,  entre  paréntesis,  a  los  contemporáneos  de  la 
mayor  parte  de  las  revoluciones:  en  aquel  momento, 
no  veían  los  espectadores,  ni  aún  los  mismos  actor-es, 
todas  las  consecuencias   futuras,    ni  toda  la    significa- 


(1)  Aquí  habría   ciertas  restriccione?.  que  no  introduzco  por 
no  complicar. 

(2)  O,  rruejor,  a  reconocer. 


136  CAKLOS    VAZ    FERREIRA 

eión  de  Los  actos  en  que  se  hallaban  empeñados... 
Pues,  en  el  momento  actual,  estamos  asistiendo  en  el 
mundo  del  pensamiento  a  una  revolución — no  sé  si 
decir  revolución  o  evolución — que  es,  quizá,  la  más 
trascendente  que  ha  ocurrido  en  la  historia  mental 
del  hombre.  Me  refiero  realmente  a  una  independiza- 
ción  del  espíritu  humano :  se  está  independizando  de 
las  palabras.  No  ha  habido  ninguna  revolución  tan 
trascendente  en  la  historia  del  pensamiento.  Dice 
Juan  el  Evangelista  que,  al  principio,  el  Verbo  era 
Dios.  El  Verbo — la  palabra — ha  seguido  siendo  Dios 
hasta  hace  muy  poco  tiempo;  y  todavía...  Desde  los 
tiempos  de  Aristóteles  hasta  el  siglo  pasado,  la  hu- 
manidad ha  tomado  la  Gramática  y  la  Lógica  por  Psi- 
cología ( 1 ) 


Como  les  decía,  nos  encontramos  en  uno  de  los  mo- 
mentos trascendentes  de  la  historia  del  pensamiento 
humano:  en  el  momento  en  que  la  humanidad  está 
empezando  a  comprender  mejor  las  relaciones  de  la  pa- 
labra con  el  pensamiento.  No  puedo  entrar  sobre  este 
punte  en  una  explicación  más  detallada :  me  limito  a 
referirme  a  estudios  que  he  hecho  en  otra  parte  (2)  ; 
pero  debo,  realizando  un  acto  de  justicia,  decirles  que, 
de  los  dos  pensadores  que  a  mi  juicio  han  hecho  más 
por  preparar  la  solución  de  estas  cuestiones,  uno  de 
ellos  es  precisamente  "Williain  James  (el  otro  es  Berg- 

(1)  Suprimo  aquí  algunas  explicaciones  sobre  relaciones 
verbo-ideológicas,  útiles  en  la  clase,  pero  que,  en  el  libro, 
serían   digresión   inútil. 

c2)  Un  paralogismo  de  actualidad,  Ca"rlós  Vaz  Ferrei- 
BA,  T.  1;  v  en  mi  Lógica  Vira. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  137 

son,  cuyo  .sistema  filosófico,  en  lo  que  tiene  de  más  só- 
lido y  profundo,  está  basado  precisamente  en  el  hecho 
de  que  el  lenguaje  ejerce  sobre  el  pensamiento  uní 
especk  de  acción  solidificante:  tomando  un  momento 
de  la  vida  del  pensamiento,  fluida  y  continua,  lo  pe- 
trifica, lo  solidifica  y  lo  deja  fijo,  lo  cual  da  lugar  ;i 
que  nosotros  nos  formemos  después  un  concepto  falso 
de  la  vida  psicológica)  .  Importantes  observaciones  y 
sugestiones,  al  respecto,  se  deben  a  James :  es  el  que 
ha  hecho  más,  quizá,  por  destruir  lo  que  él  mismo  ha 
llamado  la  "psicología  mitológica'':  aquel  "atomismo 
mental",  para  el  cual  los  estados  de  conciencia  están 
compuestos  por  elementos  fijos  o  permanentes,  creen- 
cia que  proviene,  precisamente,  de  que  proyectamos 
so'hre  la  realidad  psicológica  las  divisiones  y  las  rela- 
ciones del  mundo  de  las  palabras.  Es  James  el  que  ha 
combatido  con  más  profundidad  las  "categorías"  de 
Kant,  y,  en  general,  todos  los  intentos  de  divisiones 
de  ese  orden.  Y.  sobre  todo,  es  James  el  filósofo  que 
nos  ha  suministrado  un  ejemplo  personal  más  sugesti- 
vo de  lo  que  puede  en  la  filosofía  la  actitud  concreta 
y  realista;  uno  de  los  que  más  hondamente  nos  han 
enseñado  a  despreciar  ciertas  sutilezas  puramente  ver- 
bales. Pero  con  nuestro  filósofo  ha  sucedido  lo  que 
con  esos  revolucionarios  que.  arrastrados  en  la  acción, 
acaban  por  dépasser  le  but  y  por  combatir  no  sólo  lo 
que  se  habían  propuesto  combatir,  sino  algo  más,  o 
mucho  más:  como  esos  revolucionarios,  por  ejemplo, 
que  empiezan  por  combatir  una  forma  de  gobierno,  y 
concluyen  atacando  ail  gobierno  en  general.  James, 
que  había  iniciado  el  combate  contra  cierta  manirá  de 
utilizar  la  razón,  en  realidad  ha  venido  a  ser,  sin  que- 
rerlo y  más  o  menos  a  pesar  suvo,  un  revolucionario 
Contra   la  razón,   misma.  Y  es  muy  lamentable  que  esto 


138  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

haya  sucedido,  porque  justamente  en  la  época  en  qué 
va  a  imponer.se  la  nueva  tendencia,  la  tendencia  anti- 
palabresca,  esa  tendencia  excelente  ha  sido  confundi- 
da con  aquella  otra  tendencia  que  es  malsana  y  peli- 
grosa, a  saber,  la  tendencia  a  tomar  en  cuenta  única- 
mente las  consecuencias  prácticas  de  las  creencias. 

De  modo  que  todo  va  a  ser  confundido ;  los  efectos 
justos  de  las  nuevas  tendencias,  van  a  ser  retardados. 
Y  por  eso,  sobre  todo,  me  empeño  tanto  en  mostrar, 
con  la  claridad  que  me  es  posible,  lo  que  hay  de  bue- 
no y  lo  que  hay  de  malo  en  las  doctrinas  pragmatistas. 
Estas  doctrinas  deben  ser  sometidas  a  un  proceso  de 
depuración;  es  el  mismo  caso  de  las  revoluciones  que 
sobrepasan  su  objeto  razonable  y  legítimo. 

Se  han  confundido,  pues,  por  el  pragmatismo,  las 
cuestiones  de  palabras  con  las  cuestiones  de  hecho  que 
no  tienen  consecuencias  prácticas,  aparentemente  al 
menos.  Algunos  pasajes  de  la  obra  de  James  nos  van 
a  servir  para  mostrar  bien  la  existencia  de  esta  confu- 
sión y  sus  inmensas  proyecciones. 

"Las  dos  teorías1'  (se  refiero  a  dos  teorías  en  debate)  "ha-i 
mostrado  todas  sus  consecuencias,  y  estas,  en  nuestra  hipóte- 
sis, son  idénticas.  El  pragmatista  debe,  por  consiguiente,  de- 
cir que  las  dos  teorías,  a  despecho  de  su-  nombres  que  tienen 
en  sonido  distinto,  significan  exactamente  la  misma  cosa,  y 
que  la   disputa  es  puramente  verbal". 

Aquí  está  ya  la  confusión,  tan  evidente  que  yo  no 
podría,  aun  puesto  a  inventar  un  ejemplo,  haber  ha- 
llado uno  tan  característico  en  general. 

Otro  pasaje : 

"El  deísmo  y  el  materialismo,  por  indiferentes  que  sean  to- 
mados retrospectivamente,  conducen,  cuando  los  tomamos  riros- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  139 

pectivamente,    a    líneas    de    experiencia    completamente   dis- 
tintas. .  ."" 

Explica,  entonces,  las  consecuencias  tristes  del  ma- 
terialismo, que  conduce  fatalmente  a  la  concepción 
de  que  en  el  mundo-  'ha  de  redisolverse  toda  cosa  que 
haya  evolucionado.  Aplica  la  regla  pragmatista  cíe  te- 
ner en  cuenta  las  consecuencias,  de  observar  si  éstas 
son  diferentes  o  no  de  las  de  una  teoría  opuesta  ;  y  no 
se  da  cuenta  de  que,  por  tristes  que  sean  esas  conse- 
cuencias, por  sensibles  o  desagradables  o  dolorosas 
que  puedan  ser.  la  cuestión  de  si  existe  Dios  o  no  exis- 
te Dios,  no  es  una  cuestión  comparable  a  la  de  si  el 
hombre  rodea  a  la  ardilla,  cuestión  de  palabras,  sino 
comparable  a  las  otras  dos  cuestiones,  de  hecho.  Con- 
tinúa, pues,  la  misma  confusión:  en  el  pasaje  trans- 
cripto, James  procura  justificar  su  pragmatismo  to- 
mando como  ejemplos  cuestiones  de  palabras:  después 
que  lo  ha  justificado,  procura  aplicar  a  las  cuestiones 
de  hecho  ese  pragmatismo  práctico  que  ha  justificado 
con  el  examen  de  las  cuestiones  de  las  palabras.  Es  un 
sofisma  de  confusión.  Y,  naturalmente,  el  lector  no 
prevenido,  sigue  al  escritor,  sin  darse  cuenta  de  que 
ha  pasado  de  una  clase  de  cuestiones  a  otras. 

Los  anteriores  ejemplos,  sin  embargo,  podrán  no 
ser  apreciados  así  separados  del  contexto.  Pero  véase 
uno  bien  aislable : 

"El  químico  Ostwald  pone  este  ejemplo...:  Los  químicos 
han  disputado  largo  tiemlpo  sobre  la  constitución  interna  <ie 
ciertos  euerpos  llamados  tautómeros.  Sus  propiedades  pare- 
cían igualmente  conciliables  con  la  noción  de  un  átomo  inci- 
table de  hidrógeno  que  oscilaría  en  el  interior  de  ellos. 
la  noción  de  que  serían  mezcla-  inestables  de  dos  cuerpo-;.  La 
controversia  era  ardua,  pero  nunca  se  decidió.     Nunca  hubie- 


140  CARLOS   YAZ  FERREIRA 

ra  debido  empezar,  dice  Ostwald,  si  los  combatientes  se  hu- 
bieran preguntado  a  sí  mismos  qué  consecuencias  experimen- 
tales prácticas  hubieran  sido  diferentes  por  ser  correcta  la 
una  o  la  dirá  de  las  interpretaciones.  Porque  entonces  se  hu- 
biera patentizado  que  no  es  posible  que  resultara  ninguna  di- 
ferencia de  hecho;  y  la.  cuestión  era  tan  vana  (itnreal)  como 
si,  teorizando  en  los  primitivos  tiempos  -obre  la  acción  de  la 
levadura  en  la  masa,  un  partido  hubiera  invocado  un  "duen- 
de" mientras  el  otro  hubiera  invocado  la  acción  de  un  "elfo" 
como  verdadera  causa  del  fenómeno." 

James  cita  ese  pasaje  admitiendo  como  legítimo  y 
bueno  el  estado  de  espíritu  de  su  autor.  Pues  bien . 
existe  aquí  elarísimamente  la  confusión  que  liemos  se- 
ñalado; y  vamos  a  ver  cómo  el  mismo  escritor,  al  co- 
mentar el  párrafo,  va  pasando  de  un  sentido  a  otro 
de  los  términos.  Sigue,  James,  así: 

^Es  sorprendente  ver  cuántas  disputas  filosóficas  degeneran 
en  insignificantes  desde  el  momento  en  que  las  sometemos  a 
esta  simple  (prueba  de  trazar  sus  consecuencias  concretas.  No 
puede  haber  una  diferencia  en  alguna  parte  que  no  conduzca 
a  una  diferencia  en  alguna  otra  parte :  ninguna  diferencia  en  la 
verdad  abstracta  que  no  se  exprese  por  una  diferencia  en  un 
hecho  concreto  y  en  la  conducta  consiguiente  sobre  este,  im- 
puesta a  alguien,  de  algún  modo,  en  alguna  parte,  en  algún 
momento.  La  función  total  de  la  filosofía  debe  ser  descubrir 
cuáles  diferencias  determinadas  se  seguirán  para  ustedes  y 
para  mí.  en  instantes  determinados  de  nuestra  vida,  de  que 
tal   fórmula    del   mundo   o  tal   otra   sea    la   verdadera." 

Se  procura,  pues,  reducir  toda  la  filosofía  a  esta  cla- 
se de  investigaciones;  suprimir,  como  si  fueran  cues- 
tiones de  palabras,  las  cuestiones  de  hecho  a  las  cua- 
les no  se  hs   ve  ninguna  consecuencia  práctica;  o  me- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  141 

jor  dicho,  para  hablar  con  más  precisión,  las  cuestio- 
nes a  las  cuales  no  se  les  ve  ninguna  consecuencia 
práctica,  las  cuales  pueden  ser  de  hecho,  .como  pueden 
también  ser  de  palabras.  He  querido  mostrar  que 
no  hay  igualdad  de  extensión  en  estas  dos  nociones. 
Las  cuestiones  de  palabras  son  cuestiones  sin  impor- 
tancia práctica;  pero  no  recíprocamente:  hay  cuestio- 
nes sin  importancia  práctica,  que  no  son  cuestiones 
de  palabras.  Además,  nunca  puede  afirmarle  que  una 
cuestión  sea  si)i  importancia  práctica.  Basta  que  leu 
cuestión  sea  ele  heclfa,  para  que,  si  no  la  tiene  al  pre- 
sente, pueda  tenerla  alguna  vez  (como  podría  tenerla 
la  del  átomo  de  hidrógeno  o  la  composición  inestable: 
como  podía  tenerla  hasta  la  del  elfo  o  el  duende,  r.i 
elfo  y  duende  eran  representado»  de  una  manera  dis- 
tinta). Por  eso  la  actitud  pragmatista  es  funesta. 
Y  sigue  el  comentario  del  ejemplo  anterior: 

"La  metafísica  ha  seguido  generalmente  un  modo  de  inves- 
tigación verdaderamente  primitivo.  Bien  sabéis  cómo  ha  se- 
ducido a  la  humanidad  la  magia  prohibida,  y  qué  gran  papel 
han  desempeñado  las  palabras  mágicas.  Si  poseéis  su  nombre, 
o  la  fórmula,  de  encantamiento  que  lo  encadena,  podéis  domi- 
nar al  espíritu,  genio,  o  lo  que  sea.  Salomón  sabía  los  nom- 
bres de  todos  los  espíritus,  y.  teniendo  sus  nombres,  los  man- 
tenía sujetos  a  su  voluntad.  Del  mismo  modo  el  universo  ha 
aparecido  siempre  a  los  espíritus  ingenuos  como  una  es 
de  enigma  cuya  clase,  debe  ser  buscada  en  forma  de  alguna  pa- 
labra capaz  de  ilustrar  o  dar  poder.  Una  palabra  es  el  nom- 
bre del  principio  del  universo,  y  poseerlo,  es  como  poseer  el 
universo  mismo.  "Dios",  "Materia".  "Razón",  lo  "Absoluto", 
"Energía"  son  otros  tanto-  de  estos  nombres-soluciones.  Ha- 
béis llegado  al  fin  de  vuestra  investigación  metafísica.  Pero 
si  seguís  el  método  pragmatista,  no  podéis  creer  que  con  es- 
tas palabra;  se  satisfacen  vuestras  investigaciones". 


l-4¿?  CARLOS     YAZ    FERREIRA 

Ahora  está  terminado  el  proceso  de  la  confusión: 
James  partió  del  ejemplo  de  Ostwald,  que  era  una 
cuestión  claramente  de  hecho;  a  saber:  si,  en  los  cuer- 
pos "tautómeros",  hay  o  no  átomos  de  hidrógeno  que 
oscilan  en  el  interior  de  los  cuerpos;  si  estos  cuerpos 
son  o  no  mezclas  o  combinaciones  inestables ;  y  des- 
pués, en  el  comentario,  se  ha  ido  pasando  poco  a  poco 
a  tratar  de  las  cuestiones  de  palabras.  Las  cuestiones 
que  Ostwald  (indebidamente)  tendía  a  rechazar,  y  ense- 
ñaba a  sus  discípulos  (funesta  enseñanza)  a  despreciar, 
eran  cuestiones  -dé  hecho  cuija  importancia  práctica  no 
se  veía.  Las  cuestiones  que  ahora  combate  James,  la 
clase  de  investigaciones,  y  de  debates  y  de  fórmulas  que 
combate,  son  las  cuestiones  verbales,  lo  que  es  cosa  com- 
pletamente distinta.  Pero  como  James  tiene  un  gran  ta- 
lento, y  escribe  brillantemente,  la  impresión  de  evidencia 
que  produce  sobre  nosotros  un  pasaje  como  el  último 
(que,  además  de  estar  hermosamente  escrito,  es  comple- 
tamente verdadero)  se  traslada,  se  proyecta  sobre  las 
otras  (anteriores)  demostraciones  falsas.  Y  es  así  como, 
en  el  lector  no  preparado  de  un  libro  como  éste,  se  pro- 
duce fatalmente  la  confusión .  Cada  vez  que  James 
combate  las  cuestiones  de  palabras,  tiene  razón.  Cuando 
lo  hace  escribiendo  con  tanto  talento  como  en  este  pa- 
saje, esa  razón  se  nos  impone  más  todavía.  Pero,  como 
James  confunde  las  cuestiones  de  palabras  con  las 
cuestiones  de  hecho  que  no  tienen  importancia  o  apli- 
caciones prácticas,  hay  un  traslado  ilegítimo,  una 
protección  ilegítima  de  la  evidencia  de  las  demostra- 
ciones de  James,  de  unos  casos  a  los  otros.  Esta  evi- 
dencia adhiere  psicológicamente  a  las  segundas  cues- 
tiones, y  la  confusión  queda  producida. 

Continúa   combatiendo  la  tendencia    verbalista:    El 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  143 

pragmatismo  (dice)  coincide  con  tales  y  cuales  teo- 
rías, eii  "su  desdén  por  las  soluciones  verbales,  las 
cuestiones  inútiles  y  las  abstracciones  metafísicas". 
Aquí  vuelve  a  verse  claramente  la  confusión.  Para 
James,  el  desdén  por  las  <  xpHcaciones  verbales  y  el 
desdén  por  las  cuestiones  sin  aplicación  (useless  ques- 
tions),  es  un  mismo  desdén;  ambos  desdenes  tienen 
la  misma  importancia,  la  misma  trascendencia,  el 
mismo  alcance,  las  mismas  consecuencias,  y  deben  ser 
apreciados  de  la  misma  manera.  Entretanto,  esas  dos 
actitudes  mentales,  que  James  engloba  en  la  mis- 
ma frase  y  en  el  mismo  juicio,  no  sólo  son  absoluta- 
mente diferentes,  sino  que  deben  merecernos  un  jui- 
cio absolutamente  diferente.  El  desdén  por  las  cues- 
tiones puramente  verbales,  constituye,  seguramente, 
una  conquista  del  pensamiento  moderno.  Y.  entretan- 
to, el  desdén  por  las  cuestiones  sin  aplicación,  cons- 
tituiría un  tóxico  del  pensamiento  :  un  veneno  estupe- 
factivo. Seguramente  el  progreso  sería  detenido  desde 
el  momento  ejti  que  un  sentimiento  tan  funesto  se  im- 
pusiera. Durante  algún  tiempo,  se  liarían  sentir,  como 
una  repercusión,  las  consecuencias  de  las  antiguas  in- 
vestigaciones puramente  teóricas  del  hombre.  Una  vez 
que  hubieran  cesado,  el  pensamiento  humano  se  habría 
detenido  y  se  habría  vuelto  estéril,  no  solamente  en 
consecuencias  teóricas  o  especulativas,  sino  también 
en  consecuencias  prácticas.  La  especulación  teórica,  la 
especulación  sobj-e  los  problemas  que  no  tienen  aplica- 
ción— useless,  como  dice  James — es,  aún  desde  el  pun- 
to de  vista  práctico,  el  primer  excitante  del  pensa- 
miento. Aún  desde  el  punto  de  vista  pragmatista  bien 
entendido,  esa  clase  de  cuestiones  debe  ser  estimu- 
lada ;  pero,  debido  a  la  misma  confusión  que  yo  he 
señalado.    James   engloba   las  investigaciones   sin   apli- 


144  CARLOS    VAZ   FERREIRA 

cación  con  las  cuestiones  verbales,  como  si  fueran  una 
misma  cosa. 

Supongo  que  esa  confusión  queda  bien  comprendi- 
da, y  que  ustedes  quedarán  habilitados  para  percibir- 
la allí  donde  aparezca ;  sin  embargo,  como  nunca  es- 
tá de  más  la  profusión  de  crítica  contra  adversarios 
tan  glissants,  voy  a  mostrar  la  confusión  bajo  otra 
perspectiva. 

Recuerdan  ustedes  los  notabilísimos  ejemplos  que 
presenta  James  para  mostrarnos  lo  que  Schiller  ha 
llamado  la  "plasticidad"  del  universo: 


Esta  figura  puede  ser  interpretada,  puede  ser  apre- 
hendida por  nuestro  espíritu,  de  muy  distintas  mane- 
ras. Podemos  verla  o  percibirla  como  un  exágono  al 
cual  están  adheridos  ángulos  exteriores;  también  como 
dos  triángulos  entrecruzados.;  podríamos  asimismo 
percibirla  de  muchas  otras  maneras:  por  ejemplo,  en  el 
mismo  entrecruízamiento.  podemos  suponer  que  unas 
líneas  pasan  por  arriba  o  por  abajo  de  las  otras,  etc., 
y  en  todos  estos  casos,  la  figura  no  resiste  a  nuestra 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  145 

percepción :  se  deja  percibir  de  todas  esas  maneras, 
es  todas  esas  cosas.  El  número  27,  podemos  tomarlo, 
considerarlo,  percibirlo,  entenderlo,  como  3  X  9;  o 
como  33 ;  o  como  26+1 ;  o  como  28  —  1 ;  o  como  100 — 73 ; 
y  en  todos  los  casos  el  número  se  presta  a  esta  percep- 
ción. Podemos,  pues,  decir  que  el  número  es  todo  eso: 
será  lo  uno  o  lo  otro,  según  lo  que  nosotros  necesitamos ; 
será  lo  que  se  quiera  hacer  de  él .  Del  mismo  modo,  una 
constelación  puede  ser  la  Osa  Mayor  o  un  utensilio  de 
cocina,  según  que  se  le  dé  su  nombre  europeo  o  su  nom- 
bre americano.  Hay,  pues,  '"plasticidad"  en  el  universo. 
La  realidad,  nos  dicen  los  pragmatistas,  no  es  una 
cosa  fija,  inerte,  estática,  petrificada,  inmutable:  nos- 
otros modificamos  la  realidad  :  nuestras  mismas  creen- 
cias tienen  una  acción  sobre  ella.  Es  esto  lo  que  quiere 
significar  el  pragmatismo  con  su  noción  de  plasticidad 
del  universo. 

Ahora  bien :  las  consecuencias  que  se  han  sacado  de 
estas  bellas  observaciones,  están  viciadas  por  una  con- 
fusión tan  importante  como  las  que  ya  hemos  seña- 
lado; y,  sirviéndonos  de  los  mismos  ejemplos,  vamos  a 
comprenderla  con   claridad. 

Supongamos  varias  cuestiones  relativas  siempre  a 
esas  mismas  realidades,  a  saber:  a  la  figura  de  la  pá- 
gina anterior,  al  número  27,  y  a  la  constelación  que 
llamamos  la  Osa  Mayor. 

Con  respecto  a  la  figura,  puede  plantearse  la  cues- 
tión de  James,  a  saber:  j está  hecha  de  dos  triángulo5? 
entrelazados,  o  es  un  exágono  con  ángulos  adheridos? 
Y  podría  plantearse  también  esta  otra  cuestión :  esa 
figura,  ¿es  o  no  una  figura  rectilínea? 

Con  respecto  el  número  27,  puede  plantearse  una 
cualquiera  de  las  cuestiones  de  James:  27,  ¿es  26+1, 


i  i 


146  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

o  28 — 1?  Y  podría  plantearse  también  esta  otra  cues- 
tión: 27,  ¿es  o  no  un  número  primo? 

Con  respecto  a  la  constelación  que  llamamos  la  Osa 
Mayor,  podría  plantearse  la  cuestión  de  James:  esta 
constelación  ¿es  la  Osa  Mayor  o  es  el  "Dipper"?  Y 
podría  plantearse  esta  otra:  las  estrellas  que  forman 
la  Osa  Mayor  ¿están  todas  a  la  misma  distancia  de 
la  tierra? 

Comparemos  la  primera  a  la  segunda  de  las  cuestio- 
nes, en  cada  caso. 

Una  cosa  salta  a  la  vista,  y  es  que,  desde  el  punto 
de  vista  práctico,  por  Jo  menos,  esas  cuestiones  son  di- 
ferentes. La  diferencia  consiste  (podríamos  decir, 
para  emplear  la  misma  expresión  de  los  pragmatis- 
tas),  en  que  las  primeras  son  plásticas  y  las  segun- 
das no. 

Si  ustedes  se  preguntan  si  la  figura  es  un  exágono 
con  ángulos  adheridos,  o  si  son  dos  triángulos  ei>tro- 
cruzados,  notan  que  la  cuestión  es  plástica ;  esto  -»s, 
que  nuestro  espíritu  puede  hacer  de  la  figura  una  u 
otra  cosa ;  que  podemos  tomar  a  la  figura  de  una  a 
otra  manera ;  que,  por  consiguiente,  la  solución  de  esa 
cuestión,  depende  de  nuestra  actitud  mental. 

Pero  la  segunda  cuestión,  a  saber,  si  esa  figura  es  o 
no  una  figura  rectilínea,  ¿estará  en  el  mismo  caso?  No*: 
Aquí  no  sentimos  la  plasticidad.  Aquí,  para  seguir 
siempre  con  la  misma  terminología,  sentimos  la  cues- 
tión como  una  cuestión  dura,  no  plástica  :  sólida ;  com- 
pletamente resistente  a  nuestra  acción  mental.  No  po- 
demos hacer  de  la  figura  una  figura  curvilínea:  es 
rectilínea !  (Suponemos,  naturalmente,  que  esté  bien 
trazada). 

Tómese  la  segunda  pareja  de  cuestiones:  27,  ¿es 
26+1?    ¿es   28  —  1?    Cuestión    plástica:    podemos  hacer 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  147 

de  '-7  una  u  otra  cosa,  comoi  podemos  hacerlo  igual- 
mente el  cubo  de  3,  o  100 — 73,  etc. 

Pero  veamos  la  segunda  cuestión:  27  ¿es  un  número 
primo.'  ¿Qué  siente  nuestro  espíritu  ante  esa  cuestión, 
siempre  en  el  t erren"  práeticaf  Pues  que  no  es  una 
cuestión  plástica.  La  solución  de  la  nueva  cuestión, 
no  depende  de  nuestra  actitud  mental;  no  podemos, 
a  voluntad,  tomar  a  27  como  un  número  primo  o 
no  primo.  Entendámonos:  puedo  dar  una  u  otra  sig- 
nificación a  la  palabra  "primo";  pero  no  puedo  hacer 
que  27  deje  de  ser  divisible  por  3 ;  no  puedo,  por  con- 
siguiente, hacer  que  27  sea  un  número  divisible  úni- 
camente por  sí  mismo  y  por  la  unidad.  Esta  euestió  i, 
por  consiguiente,  no  es  plástica;  su  solución  no  de- 
pende de  nuestra  actitud  mental. 

Sean  las  cuestiones  que  enuncié  en  tercer  término 
para  la  comparación:  Tal  grupo  de  estrellas,  ¿es  la 
Osa  Mayor  o  es  el  "Dipper"?  Es  lo  que  nosotros  que- 
ramos hacer  de  ella.  Podemos  trazar  sobre  esas  estre- 
llas la  figura  de  un  animal  o  la  figura  de  un  utensilio 
de  cocina;  y  podemos  llamar  a  la  constelación  de  una 
manera  o  de  otra. 

Segunda  cuestión:  las  estrellas  que  constituyen  esa 
constelación,  llámesela  como  se  la  llame,  ¿están 
todas  a  la  misma  distancia  de  la  tierra,  o  están  a  dis- 
tancias diferentes?  Esta  cuestión  no  es  plástica:  sn 
solución  no  depende  de  nuestra  actitud  mental :  no 
podemos  hacer,  modificando  nuestra  actitud  mental, 
que  las  estrellas  de  esa  constelación  estén  o  dejen  d? 
estar  a  la  misma  distancia  de  la  tierra.  De  hecho,  no 
lo  están,  y  ese  es  un  hecho  que  no  podemos  modificar. 

Ahora,  ¿en  qué  consiste  leí  confusión  de  lo>s  vraenna- 
tistasf 

Consiste  en  no  haber  ditingílido',  claramente  al  menos, 


14tf  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

ias  cuestiones  de  la  primera  clase  \ie  las  cuestiones  de  la 
segunda  clase,  de  las  cuales  son  completamente  diferentes. 

Sería  posible,  quizá,  en  el  terreno  de  la  especula- 
ción, en  teoría,  por  medio  de  distinciones  o  de  asimi- 
laciones más  o  menos  sutiles,  reducir  unas  cuestiones 
a  otras;  pero  esta  no  es  la  tarea  del  pragmatismo,  ni 
es  su  papel:  Justamente,  el  pragmatismo  pretende 
ponerse    en  el  terreno  práctico.    Para  eso  lo    hicieron ! 

Pues  bien:  es  en  el  terre-:.vo  práctico,  donde  se  dis- 
tinguen de  una  manera  perfectamente  clara  e  inter- 
giversable  esas  dos  clases  de  cuestiones:  las  que  lla- 
maremos "plásticas",  y  las  "no  plásticas".  Y  la  con- 
fusión de  los  pragmatistas  ha  consistido,  como  dentro 
de  un  momento  vamos  a  verlo,  en  no  distinguir  esas 
dos  clases  de  cuestiones  prácticamente;  en  tratar  las 
cuestiones  cuya  solución  no  depende  de  nuestra  acti- 
tud mental,  como  si  pertenecieran  al  grupo  de  las 
cuestiones  cuya  solución  depende  de  nuestra  actitud 
mental. 

Y  esto  es  bien  sensible,  porcpie  todas  aquellas  obser- 
vaciones, limitadas  a  los  ejemplos  originarios,  y  a  los 
casos  como  ellos,  eran  absolutamente  verdaderas,  y.  al 
mismo  tiempo,  de  gran  alcance. 

Los  pragmatistas  han  visto  con  justeza  y  con  pro- 
fundidad, y  han  descripto  con  un  talento  incompara- 
ble. Si  no  han  descubierto,  por  lo  menos  han  puesto 
de  relieve  de  una  manera  interesantísima  y  profunda- 
mente sugestiva  la  existencia  de  las  que  podríamos 
llamar  cuestiones  plásticas:  han  visto  que  lo  que  lla- 
mamos realidad  o  verdad  no  es  siempre  algo  que  ñe 
imponga  al  espíritu;  han  visto  que  hay  ciertas  clase* 
de  realidad,  ciertos  casos  de  realidad,  mejor  dicho,  en 
cuya  creación  nuestro  espíritu  tiene  un  gran  papel . 
Pero  han    generalizado   demasiado    su   observación,    y 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  149 

han  extendido  las   consecuencias  a   casos  a  los   cuales 
no  eran  aplicables. 

El  mejor  y  más  trascendente  ejemplo  que  puedo 
presentarles  de  esta  confusión  de  inmenso  alcance,  es 
precisamente  la  aplicación  más  importante  del  prag- 
matismo :  la  aplicación  que  sus  defensores  (James,  so- 
bre todo)  han  procurado  hacer  al  problema  de  las 
ligiones.  Casi  todo  el  pragmatismo  práctico  se  ha  tra- 
ducido en  esta  aplicación  trascendentalísima.  El  prag- 
matismo ha  tendido  en  el  hecho  a  desvanecer  los  es- 
crúpulos de  las  innumerables  personas  que  tienden 
a  prescindir  más  o  menos  de  la  razón,  o  a  dejarla 
en  segundo  término,  cuando  se  trata  de  creencias  re- 
ligiosas. Desde  el  advenimiento  del  pragmatismo,  los 
hombres  se  han  sentido  libres  para  obrar  así,  y  aún 
estimulados  en  esa  actitud  mental  por  los  consejos  y 
las  doctrinas  de  los  pragmatistas.  James  llega  a  decir 
claramente,  en  muchos  pasajes  de  sus  obras,  que,  al 
fin  y  al  cabo,  el  que  ciertos  problemas  religiosos  pu- 
dieran resolverse  en  uno  u  otro  sentido,  podría  de- 
pender, en  último  término,  de  nuestra  misma  actitud 
mental,  de  nuestra^  propias  creencias,  que  contribui- 
rían a  crear  su  oh  jeto.  Preguntándose,  por  ejemplo, 
si  el  Universo  será  o  no  salvado  totalmente,  AVilliam 
James  sostiene  que  nuestras  propias  creencias  pr 
hacer  mueho  en  e-e  sentido.  Trata,  pues,  estas  cuestiones 
religiosas,  como  si  fueran  cuestiones  de  Jos  de  <>rd<  »  plás- 
tico, esto  es,  cuestiones  cuya  solución  pueda  ser  modificada 
por  nuestra  actitud  mental. 

Examinemos  los  problemas  fundamentales  en  deba- 
te cuando  se  discuten  las  cuestiones  religiosas.  Tome- 
mos alguno  de  ellos:  por  ejemplo,  el  problema  de  li 
providencia,  o  el  de  las  recompensas  futuras.  ¿Hay 
Providencia?   es;  decir:    ;  algún  ser  superior,    exti 


150  CARLOS    VAZ    FEKREIRA 

tural,  interviene  en  la  marcha  del  Universo?  ¿Existen 
recompensas  y  castigos  futuros.'  El  alma,  ¿es  inmor- 
tal?— Son  cuestiones  religiosas  típicas. 

Ailiora  bien:  pido  la  mayor  atención  sobre  este  punto: 
estas  cuestiones  ¿las  sentimos  como  de  la  primera,  o  como 
de  la  segunda  clase?  Preguntarse  si  un  ser  sobrenatural 
interviene  en  la  marcha  de  los  acontecimientos  del  Uni- 
verso; preguntarse  si  hay  penas  y  recompensas  futuras 
para  los  hombres  malos  y  buenos,  ¿  es  como  preguntarse 
si  la  figura  está  hecha  de  dos  triángulos  o  de  un  exágo- 
no con  ángulos,  o  es  como  preguntarse  si  la  figura,  es 
rectilínea  o  curvilínea  ?  ¿  Se  parecerán,  esas  cuestiones 
religiosas,  a  la  de  saber  si  27  es  26  +  1  o  28  —  1,  o  se 
parecerán  a  la  cuestión  de  saber  si  el  27  es  o  no  un 
número  primo?  ¿Se  parecerán  a  la  cuestión  de  saber  si 
tal  constelación  es  la  Osa  Mayor  o  el  "Dipper".  o 
a  la  cuestión  de  saber  si  las  estrellas  de  esa  constelación 
están  a  la  misma  distancia  de  la  tierra  o  a  distancias 
diferentes?  —  La  respuesta,  evidente,  es  esta:  son  cues- 
tiones ele  la  segunda  clase:  son  cuestiones  cuya  solución 
no  depende  de  nuestro  estado  mental.  Que  un  ser  su- 
perior intervenga  o  no  en  el  Universo;  que  el  alma  sea 
o  no  inmortal ;  que  haya  o  no  castigos  o  recompensas, 
no  so»  cuestiones  "plásticas".  (Ni  las  siente  nadie  como 
tales)  .  El  sentido  de  la  realidad,  que  el  pragmatista 
es  el  primero  en  invocar,  y  que  debería  ser  el  primero 
en  tener  en  cuenta,  es  el  que  nos  dice  esto,  prescin- 
diendo de  toda  clasificación  o  distinción  teórica.  No 
necesito  aplicar  filosofía  ni  lógica ;  es  simplemente  nues- 
tro sentido  común,  nuestro  sentido  práctico,  el  que  nos 
dice  que  estas  cuestiones  son  de  la  segunda  clase:  no 
plásticas. 

Entretanto,     la     aplicación     fundamental    del    pracj- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  151 

matismo,  lia  sido,  de  hecho,  enseñar  que,  para  admi- 
tir o  rechazar  las  hipótesis  religiosas,  debemos  trata r- 
las  como  si  íueraii  cuestiones  de  las  que  dependen  de 
nuestro  propio  estado  de  espíritu. 

También  se  observa  exactamente  la  misma  confu- 
sión en  la  generalidad  que  da  James  a  su  tesis  en  el 
estudio  "The  Will  to  BeUew". 

Recuerdan  ustedes  cuál  era  esa  tesis:  La  interven- 
ción de  elementos  pasionales  y  voluntarios  en  las 
creencias,  es,  dice  James,  un  hecho  legítimo,  en  lugar 
de  ser,  como  se  lo  considera  habitualmente.  un  hecho 
ilegítimo. 

Si  James  hubiera  dicho  "en  algunas  creencias" 
(esto  es,  en  las  que  se  relacionan  con  las  cuestiones 
plásticas),  entonces  hubiera  enseñado  una  verdad.  Pe- 
ro él  dice  "en  las  creencias":  no  distingue  las  dos 
clases  de  creencias,  porque  no  distingue  las  dos  cla- 
ses de  cuestiones.  Por  consiguiente,  extiende  dema- 
siado su  tesis,  y  esa  extensión  ilegítima  se  debe  a  la 
confusión   que   acabo   de   analizar. 

La  confusión  ha  sido,  pues,  un  sofisma  de  genera- 
lización. Schiller,  James,  han  observado  bien  ciertos 
hechos;  pero  han  extendido  demasiado  la  interpreta- 
ción. Han  visto  la  plasticidad  en  ciertos  casos,  en  cier- 
tas cuestiones;  y  han  admitido  que  tedas  las  cuestio- 
nes son  plásticas  (tocias,  o  más  de  las  que  lo  son  en 
realidad).  No  digo  que  lo  hayan  admitido  en  teoría, 
o  conscientemente;  pero  inconscientemente,  sin  darse 
cuenta  de  ello,  lo  han  admitido  en  la  práctica,  en  bis 
aplicaciones.  Y  precisamente  las  dos  aplicaciones  fun- 
damentales y  casi  únicas  del  pragmatismo,  han  sido 
esas  dos  (actitud  hacia  las  religiones,  y  reglas  de  con- 
ducta en  cuanto  a  la  creencia)  que  se  derivan  de  la 
■confusión. 


152  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

James  se  ha  hecho  una  especie  de  dilema:  iha  crea- 
do para  el  pragmatismo  un  adversario  teórico,  que 
negara  totalmente  la  plasticidad  (y  que  podría  corres- 
ponder a  cierta  psicología  o  a  cierta  lógica  tradicio- 
nal: esto  es  cierto).  Y,  entonces,  se  ha  dicho,  sin  darse 
cuenta  de  ello:  "O  nada  es  plástico,  o  todo  es  plás- 
tico. Es  falso  que  nada  sea  plástico,  puesto  que  hay 
plasticidad  (la  que  yo  observo,  la  que  yo  demuestro)  ; 
luego  (ha  concluido  inconscientemente)  todo  es  plás- 
tico" (o,  si  no  ha  concluido  que  tocio  es.  plástico,  por 
lo  menos  ha  concluido  que  es  plástico  mucho  más  de 
lo  que  realmente  lo  es). 

Con  una  última  cita  verán  ustedes  que  esta  mi  ex- 
plicación del  estado  de  espíritu  de  James,  que  esta  psi- 
cología que  yo  hago  de  la  lógica  de  James,  está  bien 
fundada. 

"El  más  forzoso  punto  de  discrepancia  entre  ser  un  racio- 
nalista y  ser  un  pragmatista,  está  ahora  claramente  a  la  vista. 
La  experiencia  está  en  mutación,  y  nuestras  relaciones  psico- 
lógicas con  la  verdad  están  en  mutación.  Hasta  aquí,  el  ra- 
cionalismo concede;  pero  no  concede  que  la  realidad  misma, 
que  la  verdad  misma  sean  también  mutables/' 

Noten  bien  la  generalidad  de  los  términos:  "La  rea- 
lidad es  mutable",  dice  James;  "la  verdad  es  mu- 
table": no  dice:  "ciertas  realidades"  (las  que  depen- 
den de  nuestro  espíritu),  no  dice  "ciertas  verdades" 
(las  que  dependen  de  nuestro  espíritu)  ;  dice  "la  rea- 
lidad", "la  verdad";   generaliza,  y,  así,   confunde. 

"La  realidad,  insiste  el  racionalismo,  se  mantiene  acabada 
y  ya  heeha   (ready-made)  desde  toda  la  eternidad." 

Aquí  sigue  la  confusión :  Hace  afirmar  al  adversa- 
rio, de  una    manera  absoluta,    la  inmutabilidad    de  la 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  153 

realidad.  Esta  afirmación  es  falsa ;  entonces  (piensa 
James  sin  darse  cnenta  de  ello)  la  afirmación  verdadera 
será  la  contraria,  esto  es:  la  realidad  ("la  realidad ", 
así,  en  general)  no  es  inmutable;  es  mutable,  variable, 
plástica:  toda  la  realidad.  Sigue  la  confusión,  pues,  en- 
gendrada y  mantenida  por  el  mismo  proceso  cuya  psi- 
cología hemos  analizado.  Es  el  proceso  del  falso  dile- 
ma; el  sofisma  que  produce,  tal  vez.  la  mayor  parte  de 
nuestros  errores :  plantear  dos  tesis  absolutas,  como  si  no 
admitieran  un  término  medio ;  probar  la  falsedad  de 
una  en  su  absolutismo,  y,  entonces,  creer  demostrada  la 
otra,  cuando  en  realidad  la  verdad  reside  en  una  tercera 
tesis  que  puede  admitir  una  parte  de  lo  que  afirmaba 
la  primera,  tesis  extrema  y  una  parte  de  lo  que  afirmaba 
la  segunda.  Planteando  las  cuestiones  en  forma  de  dile- 
mas allí  donde  el  dilema  no  corresponde,  se  cae  muy 
frecuentemente  en  el  error. 

"...  su  verdad  nada  tiene  que  ver  con  nuestras  experiencias". 

Sigue  criticando  a  una  doctrina  extrema,  evidente- 
mente falsa,  puesto  que  bay  casos  en  que  la  realidad 
depende  de  nuestra  propia  actitud  mental.  Continúa 
hablando  de  "la  realidad..."  (por  brevedad  no  cito 
todo  el  pasaje)  siempre  en  general;  y  sigue  el  paralo- 
gismo. 

"La    realidad    es   süperviniente,   inerte,   estática..." 

Continúa  el  paralogismo;  otra  vez  la  realidad,  en  ge- 
neral: no  hace  distinguir  a  "los  racionalistas",  ni  dis- 
tingue él  tampoco,  entre  las  dos  clases  de  realidades, 
o,  con  mayor  juste/a.    entre  los    «bis  casos  de    realida- 


154  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

des:  las  que  dependen  de  la  actitud  mental,  y  las  que 
no  dependen  de  la  actitud  mental  del  que  las  percibe; 
división,  lo  repito,  que  será  más  o  menos  discutible 
teóricamente,  pero  que  es  clara  y  evidente  desde  el 
punto  de  vista  de  la  experiencia  y  de  la  lógica  prác- 
tica. 

Kesumen  sobre  esta   parte: 

La  Filosofía  y  la  Lógica  deberán  al  pragmatismo 
servicios  invalorables.  La  doctrina,  o,  mejor  dicho,  los 
autores  ele  la  doctrina,  serán  dignos  del  mayor  reco- 
nocimiento ya  solamente  por  haber  descubierto,  o,  en 
todo  caso,  por  haber  mostrado  con  profundidad  y  al- 
cance práctico  invalorables,  lo  que  podemos  efeetivt- 
mente  llamar  la  plasticidad  de  las  cuestiones,  o  sea  el 
papel  de  nuestro  estado  de  espíritu  en  la  creación  (en 
cierto  sentido)  de  "realidades"'.  Pero  es  lamentable 
que  esos  mismos  filósofos,  generalizando  demasiado  su 
observación,  la  hayan  aplicado  a  casos  de  la  realidad 
para  los  cuales  no  era  cierta  ;  y.  sobre  todo,  qne,  pre- 
cisamente las  dos  grandes  aplicaciones  prácticas  que 
se  han  pretendido  sacar  de  dicha  observación,  se  refie- 
ran a  dos  de  esos  casos  ilegítimos. 

En  una  última  lección  trataré  algunas  euestioup^ 
especiales,  cuyo  examen  es  necesario  para  la  crítica 
completa   de  la   doctrina. 


El  porvenir  de  la  filosofía  que  él  profesa,  sugiere 
a  James  esta  interesante  impertinencia :  Las  teorías,  di- 
ce, pasan  por  tres  fases:  en  la  primera,  se  las  reputa 
completamente   absurdas:    en   la   segunda,  los  adversa- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  155 

rios  confiesan  que  son  exactas,  pero  que  no  tienen 
ninguna  importancia  ni  originalidad:  finalmente,  en 
un  tercer  período,  los  antiguos  adversarios  de  las 
doctrinas  reconocen  su  importancia  y  su  originalidad, 
y,  entonces,  procuran  probar  que  son  ellos  mismos  los 
autores. 

Según  James,  el  pragmatismo  está  pasando  actual- 
mente del  primero  al  segundo  período. 

Este  juicio,  con  lo  que  supone  sobre  el  porvenir  de  la 
doctrina,  ¿será  exacto? 

Ante  todo,  mi  pregunta  está  probablemente  tan  mal 
planteada,  como  mal  formulado  el  juicio  de  James. 
Las  doctrinas,  generalmente,  no  llegan  enteras  a  la 
posteridad:  sufren  un  proceso  de  disolución.  La  pos- 
teridad descompone  esos  conjuntos  de  ideas  y  tenden- 
cias que  se  llaman  ismos,  y  es  raro  que  uno  de  ellos 
quede  entero,  como  es  raro,  también,  que  llegue  a  des- 
aparecer en  su  totalidad;  y  generalmente  se  padese 
una  gran  ilusión  cuando  se  supone  que  los  distintos 
elementos  que  en  un  momento  dado  constituyen  una 
doctrina,  hayan  de  quedar  siempre  reunidos  y  polari- 
zados bajo  el  mismo  plan  del  'sistema. 

Como  lo  anuncié,  pues,  al  principio  de  estas  confe- 
rencias, voy  ahora,  con  los  elementos  de  juicio  que 
nuestro  examen  nos  ha  dado,  a  procurar  prever,  hasta 
donde  sea  posible,  qué  es  lo  que  quedará  de  esta  filosofía 
y  qué  es  lo  que  está  destinado  a  desaparecer. 

Podríamos  estudiarla  con  dos  criterios,  o  desde  dos 
puntos  de  vista;  ya  desde  un  punto  de  vista  puramen- 
te intelectualista  o  doctrinario,  considerándola  propia- 
mente como  sistema,  ya  desde  un  punto  de  vista  más 
concreto,  considerándola  como  un  conjwito  de  tenden- 
cias  (que  podrían  ser  separables). 


15(5  CARLOS  YAZ  FERREIRA 

Como  .sistema,  ya  liemos  juzgado  al  pragmatismo: 
ya    liemos    dicho    que,    ideológicamente,    se    compone 

de  dos  partes:  una  teoría  de  la  verdad,  y  una  teoría 
de  la  creencia  práctica.  Que  la  primera  es  una  teoría 
seria  y  digna  de  consideración  (aunque  muchos  de  sus 
elementos  sean  de  procedencia  relativista).  Aún  den- 
tro de  esta  teoría  de  la  verdad,  sea  cual  sea  la  suerte 
que  le  esté  reservada,  seguramente  se  echará  de  me- 
nos, por  la  posteridad  que  haya  de  juzgarla,  la  ausen- 
cia de  ciertas  distinciones  que  habrían,  por  ejemplo, 
impedido  la  confusión  entre  las  distintas  clases  de 
verdades :  entre  las  que  dependen  de  la  actitud  del  es- 
píritu, y  las  que  no   están  bajo  esa   dependencia. 

En  cuanto  a  la  segunda  teoría,  a  la  teoría  de  la 
creencia  práctica,  ha  sido  ante  todo  una  teoría  mal 
derivada:  no  sólo  no  se  desprende  del  pragmatismo 
teórico,  sino  que  en  ciertos  casos  y  hasta  cierto  pun- 
to está  en  contradicción  con  él ;  es  inconsecuente  con 
él.  cuando  menos. 

Entre  las  aplicaciones  de  la  doctrina,  parecerá,  natu- 
ralmente, la  más  importante,  esa  aplicación  al  proble- 
ma de  la  legitimidad  de  las  religiones ;  aplicación  que, 
a  mi  juicio,  ha  sido  falseada.  No  puedo,  sin  embargo, 
entrar  a  discutir  aquí  este  punto  especial,  no  sólo  por 
per  muy  extenso,  sino  porque  lo  he  tratado  en  un  estu- 
dio separado  y  prefiero  referirme  a  él.  Básteme,  sin 
embargo,  decir,  resumiendo  mucho:  Primero,  que  Ja- 
mes ha  cometido  el  error  de  tratar  los  problemas  re- 
ligiosos como  si  fueran  problemas  de  los  que  de- 
penden de  nuestra  actitud  mental.  Segundo,  que,  al 
aplicar  la.  gran  máxima  pragmatista,  que  es  la  máxi- 
ma del  Evangelio:  "juzgar  al  árbol  por  sus  frutos", 
esto  es,  al  procurar  establecer  un  juicio  o  un  nroceso 
de  las  religiones  juzgándolas  por  sus  efe-tos.  "William 
•Tanies  se  empeña   en  un   trabajo  ilegítimo,  a  mi  juicio. 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  157 

de  if  i-age,  de  selección.  Quiero  decir  lo  siguiente :  .si  la¡ 
máxima  evangélica  lia  de  aplicarse  riel  y  consecuente- 
mente; si  el  criterio  que  lia  de  servirnos  para  juzgar 
la  mayor  o  menor  bondad  de  una  doctrina,  ha  de  ba- 
sarse en  sus  resultados,  es  evidente  que  estos  resultados 
han  de  ser  tomados  integralmente:  que  han  de  conside- 
rarse todos,  los  buenos  y  los  malos;  todo  pesado,  todo 
comparado,  la  resultante  podrá  después  suministrarnos 
un  elemento  de  juicio;  pero  aún  sin  entrar  a  juzgar  esta 
actitud  de  apreciar  las  doctrinas  por  sus  consecuencias, 
aún  suponiéndola  legítima,  sostengo  que  James  ha  caído, 
en  su  obra  sobre  las  religiones,  en  el  evidente  sofisma  de 
dejar  de  lado  los  frutos  malos  considerándolos  como 
separables  teóricamente  de  la  religión;  en  taino  que, 
al  pasar  su  revista,  computa  casi  exclusivamente  los 
que  él  reputa  frutos  buenos.  Esta  actitud  es  inconse- 
cuente. La  que  se  había  impuesto,  debería  haoerlo  lle- 
vado a  considerar  todos  los  frutos  realmente  producidos; 
de  lo  contrario,  y  para  ser  consecuente,  debería  tratar 
la  religión  desde  un  punto  de  vista  teórico,  que,  en- 
tonces, ya  no  sería  su  punto  de  vista  pragmatista. 
Cuando  registra,  por  ejemplo,  como  frutos  históricos 
de  la  religión,  la  intolerancia,  la  crueldad,  las  guerras 
religiosas,  la  opresión  de  los  pueblos  y  de  las  personas  en 
este  caso,  dice  que  esos  frutos  son  separables  de  la  reli- 
gión. En  cambio,  cuando  estudia  los  frutes  positivos,  el 
consuelo,  la  esperanza,  el  entusiasmo,  esos  son  para  él 
los  frutos  legítimos  y  verdaderos.  —  Y.  finalmente,  ade- 
más de  este  grave  error  de  método,  se  resiente  la  obra 
de  James,  todavía  de  una  eran  debilidad  que  no  sólo 
es  intelectual,  sino  también  moral.  Quiero  decir  que, 
si  bien  no  omite  los  "frutos"  condenables  de  las  reli- 
giones,   la     impresión     nue    producen     sobre    él    no    es 


158  CARLOS     VAZ    FERREIRA 

todo  lo  intensa  que  debiera.  Es  posible  que  el  método 
menos  apropiado  para  hacer  una  defensa  de  las  reli- 
giones, sea  justamente  el  que  James  lia  elegido.  Quien 
se  impusiera  la  misión  de  hacer  una  defensa  de  las 
religiones,  debería  mirar  más  al  porvenir  que  al  pa- 
sado; los  frutos  que  procuraría  estudiar  y  preconizar, 
serían  más  bien  frutos  futuros.  Donde  es  difícil  encon- 
trar una  justificación  de  las  religiones,  es  justamente 
en  el  pasado:  cabe,  sí,  destarar  esos  malos  frutos;  eli- 
minarlos; suponer  que  han  sido  frutos  viciados,  por 
una  razón  cualquiera,  de  un  árbol  nobilísimo  destina- 
do a  darlos  mejores  una  vez  que  sea  mejor  cultivado ; 
este  sería  el  mejor  punto  ele  vista.  Pero  el  fenómeao 
moral  que  ha  ocurrido  en  James  es  un  fenómeno  que 
hasta  cierto  punto  entristece.  No  siente  bien  los  resul- 
tados deplorables  y  tristes  de  las  religiones  del  pa- 
sado, y  sólo  siente  los  resultados  nobles. 

Dicho  sea  de  paso:  desde  este  punto  de  vista,  no 
nos  hallamos  nosotros  en  situación,  tal  vez,  de  resol- 
ver el  problema ;  podemos,  sí,  formular  un  juicio,  inte- 
lectual: pero  estamos  casi  inhabilitados  para  sentir. 
Aquellos  frutos  de  la  religión:  la  intolerancia,  la  opre- 
sión del  pensamiento:  todo  eso,  ya  casi  no  lo  sentimos. 
Como  la  libertad  de  pensamiento  está  ya  adquirida, 
no  podemos  sentir  en  todo  su  espantoso  horror  el 
hecho  de  que  los  hombres  fueran  perseguidos  o  mar- 
tirizados por  sus  opiniones.  Hablando  conmigo  uno 
de  nuestros  más  ilustres  escritores,  me  decía  una  va/. 
que  no  podía  perdonarme  en  nombre  de  la  dignidad 
humana  el  que  yo  hubiera  escrito  en  uno  de  mis  estu- 
dios lo  que  estoy  ahora  exponiendo  a  ustedes.  Yo  ha- 
bía dicho,  más  o  menos:  "Sólo  en  ciertos  momen- 
tos, y  por  un  azar  psicológico,  podemos  stvitir  lo  que 
era  esto:  quemar  a  un  hombre  porque  no  piensa  de  un 


CONOCIMIENTO   Y   ACCIÓN  159 

modo";  y  mi  interlocutor  procuraba  convencerme  de 
absurdo,  haciéndome  ver  que  ese  sentimiento  está  aL 
"alcance  de  todo  el  mundo... 

Y  bien:  yo  creo  que  no!  Podemos  comprenderlo;  en 
algunos  momentos,  lo  sentiremos  más  o  menos;  pero  sa 
libertad  de  pensamiento  está  ya  demasiado  adquirida 
para  que,  sin  un  esfuerzo  especial,  podamos  sentir, 
sentir. . .  !  Abriendo  el  otro  día  un  diccionario  his- 
tórico, di  con  la  palabra  herejía:  varias  páginas  lle- 
nas con  los  solos  nombres  de  todas  las  herejías 
que  han  existido;  cientos  de  nombres....  Pues  bien: 
yo  creo  que  sólo  en  ciertos  momentos  podemos  nos- 
otros representarnos  todo  lo  que  significa  el  que 
cada  una  de  esas  palabras  que  están  allí  en  una  pá- 
gina tan  fría  y  tan  apagada  como  todas  las  otras,  el 
que  cada  una  de  esas  palabras  haya  alguna  vez  que- 
rido decir  lo  siguiente:  "listas  de  gentes  que  hay  que 
Quemar".  Nosotros  no  sentimos  bien  eso.  en  nues- 
tro estado  habitual.  Hay  ciertos  momentos  en  que 
el  sentimiento  se  enciende,  y  se  hace  el  horror:  pero. 
en  general,  no  comprendemos.  De  modo  que  hoy.  el  que 
habla  de  la  libertad  de  pensamiento,  de  la  libertad 
de  cultos,  de  todas  las  libertades,  hasta  nos  parece 
un  poco  declamador. 

Dice  James,  hablando  del  optimismo  y  el  pesimis- 
mo, que  Leibnitz.  el  gran  optimista,  no  tuv,,  nunca 
seguramente  la  experiencia  concreta  de  lo  que  sería 
un  alma  condenada,  y  sólo  por  esa  causa  pudo  escri- 
bir alguna  vez.  cómo  escribió,  que  los  condenados 
del  infierno,  pudiendo  apreciar  toda  la  sabiduría  de 
Dios  y  toda  la  belleza  del  mundo,  debpn  ser  comple- 
tamente felices,  con  el  sentimiento  de  la  justicia  de  su 
castigo.  Leibnitz  no  se  representó  seguramente,  piensa 
erm  razón  James,  una  experiencia  concreta  de  lo  que  es 


160  CARLOS    VAZ    FERREIRA 

un  alma  condenada.  Pues  bien:  yo  afirmo,  a  mi  vez,  que 
William  -James,  a  ipesaa?  de  su  amplitud  mental  y  de  la 
potencia  de  observación  que  demuestra  en  su  libro,  no 
ha  tenido,  probablemente,  una  experiencia  concreta,  bien 
amplia  y  bien  sentida,  de  las  persecuciones,  de  las  guerras 
religiosas,  de  la  opresión  del  pensamiento,  que  fueron, 
históricamente,  el  fruto  más  característico  y  más  copio- 
samente prodigado  de  la  religión. 

Esta  aplicación  del  pragmatismo  está,  pues,  a  mi 
juicio,  profundamente  viciada,  creo  que  intelectualmente 
y  moralmente :  Por  cualquier  otro  método  hubiera  podido 
ensayarse  la  justificación  de  las  religiones,  menos  por  éste. 

Ahora,  si  pretendiéramos  juzgar  al  pragmatismo, 
no  ya  considerándolo  como  una  doctrina,  sino  más 
bien,  desde  un  punto  de  vista  más  concreto,  conio  un 
conjunto  de  tendencias,  podríamos  decir  que  en  este 
movimiento  filosófico  se  han  marcado  tendencias  fran 
camente  buenas  y  tendencias  francamente  malas ;  ade- 
más de  algunas  que  pueden  ser  buenas  o  malas  según 
-el  grado,  y  según  la  forma  de  aplicación. 

Entre  las  tendencias  más  francamente  buenas  que 
han  caracterizado  al  movimiento  filosófico  pragmatis- 
ta, yo  enumeraría  : 

Primero,  la  tendencia  anti-verbalista :  el  desprecio 
hacia  las  cuestiones  puramente  de  palabras;  la  libe- 
ración de  ese  dominio  verbal  a  que  la  lógica  antigua, 
la  gramática  y  la  manera  tradicional  de  pensar,  nos 
habían  sujetado, 

En  segundo  término,  la  tendencia  a  ir  a  lo  ■concre- 
to, a  lo  real.  Hay  cierta  filosofía  (Nietzche  la  llamó 
"vampíriea")  que  produce  en  el  espíritu  la  impre- 
sión de  que  los  problemas  verdaderamente  importan- 
tes han  de  presentarse  fatalmente  de  una  manera  abs- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  161 

traeta,  por  distinciones,  enumeraciones  o  clasificacio- 
nes ;  y  los  que  nos  hemos  educado  así,  liemos  necesi- 
tado siempre  más  o  menos  esfuerzo  para  libertarnos 
de  esa  impresión.  Yo  quisiera  poder  describir  mi  pro- 
pio ejemplo.  Durante  algún  tiempo,  y  a  consecuencia 
de  mi  educación  filosófica  puramente  abstracta,  me 
había  acostumbrado  a  considerar  todo  lo  que  era  con- 
creto, como  i-io.u  "científico" .. . 

Una  tercera  tendencia,  igualmente  plausible,  y  es- 
trechamente relacionada  con  la  anterior,  es  la  ten- 
dencia a  discutir  problemas  importantes :  mientras 
esta  tendencia  permanece  puramente  positiva,  esto  es, 
mientras  no  tiende  a  dejar  de  lado  los  problemas  que 
no  tienen  importancia  vital,  es  francamente  buena. 
Hay,  efectivamente,  ciertos  problemas,  los  más  vitales 
de  todos,  que  la  filosofía  ha  tenido,  en  ciertas  épocas, 
tendencia  a  dejar  de  lado :  el  primero  de  todos,  el  pro- 
blema de  la  inmortalidad  del  alma,  de  la  vida  futura. 
Parece  que  los  filósofos  tuvieran  a  menudo  un  cierto 
pudor  de  tratarlo:  lo  disimulan,  sea  por  su  inmensa 
dificultad,  sea  porque  su  examen  pueda  llevar  a  solu- 
ciones que  no  son  las  que  el  sentimiento  desea,  o  por 
otra  causa  cualquiera.  El  "pragmatismo  ha  traído  to- 
dos  estos   problemas   vitales   al   primer   plano. 

La  cuarta  tendencia,  altamente  encomiable.  es  la  que 
se  revela  en  la  orientación  teórica  de  los  pragmatistas, 
y  a  veces  también  en  su  orientación  práctica,  de  respetar 
ideas  y  sentimientos  diferentes.  .  .  . 

A  riesgo  de  que  pudiera  decirse  que  figuro  entre 
aquellos  adversarios  que.  en  el  segundo  período  ele 
los  sistemas,  les  niegan  toda  importancia,  debo  decla- 
rar que  estas  tendencias  no  son  propias  ni  originales  de 
los  pensadores  pragmatistas.  Pero  también  debo  de- 
clarar, por  justicia,  que  los  pensadores  pragmatistas  han 


162  CARLOS    YAZ   FERRE1KA 

figurado  de  herho  entre  los  que  más  hicieron  personal- 
mente por  el  triunfo  de  ellas. 

Otras  tendencias  del  pragmatismo,  son  de  más  du- 
dosa apreciación.  Son  buenas  o  malas,  según  la  apli- 
cación que  se  haga  de  ellas,  según  el  grado  y  según 
los  casos  en  que  se  las  aplique  ¡  tal,  la  tendencia  a 
hacer  intervenir  el  sentimiento  en  las  cuestiones  cien- 
tíficas y  filosóficas  (tendencia  excelente  o  pésima., 
según  las  aplicaciones  y  los  casos)  ;  tal  la  tendencia  a 
tener  en  cuenta  las  aplicaciones  y  resultados  de  las 
doctrinas  (que  es  excelente  mientras  se  separe  con 
bastante  claridad  este  punto  de  vista  del  punto  ele 
vista  de  la  verdad  o  falsedad;  que  es  peligrosísima  y 
funesta,  al  contrario,  si  los  dos  puntos  de  vista  no 
se  distinguen  bien). 

De  hecho,  creo  poder  afirmarlo,  estas  dos  tendencias 
han  sido,  dentro  de  la  doctrina  pragmatista,  mal  apli- 
cadas. 

Y,  en  cuanto  a  las  tendencias  francamente  malas, 
son,  sobre  todo,  dos: 

La  primeva,  la  de  relegar  la  razón  a  segundo  tér- 
mino, la  de  asignarle  un  papel  más  o  menos  vergonzante. 
No  quiero  decir  que  Sehiller,  James  y  los  demás  prag- 
matistas, prescindan  de  la  razón ;  pero  el  papel  que 
ie  dan,  es  secundario ;  y  secundario,  entendámonos- 
bien,  no  sólo  en  los  .casos  en  que  la  razón  es  realmente 
impotente,  sino  en  los  casos  en  que  es  de  aplicación. 

Y  la  segunda  tendencia  francamente  funesta,  es  la 
de  despreciar  las  cuestiones,  problemas  y  doctrinas 
que  carecen  de  aplicación  práctica.  Ya  la  hemos  apre- 
ciado. 

Este  juicio  del  pragmatismo,  como  conjunto  de  ten- 
dencias, debería  terminar  con  una  lista  de  las  con- 
fusiones  que  existen  en  la   doctrina;  a  este  respecto, 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  ]  b  ¿J 

me  remito  a  lab  explica ciones  hechas,  y  también  a  tres 
<  -nidios  especiales  míos  que  se  relacionan  con  estos 
problemas:  uno  titulado:  "Conocimiento  y  acción": 
otro  titulado:  "En  los  márgenes  de  "La  Experiencia 
Religiosa",  de  William  James",  y  otro  titulado  "Un 
paralogismo  de  actualidad*'.  Pero  lo  más  importante 
(pie  debemos  decir,  juzgando  al  pragmatismo  prag- 
máticamente, esto  es,  por  sus  frutos,  por  sus  aplicacio- 
nes, por  sus  resultados,  es  que  ha  mezclado  todas  esas 
tendencias,  las  buenas  y  las  malas,  dando  a  esta  mez- 
cla un  aspecto  inseparable. 

De  modo  que  la  doctrina  ha  confundido  mucho :  ha 
enturbiado;  y  se  necesitará  un  largo  proceso  de  decan- 
tación . 

Justamente  en  estos  tiempos  en  que  nuestra  gran 
conquista  consiste  en  una  manera  de  pensar  amplia, 
abierta,  sin  dogmatismos,  sin  cerrar  los  problema-: 
justamente  hoy.  cuando  empiezan  a  perder  su  autori- 
dad las  explicaciones  dogmásticas.  las  fórmulas  verba- 
les simplistas  y  los  absolutismos  de  todo  género ;  Qn 
este  momento  importantísimo  de  nuestra  evolución 
mental,  ha  surgido  una  doctrina  que  tiende  a  presen- 
tarnos todas  esas  grandes  conquistas  del  pensamiento 
moderno  como  inseparables  de  otras  tendencias  que, 
sean  buenas  o  malas,  son  perfectamente  independien- 
tes de  ellas. 

De  modo  que  el  que  sufra  la  acción  del  pragmatis- 
mo sin  defenderse  de  él  por  su  espíritu  crítico,  pue- 
de creer,  dándose  o  no  cuenta  de  ello,  que  no  se  pue- 
de, por  ejemplo,  tener  un  respeto  profundo  por  las 
opiniones  opuestas:  que  no  se  puede  huir  de  las  fór- 
mulas verbales,  y  buscar  las  cuestiones  de  hecho: 
oue  no  se  puede,  en  suma,  ser  un  espíritu  amplio  y 
abierto,  sin  tener,  por  ejemplo,  desprecio  por  las  cues- 


1(J4  CARLOS    VAJZ    FERBEIRA 

tiones  que  no  tienen  aplicación  práctica,  sin  catar  obli- 
gado a  juzgar  las  doctrinas  por  sus  consecuencias  o 
tratos,  o  sin  profesar  otras  creencias  o  prácticas  que 
el   "pragmatismo"  preconiza. 

Aumenta  la  contusión,  el  hecho  de  que  William  Ja- 
mes se  haya  creado  una  especie  de  adversario  cómodo 
para  la  polémica,  poniéndose  enfrente,  para  comba- 
íiiüo,  a  un  enemigo  teórico:  el  "racionalista",  como 
él  lo  llama,  a  quien  hace  profundamente  dogmático  y 
absolutista,  de  manera  que  el  refutarlo  le  resulta  muy 
fácil. 

Tomemos  un  solo  ejemplo : 

Tratándose  de  la  plasticidad  de  la  verdad,  William/ 
James  presenta  al  "racionalista"  como  mi  hombre  que 
niega  la  plasticidad  de  la  verdad,  en  absoluto :  que  no 
la  admite  en  ningún  caso.  Entonces,  como  James  pue- 
de proba  i',  con  Sehiller,  que  la  verdad  es  plástica  en 
ciertos  casos,  esto  es,  que  depende  de  nuestro  estado 
de  espíritu,  da  por  vencido  al  racionalista,  y  por  pro- 
bado que  la  verdad  es  siempre   plástica. 

Depende  esto  de  la  clase  de  adversario  que  James 
se  ha  creado.  En  lugar  de  discutir  con  un  adversario 
de  criterio  abierto,  que  no  llevara,  por  consiguiente, 
ningún  nombre  acabado  en  "ista",  y  que  admitiera, 
por  ejemplo,  la  plasticidad  de  la  verdad  en  ciertos 
casos  y  no  en  otros,  y  que  en  todos  los  demás  puntos 
juzgara  con  el  mismo  amplio  criterio,  nuestro  escritor 
se  forja  un  adversario  absolutista ;  lo  combate  con 
éxito,  y  esto  contribuye  a  la  confusión,  porque  nos  da 
la  ilusión  del  triunfo  de  la  doctrina,  tan  exagerada  y 
falseada  como  la  del  adversario. 

La  posteridad  filosófica  pensará,  pues,  que  el  prag- 
matismo produjo  resultados  buenos  y  malos. 

¿Más   buenos   que   malos,    o   al   contrario?   Aún   des- 


CONOCIMIENTO  Y   ACCIÓN  165 

pues  de  todo  lo  que  he  dicho,  el  problema  es  complejo. 
Recuerdan  ustedes  nuestra  comparación  con  las  revo- 
luciones. Muchas  veces — casi  todas — las  revoluciones 
van  más  allá  del  fin  justo,  así  como  van  también  más 
allá  del  que  se  habían  propuesto  conscientemente  en 
un  principio.  Los  movimientos  revolucionarios  son, 
generalmente,  más  o  menos  forzados,  y  siempre  más 
o  menos  exagerados.  Indudablemente,  el  ideal  habría 
sido  la  justeza  de  la  acción:  pero  el  problema  difícil 
de  resolver  es  este:  esa  ju-íeza  ¿habría  sido  posible 
sin  detrimento  del  entusiasmo  y  de  la  original  i  :1a  d  de 
los  promotores? 

Esto  hace  singularmente  complejo  el  problema.  En 
nuestro  caso,  el  ideal  sería  que  Schiller  y  James  10 
hubieran  padecido  las  confusiones  que  yo  he  señalado. 
¿Hubiera  sido  esto  posible?  Quiero  decir:  ¿ hubieran 
hecho  Schiller  y  James  las  observaciones  interesantísi- 
mas <pie  han  hecho,  si  se  hubieran  quedado  en  el  lí- 
mite justo?  Es  una  cuestión,  tal  vez.  de  las  que  sólo 
pueden  resolverse  en  cada  caso  particular.  Por  mi 
parte,  creo  que,  todo  pesado  el  advenimiento  del 
pragmatismo  habrá  sido  más  bien  malo  que  bueno: 
porque  precisamente  en  los  momentos  en  que  cierta 
evolución  mental  tendía  a  producirse,  el  pragmatismo 
ha  venido,  es  cierto,  a  excitarla  y  a  acelerarla,  pero 
sacándola  de  sus  vías;  ha  desencauzado  ese  movimien- 
to mental,  y  se  necesitará  probablemente  mucho  tiem- 
po para  separar  en  esa  corriente,  muy  rápida  induda- 
blemente, pero  desatada  y  desviada,  lo  claro  de  lo 
turbio. 

El    examen   del    pragmatismo    quedaría    incompleto 

si  no  dijera  dos  palabras  sobre  una  nueva  confusión, 
importantísima,     que  voy   a     resumir    brevemente,    por 


166  CARLOS  VAZ  FERREIRA 

cuanto  la  lie  tratado  en  uno  de  los  estudios  especia- 
les a  que  me  referí. 

Cuamdo  James  preconiza  esa  actitud  que  consiste, 
diremos,  en  forzar  la  creencia  por  el  sentimiento 
y  por  la  voluntad,  para  poder  obrar,  admite  (no  ex- 
presamente, pero  sin  darse  cuenta  de  ello)  que  esa 
actitud  es  necesaria,  y  que,  si  no  forzamos  la  creencia, 
la   acción,   en   sentido   deseable,    es   imposible. 

Procuremos  explicar  esto  con  algunos  ejemplos  del 
mismo  James. 

En  muchos  casos,  dice  este  autor,  nuestro  senti- 
miento y  nuestra  voluntad  deben  hacer  violencia  a 
la  creencia,  y  ello  es  necesario.  Supongamos  un  hom- 
bre que  se  encuentra  en  una  montaña  ya  quien  sor- 
prende la  noche.  En  el  descenso  se  encuentra  con  una 
solución  de  continuidad  que  le  oblig'a  a  dar  un  salto. 
¿A  dónde  lo  conducirá  ese  salto?  No  lo  sabe:  no  tiene 
ningún  elemento  propiamente  intelectual  para  decidir; 
sin  embargo,  tiene  que  optar  por  dar  el  salto,  puesto 
que,  de  lo  contrario,  perecerá  de  frío  o  víctima  de  las 
ñeras.  Supongamos,  continúa  James,  que  ese  hombre, 
después  de  haber  procurado  resolver  intelectualmen- 
te  el  problema,  después -de  haber  dudado,  después 
de  haber  empleado  mucho  tiempo,  ya  sin  fuerzas, 
exhausto,  lleno  de  desconfianza  y  ,de  temor,  se  re- 
suelve a  dar  el  salto,  y  perece.  Si  en  cambio  ese  hom- 
bre hubiera  creído  que  su  salto  iba  a  ser  eficaz,  si  <?e 
hubiera  sentido  capaz  de  darlo,  y,  por  consiguiente, 
lo  huibiera  dado  en  un  esjtado  mental  y  corporal  mu- 
cho más  propicio,  las  probabilidades  de  salvarse  ha- 
brían sido  mucho  mayores.  He  aquí,  pues,  un  caso 
en  que  la  fe,  dice  James,  crea  su  propia  verificación. 
Pues  bien,  concluye :  hay  en  la  vida  problemas, — pre- 
cisamente vitales:  que  no  admiten  dilación:  importan- 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  167 

te.s,  decisivos, — que  deben  ser  resueltos  de  esta  mane- 
ra: forzando  nuestra  creencia  por  el  sentimiento  y  pol- 
la voluntad. 

Yo  he  hecho  notar,  ante  todo,  que  el  ejemplo  le 
James  es  malo;  que,  en  ese  caso,  la  duda  del  sujeto  se 
produce,  en  parte  al  menos,  sobre  su  propia  aptitud 
para  saltar;  que,  en  ese  caso,  efectivamente  la  solución 
del  problema  depende,  también  en  parte,  de  la  misma  ac- 
titud del  sujeto;  que,  entretanto,  los  problemas  religiosos 
no  son  de  este  orden:  que  la  comparación  sería  apli 
cable  a  la  cuestión,  que  puede  plantearse  una  persona, 
sobre  si  tiene  o  no  el  temperamento  necesario  para 
adoptar  cierta  religión :  no  al  caso  de  si  esa  religión 
es  verdadera.  El  ejemplo  adecuado  sería  uno  en  que 
la  duda  fuese  puramente  objetiva:  a  saber:  que  el  su- 
jeto dudara  sobre  si  el  fondo  está  muy  cerca  o  muy 
lejos,  dejando  de  lado  la  otra  cuestión,  esto  es.  si 
él  es  capaz  de  dar  el  salto.  En  ese  caso,  y  aquí  es 
donde  reside  la  confusión  fundamental.  William  Ja- 
mes ha  supuesto  que  ,no  se  puede  dar  el  salto  sin  la 
creencia,  siendo  así  que  cabe  una  actitud  diferente,  v 
es  la  de  dar  el  salto  o  no  darlo  basándose  en  mía  pro- 
babilidad. Lo  que  James  no  ha  sabido  tener  en  cuen- 
ta, es  que  no  sólo  se  obra  por  creencias  absolutas,  sino 
que  se  obra  también  por  probabilidades;  y  esta  ma- 
nera de  obrar,  aún  pragmáticamente,  es  más  beneficio- 
sa. De  otro  modo,  el  que  se  acostumbre  a  convencerse, 
para  obrar,  de  aquello  de  que  no  tiene  pruebas,  el  que 
se  acostumbre,  por  ejemplo,  cada  vez  que  debe  dar  un 
salto,  a  convencerse  de  que  el  fondo  está  muy  cerca 
y  de  que  dará  el  salto  con  todo  éxito,  es  cierto  que 
en  algunos  casos  podrá  obtener  de  esa  fe  un  cierto 
refuerzo  de  energía  ;  pero  no  es  menos  cierto  también 
que  perderá   todas  las   nociones   de  posición  y  de   dis- 


J68  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

tancia,  y  que  podrá  acallar  perdiendo  la   vida   en  una. 
de  esas  empresas  arriesgadísimas  y  absurdas. 

Lo  que  olvida  James,  pues,  es  que,  en  los  casos  en 
que  la  razón  nos  ofrece  dudas,  cabe  siempre  la  ae- 
eión;  que  ésta  no  necesita  una  creencia  absoluta;  (pie 
se  puede  obrar  por  probabilidades  y  aún  por  simples 
posibilidades,  aunque  sean  muy  remotas.  (1)  Sea  este 
ejemplo.  Paso  por  una  casa  que  se  incendia,  y  sospecho 
que  en  el  interior  ele  esa  casa  hay  una  persona.  ¿Aca- 
so es  necesario,  para  qne  yo  penetre  en  la  caaa 
incendiada,  que  me  convenza;  que,  forzando  mi  creen- 
cia por  el  sentimiento  y  la  voluntad,  yo  produzca  en 
mí,  por  la  violencia,  la  convicción  de  que  hay  al- 
guien en  la  casa?  Ni  esto  es  necesario,  ni  es  convenien- 
te siquiera:  los  males  de  esta  clase  de  convicciones 
serían  mayores  que  los  bienes.  Yo  sospecho,  simple- 
mente, que  es  posible  que  una  persona  esté  allí,  y 
por  esa  simple  sospecha,  por  esa  simple  posibilidad, 
puedo  arriesgar  mi  vida.  Si  debo  o  no  hacerlo,  es 
cuestión  (pie  se  resolverá  en  cada  caso;  pero  es  evi- 
dente la  posibilidad  y  la  legitimidad,  en  ciertos  casos. 
de  esa  clase  de  actitud. 

La  verdadera  actitud  ante  los  problemas  religiosos, 
como  ante  todos  los  problemas,  debe  ser  la  siguiente: 
Procurar  analizarlos  por  la  razón  hasta  donde  sea  po- 
sible. La  razón  podrá  llevar  más  o  menos  lejos  en  las 
soluciones ;  nos  dará  certezas  en  ciertos  casos,  posibi- 
lidades o  probabilidades  en  otros;  y  en  otros,  todavía, 
únicamente  la  duda  o  únicamente  la  ignorancia.  Ade- 
más de  la  razón,  existe  el  sentimiento  y  existe  la  vo- 


lt) Esencial:  el  sentirrdeuto  y  la  voluntad  ha  de  influir, 
icio  no  sobre  la  creencia,  como  quiere  James,  sino  sobre  la 
acción  . 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  169 

Juntad.  Debemos  darles  un  papel  legítimo,  pero  no- 
combatiendo  por  medio  de  ellos  a  la  razón.  Es  lícito 
obrar  por  sentimiento;  pero — y  aquí  está  toda  la  cues- 
tión— a  condición  de  saber  que  se  obra  por  senti- 
miento: no  forzando  nunca  la  creencia.  Tratándose, 
por  ejemplo,  de  los  problemas  religiosos,  podemos  nos- 
otros basar  nuestra  conducta  sobre  la  tierra  en  una 
posibilidad,  por  más  remota  que  pueda  parecemos,  -i 
creemos  que  esa  posibilidad  merece  determinar  núes 
tra  conducta  en  cierto  sentido.  Lo  que  es  ilegítimo  y 
lo  que  es  funesto,  es  forzar  la  creencia;  es  recurrir  a 
procedimientos  como  los  que  preconiza  James,  o  como 
el  que  aconsejaba  Pascal,  de  s'ábeMr  tomando  agua 
bendita  para  provocar  la  fe.  .  . 

Pero  lo  que  resulta  particularmente  grave,  es  que 
James  (que  no  ve  estas  cuestiones  con  claridad),  a 
esta  otra  actitud  (la  que  yo  acabo  de  recomendar  y  que 
es  distinta  de  la  verdaderamente  pragmatista),  la  llama 
i  ambir  n  pragmatismo. 

De  este  otro  pragmatismo,  así  entendido — que  no 
es  tal  pragmatismo  (si  la  palabra  ha  de  tener  algún 
sentido  original)  sino  la  actitud  sincera  y  legítima 
de  todo  ser  dotado  a  la  vez  de  inteligencia  y  senti- 
miento— es  un  ejemplo,  ¡cosa  curiosa!,  la  actitud  per- 
sonal del  mismo  autor,  porque  James,  si  bien  se  pre- 
senta en  su  obra  justificando  la  actitud  de  los  que 
creen  en  las  religiones  antiguas  y  tradicionales,  él, 
personalmente,  no  es  un  adepto  de  ellas.  El  presenta 
su  actitud  en  esta  forma  : 

"La  posibilidad  de  la  salvación  basta  al  hamibre,  al  menos 
para  su  vida  práctica.  Nada  lo  caracteriza  mejor  que  esta  fa- 
cultad de  fundar  su  vida  sobre  un  "puede  ser".  La  existen- 
cia de  una  tal  posibilidad  hace  toda  la  diferencia,  dice  Ed- 
mundo Gurney.  enti-e  una  vida   de  resignación   y   una   vida   de 


170  CARLOS   VAZ   FERREIRA 

esperanza:  — Este  "pragmatismo"  ha  sido  siempre  la  actitud 
natural  al  común  de  los  hombres". 

Lo,  que  aquí  llama  pragmatismo,  es,  pues,  una  actitud 
completamente  diferente.  No  se  trata  ahora  de  forzar 
la  creencia,:  se  trata  simplemente  de  tener  en  cuenta 
las  posibilidades,  para  la  creencia  y  para  la  occioi; 
-actitud  profundamente  legítima,  que  James  confunde 
con  la  que  sería  verdaderamente  pragmatista,  en  el 
sentido  en  que  este  término  pudiera  tener  alguna  ori- 
ginalidad. 

"Lo  que  son  en  sí  mismtas  las  realidades  espirituales  más 
altas,  lo  ignoro .  Pero  creo  que  existen,  y  por  esa  modesta  sobre- 
creencia  estoy  pronto  a  arriesgar  mi  destino.  El  mundo  rea] 
está  constituido  de  una  manera  mucho  más  rica  y  más  com- 
pleja que  el  de  la  ciencia.  Tengo,  pues,  a  la  vez  razones  prác- 
ticas y  razones  especulativas  para  atenerme  a  e-ta  creencia 
particular.  Quién  sabe  si  la  fidelidad  de  cada  hombre  a  sus 
humildes  creencias  personales,  no  puede  ayudar  al  mismo  Dios 
a   trabajar  más  eficazmente   en   los  destinos  del  Universo." 

Esta  última  era  una  de  las  ideas  capitales  de  Stuart 
Mili,  a  quien  "William  James,  al  dedicarle  su  obra,  se 
complace  en  representarse  como  el  pensador  que  sería 
el  leader,  el  jefe  del  movimiento  pragmatista,  si  vi- 
viera hoy. 

También  era  de  Mili — y  la  formuló  de  una  manera 
absolutamente  definitiva — la  actitud  mental  que  yo 
acabo  de  recomendar  como  la  más  legítima,  y  que  Ja- 
mes observa  personalmente  y  preconiza  a  veces,  pero 
confundiéndola,  lo  liemos  demostrado,  con  la  actitud 
propiamente  "pragmatista"',  que  no  es  la  misma,  ni 
es  legítima   como  ella.      "De  la   obra   postuma   de  Mili, 


CONOCIMIENTO  Y  ACCIÓN  171 

""Estudios  sobre  la  Religión'',  que  nunca  les  recomen- 
daré  bastante : 

''Creo  que  e-  conveniente  sacar  todo  el  partido  posible  de 
las  probabilidades,  aunque  sean  débiles,  que  nos  presenta  es- 
ta cuestión  y  que  proporcionen  a  la  imaginación  un  punto  de 
apoyo.  Estoy  convencido  de  que  el  cultivo  ele  esta  tendencia 
de  la  imaginación,  con  tal  de  que  marche  parí  pasa  con  la  de 
una  razón  severa  (1).  no  es  un  riesgo  de  perversión  del  juicio. 
Creo  que  se  puede  hacer  una  evaluación  perfectamente  exacta 
de  las  pruebas  en  pro  o  en  contra  de  una  cuestión,  dejando 
que  la  imaginación  se  incline  de  preferencia  a  las  soluciones 
posibles,  que  sean  a  la  vez  las  más  adecuada1?  para  consolar- 
nos y  hacernos  mejores,  sin  exagerar  en  nada  por  esto  la  fuer- 
za de  las  razones  (2)  que  hagan  esperar  que  estas  soluciones 
posibles  se  realicen,  efectivamente,  más  bien  que  otras'". 

i  Absolutamente  admirable  !  Esta  es  la  actitud  justa  : 
La  razón  no  es  todo>:  la  razón,  completada  por  el  senti- 
miento y  por  la  imaginación,  pero  nunca  forzada  ni 
deteriorada  ni  despreciada. 

"Las  pruebas  de  esta  creencia  (3),  si  se  puede  darles  este 
nombre,  son  demasiado  quiméricas,  demasiado  vagas,  y  las 
promesas  que  nos  ofrece  demasiado  incierta-,  para  que  pueda 
reemplazar  de  una  manera  duradera  a  la  religión  de  la  huma- 
nidad. Pero  sí  se  puede  conservarlas  juntas.  Aquel  para  quien 
el  bien  ideal  y  el  progreso  con  que  hacia  él  se  acerca  el  mun- 
do, son  ya  una  religión,  aún  cuando  la  otra  creencia  le  parezca 
desprovista  de  pruebas,  tiene  la  libertad  de  entregarse  al  pen- 
samiento agradable  y  alentador  de  que  es  posihle  que  sea  ver- 


( 1 )  Yo  subrayo. 

(2)  Yo  subrayo. 

(3)  Se  refiere  a  una  creencia  especial:   la  que  él  profesa. 


172  CARLOS    YAZ    FERREIRA 

dadera.  (1)  Prescindiendo  de  toda  creencia  dogmática,  hay,  para 
los  que  la  necesitan,  una  vasta  región  en  el  dominio  de  la  ima- 
ginación que  se  puede  llenar  de  hipótesis  posibles  cuya  false- 
dad no  se  podría  discutir;  y  si  llega  a  prestarle  su  apoyo  al- 
gún acontecimiento  en  los  espectáculos  de  la  Naturaleza..  . . 
c!  espíritu  tiene  el  perfecto  derecho  de  buscar  en  la  contem- 
plación de  esas  hipótesis  legítimas  una  satisfacción  que.  con 
el  concurso  de  otras  influencias,  contribuye  por  su  parte  a 
fomentar  y  estimular  los  sentimientos  y  las  inclinaciones  que 
le  llevan  hacia  el  bien". 

Ni  un  solo  momento  olvida  Stuart  Mili  que  se  tra- 
ta de  hipótesis;  no  olvida  el  grado  justo  y  el  alcance 
justo  de  sus  bases  racionales,  ni  olvida  el  recomen- 
dar que  se  tenga  siempre  el  cuidado  de  no  mezclar 
esos  elementos  racionales  con  los  elementos  afectivos 
o  voluntarios. 

Pasajes  como  estos,  y  la  idea  misma  de  Stuart  Mili 
de  consagrar  un  estudio  especial  al  examen  de  la  uti- 
lidad de  las  religiones  con  prescindencia  de  su  ver- 
dad, sugirieron  a  James  la  idea  de  que  Mili  fué  un 
precursor  de  su  doctrina. 

Acabo  de  releer  detenidamente  los  ''Estudios  sobre 
la  Religión":  James  ha  soñado.  En  ninguna  parte 
como  en  el  estudio  de  Mili,  se  mantiene  constante  y 
cuidadosamente  separada  la  cuestión  de  la  utilidad  de 
las  doctrinas,  de  la  cuestión  de  su  verdad. 

Si  Stuart  Mili  hubiera  llegado  a  conocer  el  prag- 
matismo actual ;  si  lo  hubiera  criticado — como  él  cri- 
ticaba, con  su  inteligencia  y  con  su  sentimiento — ,  hu- 
biera hecho  de  esta  doctrina  una  crítica  de  la  cual, 
estoy  seguro,  dará  una  idea  esta  mía- — como  puede 
darla  de  una  obra  maestra,  un  imperfecto  aunque  sin- 
cero esbozo. 

(1)   Yo  subrayo. 


INDI C E 


ÍNDICE 

Págs, 

_ 

Advertencia 5- 

Conocimiento  y  acción 

En   ios   márgenes  de    « L'Expérience    Religieuse »    de 
"William  James 23 

El  Pragmatismo  : 

Exposición 'I 

Examen    crítico 10t 


PLAN  DE   LA  EDICIÓN   TIPO 

(  EN  PREPARACIÓN  Y  PUBLICACIÓN  ) 

DE    LAS    OBRAS    DEL   Prof.  GARLOS  VAZ  FERREIRA 


Los  Problemas  de  !a  Libertad.— 

La  obra  reformada  y  completa.  (.Un 
volumen  esencial,  y  otros  comple- 
mentarios). 
El  Fermentarlo.—  (Publicación  per- 
manente, en  forma  de  revista  o  por 
fascículos). 

Conocimiento  y  Acción. — 

Conocimiento  y  acción.— En  los  már- 
genes de  «La  Experiencia  Religiosa  ¡> 
—  Conferencia  sobre  elPragmatismo. 

Lecciones    sobre    Pedagogía    y 
cuestiones    de    enseñaría. — 

(Con  aplicación  especial  ala  Secun 
dario  -  Preparatoria.  —  íer.  volumen: 
Ideas  generales.  —  2.°  volumen:  En 
señanza  primaria:  parte  general.— 
3er.  volumen:  Enseñanza  secundaria: 
parte  general.  —  4.°  volumen:  Ense- 
ñanza secundaria:  parte  especial.  En- 
señanza de  las  ciencias  matemáticas, 
físicas  y  naturales  ).  —  5.°  volumen  : 
Id  (  Enseñanza  de  idiomas  muertos 
y  vives,  lenguaje  y  literatura). —  6.° 
volumen:  Id.  (Enseñanza  de  la  His- 
toria, de  la  Filosofía,  etc.).  —  7."  vo- 
lumen :    Enseñanza    superior :    parte 

PUBLICADO    SEGÚN 

Sobre  la  propiedad  de  la  tierra. 

Lecciones    sobre    Pedagogía    y 

cuestiones   de  enseñanza. — 

Volumen  III.   ( Enseñanza   secunda- 
daria:  parte  generl;. 


general.  Contralor  de  la  enseñanza. — 
8.°  volumen:  Apéndices  y  amplia- 
ciones ¿e  la  obra.  Proyectos,  Actua- 
ción, documentación,  etc. 

Lógica   viva.  —  Paralogismos  comu- 
nes.—  Modos  de  pensar.  'Adaptación 
práctica  y  didáctica).— (Revisada). 
Otros  volúmenes. 

Moral  para  Intelectuales.  — 

(Revisada). 

Sobre  la  propiedad  de  la  tierra. 
Sobre  los  problemas  sociales. — 
Sobre  la  percepción    métrica. — 

(  Revisada ) . 
Estudios    Pedagógicos  1.a  Serie. 

—  Paralogismos  pedagógicos.  Ideas 
Directrices   Pedagógicas. 

Id.  2.a  Serie.  —  La  Exageración  y  el 
Simplismo  en  Pedagogía. — Un  exclu- 
sivismo pedagógico. 

Id.  3.a  Serie.  —  Un  proyecto  sobre 
escuelas  y  liceos. 

OtrOS  estudios  ( Filosóficos,  pedagó- 
gicos, literarios.,  sociales  ). 

LA   EDICIÓN   TIPO 
Sobre  la  percepción  métrica- 
Lógica  Viva. 
Moral  para  Intelectuales. 
Conocimiento  y  Acción. 


DE    OTRAS    EDICIONES 


Ideas  y  observaciones. —  Dos  pa- 
ralogismos pedagógicos  y  sus  conse- 
cuencias. —  Dos  ideas  directrices  pe- 
dagógicas  y  su    valor    respectivo.  — 
Tdeas  sobre  la  Estética  evolucionista. 
Psicología  y  Fisiología. — Sobre  las 
•  "     -enes  de  los  ensueños. — Sobre  ía 
ílidad  en  el  niño. —  Sobre  en- 
Ja     secundaria   —  Contribución 
■     íir   de  la  percepción   métrica, 
.do  ). 

T        ^-..olroas  de  ía  Libertad.— 

asciculo  i. o  C  Distinción 

Conocimiento  y  Acción.  —  En  los 

márgenes  de  « L'  Expérier.cie  Reli- 
gíeuse  •  de  W.  jarras.  —  Sobre  el  ca- 
rácter.—  Un  ¿araíogiM.n  Je  actuali- 
dad.— Psicogramas.— Un  libro'wturo. 
—  Reacciones.— Ciencia  y  metaffiíca. 


La  Exageración  y  el  Simplismo 

en  Pedagogía.  —  Conferencias 
dadas  a  los  maestros  de  instrucción 
primaria.  (  Agotado ). 

Moral  para  intelectuales.  — 

Conferencias  pronunciadas  en  la  clase 
de  Moral   durante  el  curso   de   1908. 
( Agotado ). 
El     Pragmatismo.  —  (Expo-ición  y 
Crítica.  (  Agotado  ). 

Le  Pragmatísme. — Traduít  de  l'Es- 

pagnol  par  Ch.  B. 
Lógica  VÍva.  —  Adaptación    práctica 
y  didáctica,  1  tomo. 

Curso    expositivo   de  Psicología 

Elemental.  —  (A  retirar  por  el 
Autor ). 

Apuntes  de  Lógica  Elemental. — 

(  Retirada  por  el  autor). 


Depósito  general:  "CASA  A.  BAWfcW  Y  RAMOS"  S.  A.  -  Montevideo 


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B       Vaz  Ferreira,  Carlos 
1079       Conocimiento  y  acción 
V33C6 


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